El truco para poder dormir con un ojo abierto
En pájaros y ciertos mamíferos, mientras una mitad del cerebro descansa, la otra está en alerta
Hay gente que, cuando despiertan, no son personas hasta después de haber ingerido al menos un par de cafés. Otros, en cambio, se levantan de buen humor y con el cerebro funcionándolos ya a velocidad de crucero en cuanto se ponen las zapatillas. Técnicamente –y con un toque de humor–, a los primeros se les ha etiquetado como night owls ya los segundos cómo a morning larks, en honor a los búhos nocturnos ya las alondras madrugadoras, respectivamente. Por mucha rabia que nos haga, ni unos ni otros tienen la culpa de preferir una distribución específica de su patrón diario de actividad/sueño, lo que se llama cronotipo: pertenecer a uno u otro grupo depende básicamente de los genes que te han pasado los progenitores.
Pero en algunos animales, como los propios pájaros, esta división entre dormir y estar despiertos no se define en realidad de una manera tan radical, porque tienen una ventaja sobre nosotros: son capaces de dormir asimétricamente. Esto significa que, mientras un lado del cerebro pesa higos, el otro está totalmente alerta, que sería lo que en la cultura popular se ha descrito bien gráficamente cómo dormir con un ojo abierto.
Seguro que a muchos humanos les gustaría poder ir avanzando sueño mientras realizan actividades que no requieren una atención absoluta, pero, por desgracia, la evolución no ha tenido la necesidad de dotarnos de este superpoder, especialmente útil para los animales que deben estar siempre pendiente del ataque del depredador de turno, también cuando descansan. Los pájaros pueden incluso volar en pleno sueño asimétrico, lo que, por ejemplo, les permite estar suficientemente atentos para no chocar con otros compañeros que transitan por el mismo espacio aéreo. Algunos mamíferos se benefician de ventajas similares, como las focas, que pueden nadar con un hemisferio cerebral dormido, o los renos, que a lo largo del día tienen numerosos episodios de "microsones", una especie de siestas que duran segundos y durante las cuales pueden incluso seguir rumiando.
La guardia nocturna humana
A pesar de nuestra incapacidad para dormir a medias, los humanos también somos capaces de no desconectar del todo cuando nos acostamos. Se ha visto que, la primera vez que pasamos la noche en un sitio nuevo, nuestro sueño será menos profundo, al menos en el hemisferio izquierdo, lo que nos permitirá estar más alerta a sonidos que puedan anunciar un peligro inesperado. El efecto desaparece en la noche siguiente, cuando ya conocemos mejor el entorno. Esto sería similar a lo que ocurre cuando duermen en aprieto los patos: los que están en medio del grupo se pueden relajar lo suficiente para caer en un sueño totalmente simétrico, mientras que a los que les ha tocado en la periferia deben mantener un ojo abierto para estar pendientes de posibles sustos.
Esta "guardia nocturna" de los humanos, que recuerda en cierto modo el sueño asimétrico, hace pensar que, con un poco de entrenamiento, quizás podríamos llegar a desconectar un hemisferio sí y el otro no. Pero hay que tener presente por qué necesitamos dormir. El consenso es que, durante el sueño, se realizan tareas esenciales de mantenimiento y limpieza en el cerebro. Como el nuestro va especialmente hiperrevolucionado, comparado con el de otros animales, es muy posible que no tenga suficiente con un apagón a medias y necesite un sueño de todas las partes a la vez para recuperarse de la actividad diurna.
De hecho, algo similar les ocurre a los animales que tienen la suerte de poder dormir asimétricamente, porque se ha observado que todos los que lo hacen, en un momento u otro deben recurrir también al sueño normal. ¿Por qué si dormir por etapas tiene claramente más ventajas? Un artículo publicado recientemente en la revista Current Biology por el grupo del doctor Peter Meerlo, de la Universidad de Groningen, intenta responder a la pregunta proponiendo que este sueño parcial sólo es posible en la ausencia de presiones que obliguen a una recuperación más completa. Para demostrarlo, los investigadores midieron la actividad eléctrica del cerebro de unas grajillas que dormían tanto como querían y otras grajillas que descansaban después de mantenerlas despiertas unas horas.
Observaron que el sueño asimétrico era más frecuente a medida que avanzaba la noche, y que apenas se veía cuando a los pájaros no se les había dejado dormir en el momento que querían. Esto indicaría que la desconexión parcial sólo podría hacerse cuando el cerebro está suficientemente descansado. Si no, los pájaros deben hacer bondad y dormir a fondo las horas que toca. Es decir, incluso los animales que tienen la suerte de poder desconectar zonas del cerebro por turnos deben ceder al sueño "clásico" cuando necesitan un reset profundo y descansar por completo.
El sueño es todavía un gran desconocido, pero el estudio del comportamiento de los animales nos puede proporcionar pistas de por qué debemos dormir y de cómo optimizar las horas que desconectamos las neuronas. En los últimos años se ha descubierto que la falta de sueño puede tener efectos importantes en la salud, tanto física como mental, e incluso influir en el envejecimiento de órganos como el propio cerebro. Queda claro que no se le pueden escatimar horas a Morfeo, porque después el precio que pagamos puede acabar siendo caro. Y ni siquiera los pájaros escapan.