La elección del Amparo

El Sueño: un vino inencontrable, único, para soñar

Un vino de otoño, más que de invierno, para maridar con setas y caza

Sueño

  • Variedad: Cariñena y Syrah
  • DO Priorat
  • Añada: 2016
  • Volumen: 750 ml
  • Productor: Alfredo Arribas
  • Para tomar sol leyendo —claro— 'Las mil y una noches', escuchando cualquier pieza de jazz que mezcle música oriental con la de Nueva Orleans.

Escuchar a Alfredo Arribas, que tiene una voz del color del vino, es escuchar una lección apasionada de la cultura del viñedo. “Yo recuerdo –me dice sonriendo– que el Sueño le sacaste a la columnita del ARA, hace... ¿quizás cuatro años?” Me conmueve que se acuerde, porque escribir vinos no es más que labrar: ponerse detrás del burro (que sabe más que tú) e ir mostrando, cabizbajo, la belleza de la tierra a todo el mundo que la quiera compartir.

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Hoy, en la copa, hay un Sueño, un vino único, que ya no encontrarán en el mercado, porque es del 2016. Ahora, en las tiendas que amamos (cómo nos gusta ir a la tienda de vinos a aprender cosas ) están la 19 y la 20. Hemos elegido esta añada por radicalidad poética. Hablamos de un vino de finca, de un vino de paraje hecho en el Clos del Portal, la finca madre de la bodega, la más al sur, el Priorat más árido, más de secano. “Este terroir extremo –dice Alfredo–. La versión más luchadora y heroica del Priorat”.

Podemos decir que es un vino “sensual”, porque es un apareamiento infrecuente. No hay garnacha, en este Sueño, o sea que atrevámonos a decir que es un vino de no garnacha, porque la presencia garnachera (una palabra no normativa que hace jugar) en los vinos prioratinos suele estar presente. “Es el vino de las variedades oscuras. De las violetas, de los arándanos...”, dice él. Y añade: “Al principio de los principios hice un yin-yang. Hice el Negro de Negros, con garnacha, y el Sueño, que es una pareja de cariñena y syrah. El resultado fue explosivo. El Sueño ha sido el gran seductor de nuestra bodega”. Es cierto que te enamoras de ese vino, por la mezcla entre elasticidad y la condición explosiva, pero rodeada por un guante de seda. “Esta contradicción entre poder y amor envolvente ha hecho un vino muy importante para llamar la atención hacia nuestro trabajo”, hace modesto.

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Ahora, con la sequía, con el cambio climático, todos los agentes culturales que son los viticultores se están planteando cosas que hace veinte años no imaginaban. “Los experimentos con variedades foráneas han demostrado que en circunstancias extremas no pueden salir adelante. Pasamos, pues, a las variedades foráneas”. Me cuenta que algunos de los nombres históricos, los mitos del Priorat, empezaron plantando cabernet. “Ermita lo llevaba”. Pero estas variedades foráneas, ahora, están sufriendo como nunca. La viña vieja, ahora, no tiene, como antes, el recurso de la profundidad, de buscar agua a cincuenta metros debajo de las piedras, con las raíces profundas. Ahora sufre más que las jóvenes, que encuentran humedad en las superficies, si llueve. "Y esto está generando una transformación profunda del Priorat como patrimonio cultural", dice. Pero, ¿y la syrah, que es también una variedad foránea? “Yo no sé la syrah qué vigencia tendrá en sus condiciones climáticas. Es una variedad que se adapta a todas partes. Pero la vida de estas plantas será más breve, tal vez, que la de las variedades locales, que son la garnacha y la cariñena. La syrah es la tercera variedad del Priorat. Pero la veo sufrir”. ¿Qué pasará? No lo sabemos.

La añada dieciséis —por eso es un acto poético tomarlo— está lejos de estos últimos años, tan complicados y duros. “La sequía, ahora, hace que se produzca mucho menos, pero la calidad es brutal: uvas magníficas con genes de enfermedad y una frescura y una acidez que te preguntas de dónde sale”. Pero la dieciséis es el recuerdo de los buenos tiempos. Todavía no sabíamos lo que iba a ocurrir. El Sueño 16 es la gran combinación de las variedades oscuras, la apropiación (debida) del carácter mineral, de la profundización, es notar una piedra en la boca. “No olvidemos –me recuerda Alfredo– que junto al Bellmunt donde estamos, la tierra es de una mineralidad intensa. Tenemos perforado medio territorio, de los años 60, cuando la mina era más importante que el vino. Pero queda el recuerdo. Son suelos minerales y “transfieren” la mineralidad”. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿De verdad? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que nos dan una sensación de que compartimos. El Sueño es un vino por ahora. Un vino de otoño, más que de invierno, por lo que, por favor, maridenlo con setas y caza. Este vino es bosque.

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Esta dieciséis fue una añada equilibrada, ni cálida ni fresca. “Yo le digo la añada del geranio –confiesa Alfredo–, porque notaba estas hierbas, es un vino que tiene ese componente de la violeta, que es muy dominante”. Quizás cuando se casan la syrah y la cariñena vamos hacia aquí. Pero lo digo como un lector a un autor, como un cinéfilo a un actor: desde el corazón. “Odio a los prioratos poderosos, y el Sueño es uno de los que más me cuesta hacer justamente por eso”, dice el autor. Y doy fe de que es una potencia contenida, envuelta en seda. No me explico cómo ha hecho este trabajo difícil, pero sí me explico que las últimas añadas del Sueño se hayan ido “bastante” (otra palabra no normativa que necesitamos) y que sean lo que él siempre había soñado. El dieciséis es nostalgia. “Nos bebemos una época en la que éramos felices porque pensábamos que todo era para siempre”.

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