“Soy venenoso”: he aquí una de las declaraciones más honestas del mundo animal
Los colores llamativos indican un grado más alto de toxicidad
En la naturaleza, muchos animales son presa de otros animales que se alimentan de ellos. Las relaciones entre los depredadores y las presas son cruciales para el equilibrio y el buen funcionamiento de los ecosistemas. Para evitar ser detectados, la coloración de muchos animales les permite camuflarse con el entorno, lo que hace que predominen los tonos crudos, terrosos y grisáceos. Aun así, hay otros que hacen todo lo contrario: exhiben colores vivos y brillantes, muy contrastados, que son fáciles de ver. Estos animales usan otro mecanismo de protección: fabrican y acumulan sustancias tóxicas que pueden provocar dolor y malestar a quien se los coma, e incluso causar la muerte a los depredadores que se atrevan a cazarlos. En estos casos, los colores llamativos sirven de aviso.
Hace tiempo que se discute hasta qué punto los depredadores son capaces de valorar el grado de toxicidad de sus posibles presas a través de colores llamativos. Dicho de otro modo, ¿los depredadores solo detectan si el animal que se quieren comer es tóxico, o pueden conocer el grado de toxicidad para valorar si se arriesgan a comérselo? Los investigadores Thomas E. White y Kate D. L. Umbers, de la Universidad de Sydney, en Australia, han publicado un estudio en la revista Proceedings of the Royal Society B que indica que las diferentes características asociadas a un color, como el brillo y el contraste, se correlacionan de manera directa con el grado de toxicidad, lo que puede ser utilizado por los depredadores para decidir si corren el riesgo de devorarlos.
Se conocen muchos ejemplos de animales que acumulan sustancias tóxicas en el cuerpo para evitar que posibles depredadores se los coman. En muchos casos, esta toxicidad va acompañada de señales que lo indican, principalmente a través del color. En terminología científica, esto se llama aposematismo. Se define como un mecanismo de defensa primaria, el color, que advierte a los depredadores de la existencia de otro mecanismo de defensa secundario, una sustancia tóxica. Los colores que advierten de la toxicidad acostumbran a ser muy brillantes y contrastados: tonos rojos, verdes y amarillos muy vivos y llamativos, a menudo con manchas negras u otros colores que aumentan su visibilidad.
Como mecanismo de defensa secundario, es decir, en cuanto a la toxicidad, hay animales que tienen un gusto muy amargo, como las mariquitas. Su color rojo vivo con manchas negras, que tanto destaca en un prado de hierba verde, como avisa a posibles depredadores: “No me comas, que tengo un gusto terriblemente malo”. Otros animales, en cambio, producen sustancias tóxicas que pueden causar la muerte a quien ose comérselos, como es el caso, por ejemplo, de la rana de dardo dorada, de color oro. El veneno de un solo individuo puede matar a 20.000 ratones de golpe.
Más color, más veneno
Se conocen muchos ejemplos más, pero desde hace tiempo existe la duda de si hay una correlación directa entre la vistosidad de los colores y el grado de toxicidad. Es lo que los investigadores llaman honestidad de las señales aposemáticas. White y Umbers han examinado 24 casos diferentes de aposematismo, y han correlacionado varias características del color con el grado de toxicidad. No se han fijado en cada color concreto, sino en el contraste de las combinaciones de colores y en características intrínsecas y transversales en todos los colores, como el brillo, la saturación y la tonalidad. Uno de los aspectos que han tenido en cuenta es la relación directa que hay entre la sustancia tóxica y el color. En algunas especies, el color de aviso y la toxina proceden de una misma sustancia, de forma que cuanta más toxina haya, más intenso y contrastado será el color. En otros casos, el pigmento y la toxina tienen orígenes bioquímicos diferentes, pero de alguna manera comparten mecanismos de regulación.
En las dos situaciones, los resultados indican que tanto el brillo como la saturación, la tonalidad y el contraste incrementan cuando lo hace la cantidad y la toxicidad del veneno. Esta correlación se ha observado, además, tanto entre individuos de una misma especie como entre especies diferentes. Dicho de otro modo, los individuos que acumulan más toxinas destacan más que los que acumulan menos, y las especies más tóxicas también presentan un brillo, una saturación, una tonalidad y un contraste superiores a las que son algo menos venenosas. Tal y como dicen los autores al final de su artículo, “en las especies tóxicas el aposematismo es honesto; los colores no engañan”.