Emergencia climática

Italia vive con angustia la posible desaparición del risotto

El país transalpino es el primer productor de arroz de la Unión Europea, pero la crisis climática ha provocado estragos.

RomaDespués de dos años de extrema dificultad, los campesinos de Italia, especialmente los que se dedican a la producción de arroz, respiran aliviados. Las lluvias anómalas registradas en los primeros meses del año, que tradicionalmente son los más secos, garantizan la cobertura al menos durante todo el mes de junio. "La situación es tranquila, lanzar alarmas ahora sería inoportuno", explica Alberto Lasagna, ingeniero y director de Confagricultura Pavia, la sección local de la mayor organización de agricultores del país transalpino. Sin embargo, advierte: "Debemos estar preparados para cualquier eventualidad porque vivimos un escenario comparable al de una guerra, desconocida, que es la climática".

Lejos de ser pesimista, Lasagna, autor del libro El cuidado del regazo (en catalán, "el cuidado de las aguas subterráneas", P&V Edizioni) sabe de qué habla. En 2022 la escasez de precipitaciones provocó la peor sequía en 70 años en Italia. La falta de lluvias puso de rodillas no sólo algunas grandes ciudades, que empezaron a racionar el uso de agua potable, sino sobre todo la agricultura. El sector sufrió una hemorragia de casi 3.000 millones por la pérdida del 30% de su producción. La peor parte se la llevaron los productores de arroz. Un desastre del que todavía se están recuperando mientras esperan las ayudas prometidas por las instituciones.

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Italia es el mayor productor de arroz de la Unión Europea, con más del 50% de la producción total distribuida en cerca de 26.000 hectáreas. Sólo entre las regiones de Lombardía y Piamonte, en el norte del país, se cultiva alrededor del 95% del arroz italiano. Es en esta zona donde se producen algunas variedades únicas, como el carnaroli, que gracias a su capacidad para resistir altas temperaturas se utiliza en la elaboración del risotto, un plato típico de la cocina italiana.

Los arrozales italianos se alimentan de la fundición de nieve alpina. Ante la escasez de nieve y agua, el año pasado muchos agricultores que habían perdido la cosecha en el 2022 optaron por sembrar grano, lo que se tradujo en una disminución de 7.500 hectáreas de arrozales, según datos del Ente Nazionale Risi, la autoridad nacional del arroz. “Este año la superficie volverá a ser la que era hace dos años –adelanta Lasagna–. Los lagos están llenos, la vertiente que tenemos en este territorio está en buenas condiciones debido a esa lluvia anómala que estamos teniendo. Pero debemos prepararnos para cambiar la gestión de toda el agua procedente de la nieve que se fundirá antes por la subida de las temperaturas, porque lo que estamos viendo no es que llueva menos, es que llueve en menos días, tenemos lluvias más intensas. Y el aumento de las temperaturas del mar, paradójicamente, hará que llueva más”.

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El uso del subsuelo

Lasagna propone aprovechar la capacidad de la zona para almacenar toda el agua posible utilizando el subsuelo "como una esponja" para enfrentar los períodos de sequía. Durante los últimos diez años, los agricultores del norte de Italia han implementado algunas medidas específicas con fondos de la UE para sumergir los arrozales, “pero no es suficiente”, apunta este experto, que señala otro problema: “Es necesario gestionar mejor toda la producción de fuentes eléctricas renovables”.

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La producción de energía hidroeléctrica supone un reto nuevo para la agricultura tradicional. “En el 2022 nos dimos cuenta cruzando los datos que en el momento de más sequía, los días en los que en los ríos había menos agua, era cuando se producía más energía hidroeléctrica –explica–. Hay que ver cuál es la prioridad: producir energía eléctrica de la forma más económica posible o producir bienes alimentarios. Si decidimos que es más importante producir energía eléctrica, corremos el riesgo de morir de hambre con la bombilla encendida”.

Los expertos apuntan a una nueva gestión de los recursos hídricos –cada vez más escasos– y una mayor inversión en investigación para hacer frente a un futuro incierto. En los próximos meses se empezará a comercializar el nuevo prometeo. Se trata de una nueva variedad de arroz obtenido gracias a la experimentación genética, que en realidad es una versión actual de otro que se dejó de cultivar a finales del siglo pasado, que requiere menos agua y, por tanto, es capaz de resistir una sequía prolongada. Un rayo de esperanza ante un futuro incierto que, sin embargo, tiene un grave problema: no es adecuado para cocinar risotto.