Muere a los 92 años Edward O. Wilson, el hombre de las hormigas
Era considerado como el Darwin de la era moderna y fue el creador del concepto de biodiversidad
BarcelonaPocas personas podían presumir en vida de estar en la lista de los 100 científicos más influyentes del mundo en el siglo XX como lo ha sido Edward Osborne Wilson, catedrático emérito de la Universidad de Harvard, premio Pulitzer dos veces y creador de términos actualmente referenciales como la definición de biodiversidad y el despliegue de lo que en su momento fue una disruptiva rama científica llamada sociobiología. Wilson, nacido en Birmingham, Alabama, en 1929, murió el 26 de diciembre en la ciudad de Burlington, Massachusetts, a la edad de 92 años.
Wilson, que en 2007 también recibió el premio Internacional Catalunya de la Generalitat, desarrolló prácticamente toda su carrera en la Universidad de Harvard y empezó a despuntar internacionalmente por su casi obsesivo interés por los insectos sociales y muy particularmente por las hormigas. Se inició en su estudio ya hace casi 70 años a raíz de una especie invasora en el sur de los Estados Unidos, la hormiga de fuego (Solenopsis saevissima richteri). Con el tiempo llegaría a describir 625 especies de hormiga, 341 de las cuales resultaron nuevas para la ciencia. Su interés por estos insectos lo llevó también al estudio de su conducta, su relación ecológica con su entorno y a la definición todavía vigente de los hormigueros como un superorganismo, una entidad con vida propia formada por miles de individuos en que el conjunto se convertía en un único individuo de características superiores a la suma de las partes.
La investigación de Wilson lo llevó muy pronto a establecer relaciones con otras disciplinas como la ecología, la biología evolutiva y la etología, además del conservacionismo. Fruto de estas conexiones, Wilson definió dos teorías que hoy son centrales en ecología. La primera es la que da forma al concepto de biodiversidad y su relación con el mundo actual. Propuso la teoría del “50-50”, según la cual había que preservar al menos la mitad de los ecosistemas para mantener el planeta en equilibrio. La ONU ha hecho suyo este principio si bien reduciendo el objetivo al 30%.
La segunda es la que lo dirigió a definir la sociobiología como una nueva disciplina científica de la que nacen algunas de sus teorías más polémicas como por ejemplo la llamada conducta altruista o la preservación de las especies por la transmisión de los genes y de los grupos más que del individuo. Esta teoría enlaza con la del "gen egoísta" desarrollada por el científico y divulgador británico Richard Dawkins, según la cual el gen es la unidad fundamental de la evolución. Según Wilson, el altruismo favorece el éxito reproductivo al favorecer los genes más beneficiosos para el grupo con independencia de cada uno de los individuos que lo componen.
Son precisamente sus aportaciones a la definición de conducta social, éxito reproductivo o parentesco genético, claves en la sociobiología, las que han hecho que muchos expertos hayan considerado a Wilson como el Darwin de la era moderna, puesto que ha reescrito la teoría de la evolución a partir de parámetros innovadores que han trascendido el ámbito científico gracias a sus calidades como divulgador. Especialmente recomendables son sus obras On human nature y Ants, merecedoras del premio Pulitzer, Sociobiology: The new synthesis y The superorganism.