EXPLORACIÓN

El increíble corazón menguante de los astronautas

A los astronautas se les encoge el corazón. No es una metáfora del susto que provoca la visión del lugar donde, como decía Carl Sagan, han vivido todos los que conocen, todos de los que han oído hablar, todos a los que quieren. No. Es un efecto físico real, estudiado. Durante su estancia de 340 días en la Estación Espacial Internacional el corazón de un astronauta de la NASA, Scott Kelly, pasó de 190 a 139 gramos, una reducción del 27%, según publica la revista Circulation en un artículo firmado por el cardiólogo Benjamin Levine, del University of Texas Southwestern Medical Center.

Kelly, tal y como hacen todos los astronautas, no paró quieto mientras estaba en la estación. Corría en una cinta, pedalaba en una bicicleta estática y hacía ejercicios equivalentes a levantar pesas entre 30 y 40 minutos, seis días cada semana. Toda esta actividad no bastó para contrarrestar el efecto de la ausencia de gravedad, que hace que no cueste tanto bombear la sangre para enviarla hacia la parte superior del cuerpo. El motivo de esto no es que los astronautas estén tan lejos que el campo gravitatorio de la Tierra se haya debilitado. Como cualquier cuerpo que orbita alrededor de otro, los astronautas están cayendo continuamente hacia la Tierra. Y este caer permanente, como pasa cuando dos coches se mueven a la misma velocidad y se ven quietos el uno al otro, anula de alguna manera los efectos del campo gravitatorio. Ya lo dijo Einstein: la mejor manera de liberarse de la gravedad es saltar por la ventana.

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“Se atrofió y se encogió un poco, pero siguió funcionando correctamente”, ha explicado el autor principal del artículo sobre el corazón de Kelly en un comunicado. “Y esto es alentador para los viajes espaciales de larga duración, porque muestra que incluso después de un año en el espacio, el corazón se adapta relativamente bien”, ha añadido Levine. Este fenómeno es un viejo conocido de los médicos: reducciones de esta magnitud, e incluso de algo más, se han observado también en pacientes que están obligados a hacer reposo absoluto durante periodos largos de tiempo.

Efectos desconocidos a largo plazo

Además del corazón de Kelly, el investigador ha estudiado el corazón de 13 astronautas más que han pasado seis meses en órbita y ha observado que el encogimiento de este órgano varía en función de la forma física de cada uno. Los astronautas más bien preparados físicamente experimentan reducciones del corazón más acusadas que los que no lo están tanto. Esto quiere decir que la diferencia entre hacer actividad física en la Tierra y al espacio es más grande que la diferencia entre no hacer nada en la Tierra y hacer ejercicio en órbita.

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Los efectos de la ingravidez o de una gravedad inferior, como la que hay en la Luna o en Marte, son relevantes para evaluar la seguridad de viajes espaciales de larga duración como los que se planean para la próxima década, en la que se pretende llevar personas a Marte. “No conocemos los efectos de la ingravidez a largo plazo”, afirma Marta Sitges, directora del Institut Cardiovascular del Hospital Clínic de Barcelona e investigadora de la Idibaps. “Sabemos que el corazón es un músculo que se adapta a cada situación y que funciona con mínimos requerimientos”, explica. “En situaciones de ingravidez -continúa- pierde masa muscular y cambia de forma, pero no hay mucha literatura porque no hay mucha gente que haya ido al espacio”.

Una pérdida importante de masa muscular del corazón puede provocar problemas como la bradicardia extrema, es decir, un retardo acusado del ritmo de latido que hace que el corazón sea incapaz de distribuir oxígeno a todo el cuerpo, incluso a sus propios tejidos. Esta carencia de oxígeno en el músculo cardíaco puede hacer que el corazón deje de latir. “Esto pasa en algunas personas con anorexia -apunta Sitges-, en las que el corazón tiene poca masa muscular y no recibe nutrientes, de forma que se acaba parando”. “Si la ingravidez puede llegar a provocar situaciones extremas como esta no lo sabemos”, dice. “Como prevención, los astronautas hacen mucho ejercicio”.

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Estudios como este pueden ser útiles a la hora de diseñar mejores programas de entrenamiento para los astronautas, que, de acuerdo con los planes de varias agencias espaciales, serán cada vez más necesarios.