El Esclafit: un tornado al revés dentro del decantador

Cojo a David Seijas de camino a La Casa del Libro, en Barcelona, ​​a la presentación del libro que acaba de escribir, a la manera de Anthony Bourdain, Confesiones de un sumiller. Le presentan dos Ferrans bullinianos como él, Adrià y Centelles (bulliniano: un neologismo que utilizamos con toda naturalidad). Quizás recuerden que ya lo tuvimos, en estas alegres páginas, por La Roca del Crit. Hoy volvemos con otro de los proyectos que realiza con Gallina de Piel Wines. El Esclafit 2018. La primera añada de este Priorat imprescindible.

“Te vas al Priorat y se para el tiempo”, dice el hombre que nunca tiene tiempo. "Te enamoras, se para el reloj, haces un viaje al pasado, donde sobre todo es bonito ver viñas viejas y también viñas jóvenes y nuevas", dice. Y esto es un símil de lo que ha pasado en muchos pueblos, y de lo que ocurre con este vino. Hay jóvenes que se han quedado en el Priorat gracias a la viticultura. Viñedos viejos, firmes, firmes como las personas, sabias, pero con nervio, el nervio de antes. David Seijas es enamoradizo. Se enamora de viñedos, de personas, de paisajes, de todo a la vez. Y se enamoró del viticultor Marc Ripoll, que es un ejemplo de lo que decíamos: se marchó a Barcelona, ​​y regresó porque por las noches soñaba con cariñenas. Es el propietario de Cal Batllet, en Gratallops; un “garaje”, por decirlo como los franceses cuando hablamos de una pequeñísima bodega. “Me gusta decir que con las colabos con Gallina de Piel” el vinatero es el DJ residente, el que vigila, el que mira las botas cada día. Tenemos las botas en coworking”.

¿Clásico priorato o nuevo priorato?

La pregunta de siempre, cuando estamos en el Priorato: ¿este priorato es un clásico priorato o es un nuevo priorato? ¿Es un vino potente, como los de los años 90 cuando llegaron "los magníficos"? ¿O es un priorato más ligero, fino, delgado y señorial? Pues es un clásico priorato, de los años 90 o 2000, sí, sí, sí (pongo tres seis) pero con la textura del 2024. Es decir, y para utilizar una broma Seijas: “Es un viejo priorato, pero también existe en él la revolución de hacer garnachas en Gredos”. ¿Quizás es que la revolución del Priorat fue más de la garnacha que de la cariñena?

En el Esclafit hay suculencia, extracción y fruta madura, compotada, negra... Una gama aromática que, hoy, quizás también está pase de moda. Pero todo esto con textura actual. “Sin buscar esos taninos ariscos que te reventaban la boca”. Si se le sirven en la copa, viajarán al 2000, por su color, pero cuando lo prueben verán que es una boca de ahora. No encontrarán los impactos de los torrefactos, pero sí encontrarán la bota, sin embargo. Esa potencia la quieren domar. Y esto nos lleva a Shakespeare, por cierto.

“Si catas este vino estás viajando al Priorat. Visualmente tiene un color intenso, extracción, moverse muy lento en la copa”. Es una hermosa forma de verlo. Me imagino la pereza en la copa, la densidad, la opulencia... Y todo esto es ir en contra del mercado, pero en el vino, como en la forma del pantalón, hay ciclos.

Aplastado. ¿Nunca han visto ninguna? Es como un tornado al revés. En los viñedos de este vino hubo uno, y es por eso que el vino se llama. Un chasquido, en realidad, es como mirar lo que ocurre dentro del decantador. Para maridarlo, y como siempre que hay Seijas por ahí, vamos al bar La Perla, el de su madre. Yo haría algo de chup-chup, como un ganso en la cazuela, un jabalí... “Oh!”, me dirá lo que hace régimen: “¡Es que platos tan contundentes no comemos todos los días!”. Y yo le diré que, como botellas sólo miden dos mil, un día se le pueden permitir, un plato de estos, tan maravillosos, que llamamos “un plato de paciencia”...

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