El consultorio

¿Qué hago si la comida que le he puesto no le gusta y quiere otra cosa?

Entre "te lo comes porque lo digo yo" y "te cocino otra cosa" hay espacio para probar otras opciones para que coma de todo

20/11/2025

GeronaEs hora de comer. En la mesa hay un plato de sopa de calabaza y unas rodajas de merluza. Con un menú así es fácil adivinar, aunque siempre existen excepciones, cuál será la reacción del niño: resoplidos, quejas y una súplica. Prefiere patatas fritas y una hamburguesa. ¿Qué hacemos? La psicopedagoga Anna Serra Dolcet explica que, ante semejante situación –en la que el reto de los límites se asoma–, los progenitores sienten una amalgama de emociones, que van desde la frustración, pasan por la preocupación del "si no come" y llegan hasta la culpa. Una respuesta rápida, habitualmente, suele ser "te comes esto porque lo digo yo" o "cocino otra cosa porque la cuestión es que acabes comiendo". Entre el autoritarismo y la permisividad, sin embargo, hay, según Serra, un espacio de diálogo (según la edad), de apertura y propuestas muy diversas, a partir de las cuales todo el mundo se beneficiará.

¿Qué le digo si no quiere comer?

Respira. Antes de responder, calma. Es más educativo hacer un momento de silencio. Y presta atención a la mirada que pones porque, a menudo, los hijos buscan saber cuál es nuestra reacción: si hacemos esa cara de enojados o asustados es fácil que se pongan a llorar y, todo ello, se convierta en una queja más larga. Si mostramos serenidad, probablemente decidirán probarlo. "No nos quieren perfectas, sino tranquilas, presentes y fuertes", asegura esta experta.

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La comida está hecha para sentir placer

"Entiendo que te cueste comer determinadas cosas o probar las que son nuevas para ti, pero estoy aquí y puedo ayudarte a pasar esa sensación incómoda". No hace falta verbalizarlo, pero sí pensarlo. Esta actitud evidenciará acompañamiento. "La comida está hecha para sentir placer y encontraremos la manera de disfrutarla: si no, también podemos poner una punta de mayonesa casera o aceitunas cortadas por encima para hacer que ese plato de judías sea más atractivo", propone Serra.

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En la escuela come brócoli y en casa, no. ¿Por qué?

Perplejas. Así es como se quedan muchas familias. Pero es necesario ser proactivo. "Sacamos hierro a la situación. Pongamos sólo algunos trozos. Sabemos que en la escuela come, pero tampoco hay que entrar en grandes palabras porque si no este tira y afloja se desproporciona", y el progenitor puede acabar inmerso en ciclos de distendía, oscilando entre un comportamiento autoritario y otro de permiso. Ni lo uno ni lo otro (ni tampoco premios!). La recomendación es intentar acompañarlos y favorecer su aproximación desde el respeto. "Obligarlos a comer desde la exigencia les genera rebelión, debilidad interna e inseguridad. Así, sólo aprenderán a hacer las cosas desde la imposición o, por el contrario, aprenderán a salirse con la suya: ¡que me hagan un plato de pasta porque si no no como!".

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Introducir alimentos nuevos despacio

Ante alimentos nuevos, si nos impresiona su negativa y le cambiamos enseguida el plato, estaremos sobreprotegiendo al hijo y le quitaremos la capacidad de verbalizar un "no me gusta", de probarlo o de descubrir que quizás sí que le gusta. Es importante darle espacio de tranquilidad, interés y confianza para que lo pruebe libremente. "Igual que de leer no se aprende en tres días, no podemos esperar que le guste todo de entrada. Y, si vemos que le apetece, entonces podemos ir aumentando el alimento nuevo de manera progresiva".

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Hacer de las comidas un espacio compartido

Serra subraya que en las casas se observa "una falta de espacios de colaboración y contribución familiar". Los niños comen y se van. Esta experta añade que es importante valorar los preámbulos de poner la mesa y recoger; y hacerlo también con cuidado porque la mesa (y los alimentos) ocupan un puesto de honor en nuestra vida. "Es un espacio sagrado, donde, de hecho, nos encontramos todos: cuidemos y participamos juntos en la creación de este momento tan especial. Los hijos pequeños aprenden del modelo de los padres", resalta. Fijémonos, además, en la conversación, también, de que esté llena de preguntas y respuestas (y libre de móviles, evidentemente). "Podemos hablar del origen de las judías, del labrador, de cuántas veces se han regado y de cuánta gente ha trabajado para que nosotros podamos disfrutar de ella en la mesa... La idea es dar valor y agradecimiento a lo que comemos", dice Serra. En resumen, cuidar la alimentación y cómo se desarrolla la comida también es educar, porque "la comida es un vínculo: un momento de conexión con las personas que amamos", concluye.

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