Así hace de madre

Maria Beltran Jiménez: "Muchas familias que atiendo pasan por alto las altas capacidades de los hijos"

Psicóloga infantojuvenil y madre de un hijo de cinco meses. Cofundadora y directora del Centro Kepler, espacio de atención a niños y jóvenes con altas capacidades intelectuales y sus familias. Publica 'Altas capacidades: cómo entender y acompañar a los hijos que aprenden y viven diferente' (Eumo Editorial).

27/10/2025

BarcelonaUna de las características más evidentes que pueden observarse en un bebé con altas capacidades es la alerta. Una actitud despierta, con curiosidad, ganas de explorar, observar, experimentar y saber y, por consecuencia, aburrimiento rápido si no tiene nuevos estímulos.

También que un bebé empiece a decir palabras antes de los dieciocho meses?

— La precocidad en los hitos evolutivos por lo general suele ser uno de los primeros indicadores de altas capacidades, pero no es así en todos los casos.

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A menudo, madres y padres tendemos a creer que los hijos tienen altas capacidades.

— En mi experiencia, no es así. Muchas familias que atiendo en consulta justamente pasan por alto las altas capacidades de sus hijos porque han normalizado sus conductas, ya que ellos también las comparten o porque están tan habituados a ello que no les resultan significativas.

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Se calcula que un 10% de las personas tiene altas capacidades. ¿Su hijo podría tener?

— Con sólo cinco meses, y la mirada tan poco objetiva que puedo tener como madre, ni puedo ni quiero hacer ninguna predicción. Prefiero limitarme a seguir observando cómo evoluciona, sin frenar ni forzar nada. Ya veremos.

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Dígame tres consejos para madres y padres de hijos con altas capacidades.

— La detección es el primer paso. No sólo para concluir unas altas capacidades, sino también para conocer los puntos fuertes y los puntos débiles del perfil de cada niño y poder personalizar su atención. Segundo, es clave contar con una red de apoyo con otras personas con altas capacidades, tanto por el bienestar de los niños como por el de las familias. Tercero, es tan importante no descuidar las altas capacidades como no ponerlas en el centro de la identidad del hijo. Tienen altas capacidades, pero son mucho más que su inteligencia.

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¿Qué le maravilla ahora mismo de su hijo?

— Sobre todo estoy alucinando con el aprendizaje autónomo y con la gestión de la frustración, que creo que escasea bastante en la educación de hoy en día. Ver cómo intenta algo una y otra vez y se enoja porque no le sale hasta que finalmente lo consigue, y se le ve inmensamente feliz. Es un reto observarlo y no hacer nada, porque el impulso natural es ponerle las cosas fáciles para que no sufra, pero su cara al alcanzar nuevas metas él solo es increíble.

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Pese a ser psicóloga, ¿qué le ha sorprendido de la crianza?

— El bombardeo constante de opiniones y dogmas sobre crianza. En la familia, con los amigos, en la calle y en las redes todo el mundo tiene algo que decir sobre cómo educar a sus hijos. Hagas lo que hagas, siempre estará mal a ojos de alguien. Es muy fácil perder el norte y dejar que una afirmación teórica sobre las criaturas pase por encima de lo que tú ya sabes de tu hijo y tu intuición.

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¿Y qué le parece más duro?

— Ahora mismo estamos en una etapa de dormir poco y mal, y eso ocurre factura en el día a día. Cuando no duermo bien, todo parece más terrible y dramático de lo que sé que es en realidad. Intento no tomar grandes decisiones estos días, pedir y aceptar ayuda y, sobre todo, asumir que los días complicados son parte de la normalidad.

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¿Qué frases se repite cuando ya no puede?

— Sobre todo me digo que tenga paciencia, que ambos estamos aprendiendo. Me acuerdo que lo que hace mi hijo no es todo gracias a mí ni tampoco es culpa mía. Y que cuando me hace pasar un mal rato es que él está pasando un mal rato, que yo no soy el centro.

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¿Qué clase de madre está descubriendo que es?

— Me ha sorprendido mi tranquilidad. Me imaginaba como una madre preocupada, vigilante, tensa, desconcertada y protectora, pero no estoy sintiendo así. Hay momentos de todo pero creo que entiendo bastante bien lo que necesita mi hijo y está yendo todo más fluido de lo que me esperaba.

Cuénteme un momento precioso de estos cinco meses.

— Recuerdo con mucha ternura la primera sonrisa. Tenía mes y medio y las primeras semanas habían sido duras, él con cólicos y nosotros con mucho sueño. Esa noche mi marido había ido a una cena y yo me quedé mucho rato sola con el niño por primera vez. Después de horas de llanto y gritos se durmió durante cuatro horas seguidas. Cuando despertó, me miró y sonrió, ilusionado, como si acabara de ver un milagro, como si me dijera "¡qué bien que estés aquí!".