Núria Marín: "Sacar la botella de ratafía y los barquillos hace 'vintage'"
Periodista
Acabas de estrenar el programa ¿Tienes un minuto? en TV3. Durante el rodaje, ¿qué brindis recuerdas especialmente?
— Cuando hacíamos noche aprovechábamos para hacer algo de equipo, y los brindis eran siempre un momento especial. El vino genera un espacio para conocernos a nosotros y también el producto del territorio, porque tenemos sitios con vinos buenísimos y con denominaciones de origen muy interesantes. Aquí en Cataluña tenemos muy buenos.
En la copa de los brindis puede haber diferentes bebidas. ¿Con qué te gusta brindar?
— La de celebración es el cava, sin lugar a dudas. Es una bebida de la que me estoy enamorando con el tiempo, porque antes no acababa de entenderla. Lo tenía muy vinculado a Navidad ya brindar, y hago un traguito y ya está. Pero ahora cada vez disfruto más y muchas veces lo pido para cenar, sobre todo cuando tengo que comer pescado.
Cava aparte, ¿cuáles son tus preferencias?
— Soy mucho vino tinto. Me gusta saborearlo, intentarle entender, buscarle matices, y dejarme llevar también mucho por los sumilleres.
¿Alguna recomendación en concreto?
— En una celebración con mi novio en el hotel Om, nos recomendaron un vino que olía a pies, pero que a gusto era buenísimo. Suerte que nos avisaron, porque cuando sentimos ese olor… Había que hacer una disociación de los sentidos, pero el gusto era increíble. Es un mundo muy interesante.
Realmente confíe en los sumilleres.
— Somos muy aficionados a un restaurante de aquí en Barcelona llamado Windsor y que tiene muy buena carta de vinos. Allí nos recomiendan y nos cuentan toda la historia del vino. Es como cuando vamos de viaje y catamos vinos del territorio, como en Santorini cuando probamos un vino volcánico, o el vino de Australia, que nos encanta, sobre todo la uva syrah. No tienes que dejarte engañar por los tapones de rosca, porque algunos son muy baratos y con una calidad que flipas.
¿Descubrir el mundo del vino está vinculado con disponer de un cierto presupuesto?
— Sí, absolutamente. Con mi novio estamos juntos desde los 19 años, y nos damos cuenta de que hace años nos encantaban vinos que ahora nos parecen un horror. Pero también es verdad que me gusta recuperarlos de vez en cuando. Recuerdo el primer vino que me recomendaron, cuando trabajaba en la revista Superpop. Era Martín Verdugo, que salía muy bien de precio y es muy resolutivo según la situación.
¿Cómo introduces el vino en tu día a día, en una vida tan marcada por el deporte?
— El vino, para mí, es cuando estoy libre. A partir del fin de semana me dejo ir un poco más, siempre con moderación, porque también me gusta seguir una vida saludable, pero se puede integrar perfectamente. Depende mucho de lo que comas, porque si como un plato combinado de quinoa, lechuga, y pechuga de pavo a la plancha, por ejemplo, no combina con una copa de vino. Pero si hago un poco de quesos, jamoncito y pan con tomate, que es lo que más me gusta del mundo, sí que queda bien.
Tu infancia y juventud viviste en tu Vielha natal. ¿Allí ya tenías relación con el vino?
— Yo con el vino me familiarizo más tarde. En casa me familiarizo con bebidas bastante más fuertes. Era muy normal que a los niños que tenían dolor de estómago se les diera un poco de anís en la manzanilla. Desde muy pequeña hay algo cultural de alcohol potente, también vinculado al frío.
¿El alcohol y el frío van siempre de la mano?
— Cuando estaba en Divinity, con Nando Escribano siempre hacíamos la cobertura de la alfombra roja de los Premios 40 Principales. Se hacían en diciembre, al aire libre, y yo iba con un vestidito. Y antes de empezar el directo, íbamos al mismo bar y pedía con toda la intención del mundo: “Ponme unwhisky on the rocks”, por decir un whisky con hielo. Me hacía gracia porque lo veía en las películas, y en el contexto de la gala, “on the rocks” tomaba un doble sentido.
¿Este reducto de la tradición, del alcohol como aliado contra el frío, piensas que sigue marcando tu forma de beber?
— Ahora ha cambiado mucho, y yo no he adoptado esa costumbre, pero es cierto que tengo una botella de ratafía en casa. Quitar la botella de ratafía y barquillos, frutos secos, unos carquiñoles… hace vintage. Me gustan estas costumbres de pueblo, y creo que no deben perderse.
¿Crees que en el ámbito del periodismo, donde pueden darse comidas y cenas con fuentes, se aprovecha de algún modo el recurso del vino?
— Estas cosas implican un pacto tácito. De decir: "Ahora hablaremos, pero quedará aquí entre nosotros". Sí es verdad que yo procuro controlar lo que bebo, porque tampoco me parece justo que los demás estén bebiendo y yo no, porque entonces no estoy jugando con las mismas normas. Si no, parece que yo me esté aprovechando que los demás se están emborrachando. Lo que ocurre es que yo soy muy consciente de cuál es mi límite: cuando empiezo a tener calor y tengo ganas de sacarme la camiseta y quedarme en sujetadores.