Como nos conocimos

“Sergi fue la primera persona con la que pude ser 100% yo”

Carlota Pi, ingeniera y empresaria

Carlota Pi conoció a su marido, Sergi, mientras estudiaban la carrera en la Escuela de Ingeniería Industrial de Barcelona, cuando tenían 21 y 22 años. “Una amiga mía salía con un amigo suyo y nos presentamos. Fuimos del mismo grupo durante un año. A mí él me encantaba porque era divertido, inteligente y buena persona. Además, pensaba mucho a lo grande, y eso me gustaba mucho”, explica Pi.

Ambos se movían en torno al entorno de la delegación de estudiantes de la universidad, que entonces se llamaba Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona. Mientras ambos se conocían, la delegación consiguió que la escuela pasara a llamarse Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona, un nombre mucho más inclusivo. “En el 94 éramos superpocas chicas, algunas de mis mejores amigas son las cuatro chicas que hicimos juntas la carrera. Allí te hacías fuerte, entonces sólo había aseos para nosotros en las plantas pares: éramos tan pocas y se esperaba tan poco de nosotros que no tenían ningún interés en generar un clima de acogida para que las mujeres pudiéramos estudiar una carrera tecnológica”, reflexiona Pi.

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Con Sergi, en cambio, la ingeniera se sintió siempre acogida y abrazada. “No era mi primer novio, pero sí fue la primera persona –y sigue siendo así– con la que yo podía ser el 100% de lo que yo soy”, señala Pi. Y añade: “Me acuerdo que nos podíamos llamar mil veces y ninguno de los dos tenía que sufrir por estar siendo demasiado intensos”. La sensación, dice, era “de estar en casa, de pertenecer a algún sitio”. A pesar de haberse conocido a muy jóvenes, “cuando los caracteres aún tenían que formarse”, esta sensación se ha mantenido siempre. "Podría haber pasado que hubiéramos crecido en direcciones muy diferentes, como le pasa a mucha gente, pero nosotros seguimos haciendo equipo", celebra.

Ahora la pareja tiene tres hijas: Joana, Foix y Blau. La más pequeña la llamaron así en homenaje a la Verge del Blau, en la Seu Nova de la Catedral de Lleida, porque sabían que al padre de Sergi, que es de Llavorsí, le gustaría.

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Con tres chicas en casa, la empresaria asegura que se esfuerza por transmitirles la idea de que, si ellas quieren, pueden hacer lo que quieran. “En casa estábamos dos chicos y dos chicas y siempre nos dijeron que podíamos llegar a donde quisiéramos. Nosotros también educamos así a nuestras hijas y las exponemos tanto a contenidos de tecnología y ciencia como de arte y literatura”, explica la CEO de Holaluz, para quien el amor es “un acto de generosidad, un regalo para poder hacer equipo para la vida”. “En casa somos un equipo y nos gusta estar intensamente vivos”, concluye.