Los humanos no somos tan especiales: los animales también tienen cultura y tradiciones locales
El reino animal está lleno de ejemplos fascinantes que demuestran que realizan aportaciones culturales que son cruciales para muchas especies
Hay chimpancés que se curan las heridas con hierbas medicinales. Los suricatas tienen tradiciones locales dependiendo del grupo al que pertenecen, al igual que las cotorras argentinas, que en Madrid anidan en los cedros, pero en Barcelona prefieren las palmeras. Las ballenas jorobadas aprenden cánticos que van modificando, los cachalotes varían de dialecto dependiendo de la zona, y las orcas se coordinan para producir las olas que hacen que las focas se caigan de las panas de hielo. Incluso los invertebrados adquieren conocimientos y los transmiten a su comunidad. Por ejemplo, las moscas de la fruta encomiendan a las crías sus preferencias sexuales.
El reino animal está lleno de ejemplos fascinantes que demuestran que la cultura no es exclusiva de los seres humanos. Todo depende, por supuesto, de qué entendemos por cultura. generación siguiente, normalmente a través de las madres", explica Montserrat Colell, investigadora especialista en etología de la Universidad de Barcelona. Esto hace que "poblaciones que viven en lugares diferentes tengan sus propias tradiciones".
De hecho, uno de los primeros en instaurar este concepto fue Jordi Sabater Pi, uno de los científicos catalanes más universales, etólogo pionero mundial que en los años setenta ya habló de la cultura de los chimpancés –popularmente conocido por llevar Copito de Nieve en el Zoo de Barcelona–. "Históricamente, por motivos religiosos e ideológicos se intenta aislar a los humanos del resto de animales mencionando rasgos conductuales como el lenguaje, la autoconciencia y la cultura, pero no debemos olvidar que todos los seres vivos forman parte del mismo continuo biológico", apunta Colell.
Enseñar, aprender
En el marco de las condiciones de innovación, aprendizaje social y transmisión generacional, la innovación es incuestionable, y además con el cambio climático, apunta Joan Carles Senar, investigador del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona y vicepresidente de la Sociedad Española de Etología.
"Todos estos cambios antropogénicos hacen que muchas especies, como las invasoras, que las hemos sacado de su medio y las hemos puesto a otro, tengan que adaptarse", explica.
Por otra parte, el aprendizaje social no ha sido siempre una evidencia científica. Una conocida teoría llamada Zona de Latencia Social (ZLS) apuntaba que los simios aprendían por sí mismos de forma individual gracias a un conocimiento latente. Josep Call, catedrático de Orígenes Evolutivos de la Mente en la Universidad de St. Andrews, en Escocia, especializado en cognición de primates, ha participado, junto al investigador Edwin van Leuween, en uno de los estudios de primates más reveladores sobre el tema publicado en Nature Human Behaviour.La investigación consistió en colocar una especie de cajas en las que si insertaras una bola de madera, se expulsaba una recompensa, alguna comida apetitosa para los simios.
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Durante tres meses, los chimpancés no supieron solucionar su mecanismo ellos solos, pero después de que los investigadores formaran un chimpancé de cada grupo para resolver el enigma de la caja, éste pudo trasladar el conocimiento a los demás. "Pudimos ver que aprenden un comportamiento de forma social, que no pueden innovar por sí solos", explica Call.
Los animales no humanos no sólo tienen cultura, sino que "es vital para algunas especies", afirma Luke Rendell, también investigador de St. Andrews, pero especializado en mamíferos marinos. "Los individuos no pueden desarrollarse para convertirse en miembros plenamente funcionales de sus sociedades sin cantidades significativas de aportaciones culturales, de forma similar a cómo imaginamos que un humano privado de aportaciones culturales durante su infancia se convertiría en un adulto con muchos problemas", asegura.
Junto con el biólogo Hal Whitehead, este etólogo ha recogido innumerables ejemplos que lo demuestran, como las diferentes rutas migratorias que hace la población de ballenas jorobadas y que las crías aprenden siguiendo a sus madres o las estrategias de búsqueda de alimentos, como el golpe de cola o la cola.
Sin Rodoredes ni Beethovens en el reino animal
Desde una mirada antropocéntrica, podemos pensar que a pesar de que tengan su propia cultura, ésta no tiene nada que ver con la nuestra que solemos asociar a artes como la escritura o la música. cultura no haya evolucionado como la nuestra porque no tienen cultura acumulativa, un concepto que implica la mejora del comportamiento aprendido generación a generación, señalan los investigadores. Así, ni Mercè Rodoreda habría escrito La plaza del Diamante ni Beethoven habría compuesto la Novena Sinfonía en una isla desierta, ya que lo hicieron gracias a la cultura acumulativa que les precedía.
¿Y por qué no son capaces de mejorar? El principal motivo de consenso es el tamaño del cerebro. "Los animales con mayor cerebro como los cetáceos y los córvidos son más inteligentes. El ser humano tiene un cerebro muy grande con una serie de conexiones muy ricas y eso nos diferencia", afirma Joan Carles Senar, investigador del Museo de Ciencias Natural de Barcelona. Además, la sociabilidad es clave en el crecimiento de ese órgano. Las cotorras argentinas, por ejemplo, cuanto más se relacionan, más repertorio vocal tienen, afirma el investigador, que añade que "para vivir en sociedad hay que tener habilidades cognitivas para entender lo que le ocurre al otro". Por tanto, varios condicionantes otorgan a cada especie una característica dominante y, para Impar, tal como el halcón peregrino es campeón en velocidad, el ser humano lo es en cultura.
Las investigaciones continúan su curso en este sentido y apuntan hacia rasgos incipientes de cultura acumulativa en los primates, marcados –como en los humanos– por el intercambio entre poblaciones que da lugar a herramientas más complejas. "Parece que hay una mejora, pero prudente y lenta. Esto ocurre con los chimpancés porque las hembras se van de su grupo natal para evitar el incesto y se llevan su bagaje cultural. El individuo que ingresa en otro grupo puede aportar comportamientos a las tradiciones establecidas y mejorarlas", explica la etóloga de la etòloga de la etòloga de la etòloga de la etòloga de la UB.
La dificultad está en realizar el seguimiento de estas conductas innovadoras para ver cómo evolucionan. "Estamos en pañales. Necesitamos más tiempo", admite esta investigadora. Por suerte, los investigadores no parten de cero. Impar cita Isaac Newton: "Cabalgamos sobre los hombros de gigantes". Es precisamente gracias a la cultura acumulativa que la ciencia puede ir cada vez más allá.
Dejar de mirarnos el ombligo
No sólo cultura, sino que hay evidencias que apuntan a que los animales tienen autoconciencia o que pueden planificar el futuro, como es el caso de los cuervos. Así pues, ¿por qué seguimos creyendo que tenemos más capacidades? "Los humanos tienen un sesgo que es pensar que somos fantásticos y únicos. Cuando rascas un poco ves que las diferencias no son tan grandes –afirma Call–. Nosotros estamos hablando por teléfono y los chimpancés no. Tampoco hay que trivializarse", admite, pero los animales "son como mínimo los precursores de estas".
Y es que estudiar primates "es como tener modelos vivos", puesto que nos ayudan a entender los orígenes evolutivos de nuestro comportamiento en especies más primitivas que el Homo sapiens o en los australopitecos, explica Colell. La investigadora huye del androcentrismo –"no es como una escalera que arriba están los humanos"– y advierte que deberíamos preocuparnos por su bienestar, aunque sea de forma egoísta, porque "sabríamos muy poco de nosotros sin ellos".
Por su parte, Impar apela a proteger el equilibrio ecológico sin caer en "el peligro del animalismo, que sólo ve a los individuos y prescinde de la relación entre los animales dentro del ecosistema". "Las malas hierbas son plantas de las que no sacamos provecho, pero las mariposas y otros animales sí. ¿Por qué son, entonces, malas hierbas?", se pregunta el investigador, que pide divulgación y entusiasmo: "Conocer es amar".