Magda Oranich: "Un buen culé siempre debe tener cava en la nevera"
Abogada y política
¿Hasta qué punto está presente está el vino en tu día a día?
— La verdad es que bebo poco, pero la historia de qué es el vino, de dónde viene, de qué año... El legado del vino del Mediterráneo en general me apasiona, porque el mejor vino del mundo lo tenemos aquí cerca y en Cataluña los tenemos muy buenos. Yo tengo la tendencia natural de pedir vino catalán. No sé si las empresas nos lo agradecerán, pero al menos entre unos y otros hemos conseguido que en las cartas de vinos de los restaurantes haya vino catalán, algo inexistente hace años.
¿Eres de las que necesitan acompañar una copa con buena comida?
— Sí, siempre necesito acompañar el vino de algo, a menos que sea una fiesta en la que te dan una copa. Algo distinto es el cava, que para un brindis va perfecto y un buen culé debe tener siempre cava en la nevera. Esto ya lo decía mi padre, pero entonces en lugar de cava decía champán.
¿Guardas algún recuerdo de una victoria del Barça donde el cava estuviera presente?
— Pues de la primera vez me acuerdo perfectamente. Fue la primera vez que noté que me subía el vino a la cabeza, cuando tenía 7 años. En 1952 mis padres cogieron el coche para ir hasta París a ver la Copa Latina. Yo estaba en casa con mis abuelos y seguimos el partido por la radio, un partido que el Barça acabó ganando por 1-0 al Niza. De repente, mi abuelo se animó y abrió una botella de champán. Sólo probé un poco de una copa, pero claro, yo nunca había bebido.
¿De mayor recuerdas algún brindis en especial?
— Ostras, pues un brindis que fue brutal, vuelvo a hablar del Barça y de París, fue la segunda Champions, el 17 de mayo del 2006. ¡Fue una subida de euforia tan grande cuando ganamos! Habíamos deseado mucho aquella Champions porque hacía mucho tiempo que no ganábamos ninguna. De hecho, las copas de ese brindis que llevaban el sello del Barça marcado en el cristal todavía las tengo en casa y solo las saco en ocasiones muy especiales.
¿Quién estaba en ese brindis?
— Me llevé a París a mis hijos y medio nieto, porque mi nuera estaba embarazada. Cuando nos proclamamos campeones lo fuimos a celebrar al Bois de Boulogne, porque la junta ya lo había reservado. Allí estuve hablando mucho rato con alguien que estaba muy triste porque no había podido jugar, Leo Messi. Siempre le he enseñado la foto de ese día que se le veía muy triste porque no jugó, pero después gracias a él hemos ganado tantos y tantos títulos. También había otras personas, incluso estaba el presidente Zapatero, que es culé, que tiene su mérito haber nacido en León en plena dictadura y ser del Barça. Evidentemente, estaban Laporta y los demás miembros de la junta. Pero, de hecho, andabas por París y todo eran culés.
¡Todos tus recuerdos los vinculas al Barça! Seguro que en otras facetas de tu vida el vino también está presente.
— ¡Es que el Barça es una parte muy importante de mi vida! Pero sí, yo tengo la suerte de que por una cosa o por otra me regalan vino. Ya sea vinculado al mundo de la abogacía o a la presentación de un libro o cuando voy a hacer algún pregón. Estos vinos que me regalan con todo el cariño, si son buenos me los guardo para el día que tengo invitados.
Con todo lo que has rodeado por Cataluña, ¿con qué DO te quedas?
— Para mí el vino blanco es Penedès y el tinto Terra Alta o Montsant. Pero lo que tienen puesto como si fuera un lingote de oro en la Quinta Avenida es el vino del Priorat. También hay sitios donde había poco vino y ahora han salido un grupo de bodegas. Siempre que voy en verano al Empordà me llevo a casa vino, porque tienen buenísimos.
Has tenido la oportunidad de viajar bastante, ya sea a Ginebra para organismos internacionales como a otras partes del mundo por gusto propio. ¿Recuerdas algún vino no catalán que te sorprendiera?
— Sí, la verdad es que me gusta degustar vinos de otros sitios cuando viajo. Por ejemplo, existe una zona de mucho vino en California, en el valle de Napa, que son buenos y es curioso de ver, pero no son como los del Mediterráneo. También en Suiza hacen un vino muy bueno, pero en su caso no hacen suficiente producción. Esto es lo que ocurre en el cantón de Vaud. Allí cada vuelco que da la montaña es una pequeña terraza donde hay viñedos, incluso son patrimonio mundial de la Unesco, pero claro, a pesar de hacer un buenísimo vino es un terreno muy pequeño. ¡Nosotros tenemos mucha suerte, porque tenemos la calidad unida a la producción!