Redes Sociales

Los mensajes de odio en las redes se asemejan a alteraciones de la personalidad

Una investigación de la Universidad de Texas sitúa este tipo de mensaje muy cerca de los vinculados a trastornos como el narcisismo, el límite de personalidad y el antisocial

Entrar en según qué foros de internet o en redes sociales como X puede ser, en muchas ocasiones, cómo andar por un terreno minado. Un comentario desafortunado o simplemente que no guste a alguno de los participantes y puede estallar una tormenta de insultos y amenazas. El odio digital es tan habitual que a menudo lo consideramos parte inevitable de las redes sociales, y tendemos a asociarlo a la mala educación de algunos internautas. Pero, ¿qué ocurriría si el lenguaje del odio en internet no fuera sólo un reflejo de mala educación? ¿Qué pasaría si escondiese patrones que recuerdan a otras formas de comunicación humanas relacionadas con determinadas alteraciones de la personalidad?

Un trabajo publicado recientemente por dos investigadores de la Universidad de Texas, Andrew William Alexander y Hongbin Wang en Plos Digital Health, muestra que los discursos de odio que se encuentran en las redes sociales comparten rasgos lingüísticos característicos con los textos que realizan personas con trastornos de personalidad. Han cartografiado este fenómeno con técnicas matemáticas y, cuando lo han situado en un mapa conceptual del lenguaje, han visto que están muy cerca de los discursos típicos vinculados a trastornos como el narcisismo, el límite de personalidad y el antisocial.

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De forma resumida y simplificada, el narcisismo se manifiesta en una necesidad constante de admiración y empatía limitada. El trastorno límite de personalidad, a su vez, se asocia a una montaña rusa emocional, con relaciones intensas y mucho miedo a ser abandonado. Y el antisocial se caracteriza por la falta de respeto por las normas y por los derechos de los demás, con tendencia a manipular a las personas y las situaciones y con muy poco remordimiento por los actos cometidos. Esto no quiere decir, dicen explícitamente los investigadores y es muy importante dejarlo claro, que las personas con estos diagnósticos psiquiátricos sean más agresivas, sino que el lenguaje del odio en las redes sociales tiene una estructura que recuerda la desregulación emocional propia de estas condiciones.

Con ayuda de la IA

Para llegar a estas conclusiones, los autores compararon miles de mensajes de comunidades de odio y foros sobre salud mental. Los recogieron de 54 comunidades de Reddit, que es una plataforma de foros online que funciona como una gran comunidad de comunidades. Había grupos de odio, foros de desinformación, comunidades sobre trastornos psiquiátricos y grupos de control. Cada mensaje se convirtió en un vector matemático de 1536 dimensiones mediante inteligencia artificial. Después, con técnicas de topología de datos, construyeron un mapa que mostraba qué comunidades son lingüísticamente más cercanas. La topología de datos es una técnica matemática que sirve para entender la estructura escondida de conjuntos de datos muy grandes y complejos. En lugar de mirar sólo puntos concretos, analiza la forma global cómo se agrupan en función de su semejanza.

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El resultado fue contundente: los discursos de odio se colocan junto a las comunidades de trastornos de personalidad, mucho más cerca entre ellas que la de los grupos de control. Detectaron puntos en común entre los grupos de odio y las comunidades sobre trastornos psiquiátricos, específicamente un uso intenso de expresiones emocionales, una tendencia a percibir al otro como una amenaza y una comunicación marcada por el conflicto. Curiosamente, los foros de desinformación presentaban un patrón distinto. Su lenguaje se asemejaba más al de los grupos de control, con una ligera conexión con trastornos de ansiedad. En otras palabras, no es lo mismo difundir noticias falsas o fake news que odio.

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Hay que decir que esto no implica que las personas que realizan mensajes de odio tengan que tener alguno de estos trastornos, sino que tienen estilos comunicativos similares. En otras palabras, las expresiones de los hateros, como se les suele llamar, pueden sonar como las de alguien que lucha con una regulación emocional difícil. Este paralelismo plantea una idea muy interesante: si las terapias destinadas a mejorar la empatía y la gestión emocional funcionan en pacientes con trastornos de personalidad, ¿podrían inspirar estrategias para reducir la toxicidad en internet?

El lenguaje del odio, dicen Alexander y Wang, no es sólo una cuestión de ideología: también es una forma de comunicarse marcada por la desregulación emocional. Esto permite entender mejor este fenómeno y abrir nuevas vías de acción. Proponen tres, que de otro modo son muy lógicas: incidir en educación emocional para poder gestionar mejor las emociones ante la impulsividad que comporta el ámbito digital; favorecer una moderación más humana que en lugar de limitarse a censurar explore estrategias que promuevan la empatía y la reflexión, y desarrollar herramientas de detección para identificar el odio antes de que estalle.

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Sin embargo, siempre hay que tener bien presente que no se puede vincular trastornos de personalidad con odio, ya que significaría una estigmatización que podría alimentar prejuicios contra personas vulnerables; que estos estudios analizan textos, no personas, y que, por tanto, en modo alguno pueden servir para realizar diagnósticos, y que el desarrollo de algoritmos debería ser muy cuidadoso, para evitar una censura excesiva que confundiera el lenguaje emocional lícito y legítimo con odio. La mejor estrategia no es sólo borrar mensajes, sino aprender a hablar y escuchar de otra forma.