Ciencia

Los perros podrían ser los primeros animales en recibir un fármaco antienvejecimiento

El medicamento ha mostrado ser seguro en un primer ensayo con 130 individuos

Una parte importante de la población de los países desarrollados está cada vez más obsesionada en encontrar formas de frenar los efectos del paso del tiempo sobre el cuerpo. El hecho de que, en el último siglo, llegar a viejos haya pasado de ser algo más bien anecdótico a ser la norma ha propiciado la aparición del concepto de antienvejecimiento. La etiqueta engloba a científicos que, genuinamente, tratan de entender por qué envejecemos y qué se puede hacer para evitarlo y vivir con más calidad de vida, pero también un grupo de estafadores que se hacen de oro vendiendo humo.

De hecho, se calcula que la industria del antienvejecimiento mueve 60.000 millones de dólares al año, una cifra que podría doblarse antes del 2030, lo que tiene un mérito especial si tenemos presente que, ahora mismo, no hay ningún producto ni estrategia en el mercado que realmente tenga un efecto biológico demostrado sobre los mecanismos del envejecimiento. Por eso es especialmente irónico que, a pesar de todos los esfuerzos y el dinero invertido en intentar satisfacer esta creciente demanda social, parece que finalmente serán los perros los que disfrutarán antes que nosotros de un fármaco para vivir más tiempo.

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Perros gordos y pequeños

Si observamos las diferentes longevidades de los animales, podríamos llegar a una conclusión bastante lógica: la esperanza de vida parece estar relacionada con el tamaño. En un extremo, animales tan grandes como los elefantes pasan fácilmente de los 80 años, mientras que en el otro insectos como las moscas viven días o sólo horas. Cierto es que esta norma tiene muchas excepciones. Los pájaros, por ejemplo, viven en general más que lo que les tocaría por su volumen si la relación fuera estrictamente lineal. Hay muchos factores implicados en la predicción de la longevidad de una especie, más allá de la masa corporal media.

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Lo interesante es que, si miramos las diferencias dentro de una misma especie, la relación es inversa. Es decir, los individuos mayores suelen tener una esperanza de vida más corta que los pequeños. En ningún animal es más evidente esto que en los perros, porque de las más de 400 razas distintas que existen, algunas pueden llegar a ser hasta cien veces mayores que otras. Un análisis de los tejidos de estos animales revela que las razas de perros más voluminosas tienen un envejecimiento celular más rápido, lo que cuadra con que los Gran Daneses viven sólo unos seis años de media, mientras que los Chihuahua viven unos veinte.

Los motivos de estas diferencias no están claros. La longevidad podría estar determinada por la longitud de los telómeros, medida en las células de la sangre: cuanto más cortos son, menos esperanza de vida. Y los perros mayores podrían tener mayor riesgo de sufrir problemas cardíacos o un cáncer, lo que les acortaría la esperanza de vida. Estudios recientes sugieren que la longevidad podría depender de los niveles de inducción de genes como los llamados IGF-1 o ERBB4, más activos en las razas grandes.

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Larga vida a los perros

Para cubrir la gran demanda que podría existir en el mercado de las mascotas, la compañía biotecnológica Loyal, con sede en San Francisco, está ultimando un producto que podría alargar la esperanza de vida de los perros mayores. La FDA, la agencia del gobierno de Estados Unidos que aprueba los nuevos fármacos, ha revisado recientemente la primera propuesta del nuevo compuesto de Loyal y su veredicto es que "tiene expectativas razonables de ser efectivo". Esta noticia es importante porque se trataría del primer medicamento con un efecto propiamente de antienvejecimiento que podría comercializarse, aunque sea en perros, después de décadas de investigación intensiva.

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El fármaco se inyecta una vez cada tres o seis meses, y reduce precisamente los niveles de IGF-1, una hormona que regula los procesos de crecimiento de los organismos, pero también el metabolismo. Esto se sabe que influye en la velocidad de envejecimiento, no sólo de los perros, sino también de animales tan diversos como gusanos, moscas y ratones, que se utilizan mucho para estudiar el envejecimiento en el laboratorio. En todos estos modelos se ha visto que inhibir la IGF-1 aumenta la longevidad.

El fármaco de Loyal se ha probado en 130 perros y no ha dado efectos secundarios importantes. Si supera las pruebas finales, que empezarán seguramente el próximo año y se realizarán en 1.000 perros de razas grandes, la idea sería que se pudiera comercializar en el 2026. Esto es una buena noticia para los propietarios de perros, pero también para la población en general, porque abriría la puerta a aprobar posibles tratamientos para humanos en el futuro.

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Hay que tener presente que, aunque parezca prometedor, no se sabe lo efectivo que será realmente el fármaco. Y, en caso de que funcionara bien, no se podría aplicar a personas, porque el tamaño no es tan importante a la hora de definir nuestra esperanza de vida y nuestra longevidad no parece depender de la misma hormona. Ahora bien, es un primer paso que puede acelerar el desarrollo de medicamentos de este tipo, tanto porque dará pistas sobre cómo modular el envejecimiento en mamíferos como porque allanará el camino desde el punto de vista logístico y burocrático.