Transistores agotados y cervezas en las terrazas: "Es como la pandemia, pero con todo el mundo en la calle"
Los ciudadanos reaccionan al apagón eléctrico comprando provisiones y buscando información
Barcelona"Es como la pandemia, pero con todo el mundo en la calle". Es una de las múltiples frases que se han oído este lunes en las calles en toda la península Ibérica. El centro de Barcelona, como todas las ciudades del país, se ha convertido este lunes en una gincana para conseguir radios, pilas, lotes, baterías externas para el móvil y velas, para sobrevivir a la incertidumbre del corte de electricidad que ha dejado a más de 50 millones de personas sin luz durante horas. También había colas para intentar comprar carburante en las gasolineras, –incluso con garrafas– y decenas de personas esperando frente a los cajeros para sacar dinero.
Esta imagen ha chocado con otra totalmente diferente: la de los ciudadanos que han salido a disfrutar del buen tiempo y las terrazas —que servían sólo comida fría—, mientras los interiores de las tiendas permanecían en la penumbra y muchas tenían las persianas bajadas o los dependientes mataban el tiempo sentados en sillas en los portales. Los parques se han llenado de gente haciendo deporte y aprovechando para leer durante el apagón informativo. A la hora del almuerzo todavía había excepciones en medio del desconcierto: en un restaurante de la calle Pintor Fortuny seis platos de paella en dos mesas improvisadas en la acera llamaban la atención de los peatones, mientras un coche hacía sonar la radio a un volumen muy alto para escuchar las noticias.
"Dame otra para la vecina, que está sola". Juana ha pasado por segunda vez a comprar velas en la tienda de regalos del Zhaidul en la calle del Carme del Raval. Un rato antes ya se lo había llevado por sus nietos, porque tienen miedo a la oscuridad y no quieren quedarse a oscuras esta noche. "Los helados que los había comprado y tenía en el congelador ya se habrán deshecho", bromea. El vendedor apenas ve las monedas bajo la luz de una pequeña vela y confirma que ya no le queda "nada": han agotado las radios, las pilas y las linternas.
En el bazar de Ali, en la calle Joaquim Costa, las radios se han agotado en media hora. Isabel ha venido en bicicleta desde Sants porque su madre de 89 años vive sola en el Raval y sufría por ella. Le ha comprado un lote pequeño por tres euros. Los farolillos más grandes valen 25 euros y 30 si ya llevan las pilas. Unos metros más allá, en la calle Petritxol, Isabel llama a su madre que vive en el cuarto piso de un edificio como se hacía antes desde la calle, para que le tire las llaves para subir: "Trabajo en un supermercado y, como vive sola, le traigo comida".
También en el barrio Gòtic, en la calle Banys Nous, una trabajadora de la limpieza habla enfadada con el propietario de un piso. "¿Por qué no me has avisado de que no iba a venir?", le recrimina. "Porque no podía decírtelo, no hay internet", le responde. Aun así, ella insiste molesta en que le podría haber enviado un mensaje de texto. "¡Tampoco se podía!", le recalca.
Fogoncitos de camping y muchas pilas
En la ferretería Vert de la calle Joaquín Costa, Mar saca algunas monedas para pagar una pequeña linterna que le permita iluminar su casa. "Es un piso muy grande y los compañeros nos estamos empezando a quedar sin batería en el móvil", explica. es necesario. En otra tienda de accesorios para móviles del barrio, una mujer que pasea al perro entra a preguntar qué hora es porque se ha quedado sin batería "Nosotros estamos aprovechando para pasar la tarde hablando con los vecinos", dice el propietario de la casa.
Lucía ha tenido que utilizar la barbacoa que tiene en el patio para preparar pollo para comer a sus hijos. "Dependemos tantísimo de la electricidad y la información, que es incluso cómic. Vengo de la Gran Via y había un hombre con una radio a todo volumen para que los vecinos pudieran oír qué pasaba", dice, mientras cola en una tienda de la ronda Sant Antoni. En otro negocio, un dependiente ofrece tarjetas SIM de Vodafone porque durante algunos momentos corría la voz que funcionaban a diferencia de las otras operadoras: "Te la vendo por 20 euros y mañana la puedes revender por 25".
"Ha vuelto la luz"
No ha sido hasta horas después de que, en algunos comercios, ha devuelto la electricidad. Pero no ha estado de golpe ni en todas partes. De hecho, ni los propios vecinos se explican por qué en algunos portales hay luz y en otros no. En una carnicería de la calle Joaquim Costa todo el mundo hacía cola para comprar la carne que no había podido llevarse antes. "Apenas diez minutos hemos vuelto a abrir", dice Zacarías, el propietario del local. La frutería de enfrente también es suya, pero ahí la electricidad aún no ha vuelto.
En la tienda de comestibles de al lado también acaban de recuperar la luz. Mary Cris entra asustada preguntando si se puede pagar en tarjeta. Pero los datáfonos todavía no tienen cobertura. "He ido a todas partes y solo aceptan efectivo. Es peor que durante la pandemia", lamenta. No sabe qué va a comer porque tiene la nevera vacía.
Por delante pasea Evelyn empujando un cochecito con su hija. Se sorprende al ver luz en una droguería y también entra a preguntar. Dice que vive en el portal de al lado, pero ahí todavía no hay electricidad. "Hemos aprovechado para pasar el día fuera, pero tenemos ganas de volver". Lleva más de ocho años viviendo aquí y nunca había visto algo similar, sostiene.
Pero hay personas para las que ni siquiera un apagón general es motivo para ir mal arreglado. Unos metros más allá, en la calle del Carme, el Júnior está sentado en el escalón de una barbería. Lleva más de ocho horas incomunicado y que vuelta por el barrio buscando una peluquería abierta. "Me he enterado del corte eléctrico, pero no podía ir así [se señala la cabeza] en modo alguno", dice. Por último, lo ha encontrado.