Criar sin el padre de mis hijas

Hace seis años, con la muerte de Carlos cuando nuestras hijas tenían sólo 7 años, me convertí de forma repentina, sin haberlo imaginado nunca, en 'madre soltera'

30/10/2025

BarcelonaEl próximo lunes tengo la reunión de inicio de curso de mis hijas gemelas que han comenzado 3º de ESO. No podría partirme en dos para poder ir a las dos clases –hacen las reuniones simultáneas– y conocer a cada uno de sus tutores. Pero es que resulta que Fiona tiene a la misma hora, y programada de hace semanas, visita por su vacuna recurrente de alergia a los ácaros en el CAP y llevo toda la tarde pensando cómo lo haré para estar en tres lugares a la hora. Los tres, con su importancia.

Esto es mi día a día desde que hace seis años, con la muerte de Carlos cuando nuestras hijas tenían sólo 7 años, me convertí de forma repentina, sin nunca haberlo imaginado, en madre soltera y me encontré con el reto de tener que criar a dos niñas en solitario. Y digo en solitario porque, aunque tengo una red invaluable de amigos que son como familia y que me sacan muy a menudo las castañas del fuego, nuestra familia de sangre vive a muchos kilómetros de distancia.

Cargando
No hay anuncios

De hecho, cuando empezamos a plantearnos la posibilidad de tener hijos con Carlos, hace ya más de 14 años, me parecía un reto enorme. Y esto estando en pareja con un hombre que prometía ser –y que superó las expectativas con creces– a un padre totalmente implicado en la crianza. Sin embargo, yo siempre le había dicho a Carlos que, en todo caso, tendríamos uno, ya que tener un hijo me parecía una responsabilidad enorme. Pero el destino hizo que vinieran dos de repente, totalmente por sorpresa. Y, pocos años más tarde, este reto ya de inicio duplicado se –podríamos decir– cuadruplicar, sin aviso, sin previsión y sin haberlo podido pensar demasiado.

La carga invisible

Criar en solitario no es nada fácil, pero al final te obliga a sacar lo mejor de ti todos los días porque, simplemente, no puedes permitirte el lujo de lo contrario. Hay una parte más visible, la parte "logística": levantarse todos los días antes que las niñas, preparar desayunos, gestionar las visitas médicas, hacer la compra, cocinar, poner lavadoras, ayudar con los deberes, llevarlos al dentista...

Cargando
No hay anuncios

Sin embargo, sin duda, la parte más dura es también la más invisible. Esa que no sale en las fotos ni se ve desde fuera: la carga mental, emocional y "decisional". Son esos momentos en los que tienes una duda y no sabes hacia dónde tirar. O ocurre algo, un susto de salud, por ejemplo, y no tienes a nadie con quien poder compartir una preocupación. Todo ocurre por ti. No hay otra persona con la que consultar, compartir dudas o delegar una decisión difícil. Tú eres la que gestionas los obstáculos, la que pone límites, la que responde preguntas difíciles, la que tranquiliza cuando hay inquietudes, la que planifica cada día de vacaciones, la que asume cada imprevisto y cada percance. Y la que debe sostener el peso de la ausencia cuando muchas veces tú también necesitas ser sustentada. En resumen, eres la responsable de absolutamente todo lo relacionado con el día a día de tu pequeña familia.

Por suerte, hay manos que aparecen cuando menos te lo esperas. Y con estas manos, la sensación de que quizás no lo haces tan mal. Con los años aprendes a aceptar y pedir ayuda cuando la necesitas ya no sentirlo como un fracaso.

Cargando
No hay anuncios

La mirada de los demás

A veces, gente más o menos cercana me dice cosas como "no puedo más, esta semana mi marido está de viaje y estoy sola con los niños" o, en el caso de muchos amigos separados, comentan cosas como "es que esta semana me toca la niña y voy de culo". Por no decir la típica del verano: "Llevo dos semanas enteras con los niños, estoy muerta". Yo he pasado de decir "te entiendo muy bien" en mostrar una sonrisa tímida y esconder mi sensación, muchas veces, de profunda incomprensión.

Cargando
No hay anuncios

Pero, a veces, cuando te quejas o intentas compartir tu sensación de cansancio o de ahogo, te encuentras con respuestas que te descolocan. Mucha gente te dice "eres muy fuerte" o "yo no podría". Y yo creo que no es cuestión de ser fuerte ni de haber nacido con una especie de instinto sobrehumano: es, simplemente, que no hay alternativa. Cuando te encuentras con este reto de cara, te abocas porque no existe un plan B. Y, en medio de la dureza, también hay muchos momentos de felicidad, de complicidad y de risa compartida que te ayudan a seguir adelante.

Cargando
No hay anuncios

Ahora empieza una etapa divertida, con su explosión de adolescencia, y yo sólo pido poder hacerlo bien: ayudarlas y guiarlas lo mejor que pueda, con el reto de sobrevivir y, sobre todo, con la esperanza de que cuando ellas miren atrás, sepan que, a pesar de todo, nunca les ha faltado amor. Quizás no he podido estar en tres lugares a la vez, pero hago malabares para que no se note demasiado.