La fuente del santo del Camp
Desde el año pasado que no había incluido en éste Ahora Descubrimos ningún rincón de mi casa. O, para ser más precisos, de la Cuenca de Barberá o de la Baja Segarra… o quizás del Alt Gaià, la Segarra Tarraconense, o ese pedazo de mundo entre Sarral y Santa Coloma de Queralt.
Fue durante el concierto de Roger Mas con la Cobla Sant Jordi, este mes de agosto en la plaza delante del santuario de San Magín de la Brufagaña, que me pregunté: ¿cómo puede que, en más de cuarenta artículos, todavía no haya hablado de este espacio? Pues bien, es hoy el día.
El santuario se alza dentro del término de Pontils, junto a los bosques de la Brufaganya, en un paisaje de frontera natural entre la llanura y las montañas que atraviesa el río Gaià. La tradición dice que fue aquí donde San Magín se escondió de la cacería de cristianos en la Tarraco romana. El ermitaño, según la leyenda, hizo brotar agua con su gaiato para saciar la sed de los soldados que le llevaban al encarcelamiento y al martirio. Y estas aguas, que todavía hoy rayan en las Fuentes de Sant Magí, se han convertido en símbolo de devoción popular y en el corazón de una de las fiestas más queridas del Camp de Tarragona.
Las fuentes, el santuario con sus casas anexas y las cuevas, además de otras construcciones que se han ido perdiendo por la montaña y el bosque, forman un conjunto legado a base de años y cerraduras. Lo más destacado es la iglesia de una sola nave con capillas laterales y camarín en el presbiterio. La nave tiene cuatro tramos cubiertos con bóveda de cañón, así como pilares con pilastras de cornisas molduradas. Las capillas laterales están cubiertas con bóveda de arista y la cabecera por una cúpula rebajada sobre conchas. Como en la mayoría de los buenos santuarios, detrás del altar se levanta un camarín con una imagen moderna del santo titular y camptarraconense.
Las desamortizaciones y las guerras dejaron el santuario y el convento bastante tocados, pero la fe y devoción hacia el santo han ayudado a su supervivencia. Un buen ejemplo son los exvotos. Estos elementos telúricos y populares llegaron a concentrarse de una forma superlativa en las paredes del templo. De todo aquel conjunto sólo nos han quedado una sencilla mesita y dos enormes chuletas de ballena; muestra de la relación del santo con el agua –dulce y salada.
La relación con el agua, en todas sus formas, es el hilo conductor que atraviesa el santuario y su devoción. Las fuentes que nunca se secan son, todavía hoy, el punto de partida del Llevar el Agua de Sant Magí, la tradición que cada verano mueve carreteras, pandillas y devotos, que conducen el agua hasta Tarragona. Pero el santo va más allá: ciudades como Cervera, Igualada, Mallorca, Barcelona… tienen una especial relación.
Quizás esto es lo que hace especial San Magín de la Brufagaña: no es sólo un conjunto monumental, sino un espacio vivo donde se entrelazan historia y leyenda, naturaleza y espiritualidad. Un rincón de nuestro territorio que sigue regalándonos agua fresca y, sobre todo, la sensación de que el tiempo aquí se desacelera. Un lugar al que siempre vale la pena volver, aunque sólo sea para recordar que, a veces, los milagros se esconden en los detalles más sencillos.