Nuevo curso escolar

"Hay menos vocación de maestro porque es demasiado fácil acceder a los estudios"

El 'Criatures' reúne a una maestra que acaba de empezar su trayectoria profesional y una que se acaba de jubilar para reflexionar sobre la escuela actual

CentillasEl momento que más le gusta de su profesión a Carme Esquís, maestra de 59 años, es cuando llegan las familias de I3 junto a sus hijos. "Ves cómo confían en ti", explica. Pero este curso será el primero, después de más de tres décadas trabajando como docente, que no lo va a vivir. ¿El motivo? Este jueves se jubila. Carme ha pasado los últimos 25 años en la Escuela Ildefonso Cerdà de Centelles (Osona) donde ha hecho de todo: maestra, tutora, coordinadora, cinco años de jefe de estudios y, en los últimos once años, de directora. Se va contenta por el trabajo realizado y porque se ha hecho un buen traspaso con la nueva dirección.

Mar Piella, tiene 26 años. Hace poco más de tres años empezó a trabajar de maestra después de estudiar la carrera de educación primaria. A pesar de formarse en primaria, se estrenó en el aula haciendo inglés en I5 y de refuerzo en I3 en época de cóvido. "Fue un inicio intenso, con la mascarilla puesta y con distancia de seguridad", recuerda. Ha aprobado dos veces las oposiciones pero no ha conseguido plaza y ha pasado y sigue pasando un verano con muchos dolores de estómago porque como interina todavía no sabe si este curso tendrá o no trabajo.

Durante su corta experiencia, Mar ya ha pasado por más de una decena de escuelas, la mayoría de alta complejidad. En cambio, Carme, que aprobó las oposiciones cuando llevaba diez años ejerciendo de maestra, sólo ha trabajado en tres escuelas durante toda su trayectoria profesional.

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El Criaturas las ha reunido a las dos aprovechando que están en momentos vitales opuestos, una al inicio de una carrera profesional y otra a su fin, para que conversen sobre el estado de salud de la escuela. El escenario para ello ha sido el mismo centro Ildefons Cerdà, donde Mar también estudió y, de hecho, tuvo como maestra de I3 a Carme. Sus enormes aulas, de más de 90 m², no tienen nada que ver con la mayoría de escuelas. El centro exuda historia por todas las paredes. De hecho, fue el presidente Francesc Macià quien lo inauguró en 1932.

Estudios

Mar Piella forma parte de la primera promoción de maestros de primaria que estudió la carrera en inglés en la UAB. Los estudios se centraron mucho en la teoría y dejaron poco protagonismo en la gestión del aula. "Lo he aprendido en las distintas escuelas en las que he trabajado", reconoce. Durante sus más de tres años de experiencia, relata, ha tenido que hacer muchas más contenciones (intervenir cuando un niño tiene una crisis) de las imaginadas. "Yo no tuve el choque de Mar", reconoce Carme. En su caso, estudió magisterio en lo que en ese momento todavía era la Escuela Universitaria de Vic (actualmente es la Universidad de Vic) y tuvo lo que ella llama "unos sabios" muchos profesionales que le ofrecieron un buen aprendizaje, lo que facilitó su entrada en el aula. "También es verdad que la tipología del alumnado ha cambiado mucho, hay cosas que he tenido que hacerlas en los últimos cinco años, como las contenciones o avisar a una ambulancia, por poner algunos ejemplos", relata.

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Relación alumno y maestro

Seguramente el cambio más importante que se ha producido en los últimos 30 años en la escuela es la relación alumno-docente. "Antes el maestro era el centro de la escuela, impartía sus conocimientos con un libro y con todos los alumnos mirándole", relata Carme. Ahora, en cambio, añade, sabes quién es cada niño, sus necesidades, le acompañas en todo su aprendizaje para que evolucione, hablas con la familia y eso hace que se sienta querido. "Hay muchos niños que te abrazan y te dicen «Buenos días, ¿tú me quieres?», porque aquí están en casa». Realmente, añade Mar, no tiene comparación con las clases que le daban cuando ella era pequeña. "Ahora hay maestros que son un referente para las criaturas", apunta. Actualmente, hay muchos más alumnos con necesidades especiales y Mar se cuestiona si los recursos que se proporcionan al inicio de curso son suficientes para abordar esta situación. "He estado en muchos centros con matrícula abierta, lo que quiere decir que te llegan constantemente niños nuevos, pero, en cambio, los recursos son los mismos que en el inicio de curso", lamenta.

Familia y escuela

Hace dos décadas la familia llevaba a sus hijos a la escuela de al lado de casa. "Prácticamente ni la elegía", asegura Carme. El vínculo familia-escuela era "inexistente". Explica que el maestro se limitaba a poner notas, a encargar un cuaderno de vacaciones durante el verano y decir si el niño era bueno o malo con los estudios. "Ahora ya establecemos el vínculo antes de que empiecen la escuela con una reunión en julio con los padres de E3. Se ha creado una comunidad educativa formada por docentes, familias, conserjes, monitores... donde todo el mundo educa y enseña", reflexiona la maestra. Ahora bien, añade, también te encuentras a familias que faltan al respecto. Carme asegura que, por el contexto de la escuela, lo ha sufrido de forma muy puntual. La experiencia de Mar, que sobre todo ha estado en escuelas de alta complejidad, ha sido más diversa. "Me he encontrado a familias de 10 y lo agradeces, pero también todo lo contrario. El primer año el hecho de llevar la etiqueta de ser chica, joven y sustituta no me favorecía", relata. Cuando se trasciende la línea roja –deja claro Carme– debe entrar dirección y pararlo, ya sea con una reunión con sus padres, con una mediación...

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Cambios en las metodologías de aprendizaje

"Los cambios siempre dan miedo", coinciden las dos maestras y la única manera de que funcionen es que todo el mundo vaya a la par. "Educación en este sentido no nos ha ayudado mucho porque ha ido cambiando currículos, nomenclaturas...", insiste Carme. Precisamente cuando ella cogió la dirección del centro, en el 2013, se encontró con un nuevo currículum y aprovecharon para cambiar la forma de aprendizaje, para que el alumno se sintiera el centro y el maestro pudiera ofrecer todo lo que necesitaba. Para realizar el cambio buscaron el asesoramiento del pedagogo italiano Gino Ferri. "Teníamos claro que no queríamos acabar formando parte de la corriente de cambio que había en ese momento, sino que lo que perseguíamos era crear nuestra escuela", recuerda.

Carme admite que no fue un camino fácil, pero los cambios se fueron haciendo progresivamente, empezando primero por I3 y después, poco a poco, pasando al resto de cursos y siempre acompañados de formación en todo el claustro , explicando cada paso y el porqué a las familias. Ahora bien, deja claro, cambiar el proyecto de una escuela no significa barrer lo que se ha hecho hasta ahora, sino valorar lo bueno para mantenerlo y construir a partir de esta base. Mar está de acuerdo: "Lo que se hacía antes no era todo malo. De hecho, una innovación de un año para otro no es beneficiosa para la comunidad educativa". El paso por los diferentes centros también ha hecho ver a la Mar que no existe "la escuela perfecta". "De todas te llevarías algo y otras las descartarías", y todo ello sin olvidar que, cuando estás en escuelas de alta complejidad, muchas veces primero el maestro ha tenido que apagar varios incendios antes de abordar el aprendizaje.

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Vocación del profesorado

Carme tiene claro que ha llegado el momento de dejar paso a los jóvenes y admite con cierta tristeza que algunos de los nuevos maestros llegan con poca ilusión. "Hoy en día la escuela no es fácil, porque hacemos de todo, y para que funcione debe haber vocación y creo que ahora hay menos que antes". Una afirmación que comparte Mar, y ambas apuntan a que uno de los grandes problemas es la facilidad para acceder a los estudios. "La nota de acceso es baja ya diferencia de otras carreras, como medicina, curiosamente acaban los mismos alumnos que han empezado", apunta. En este punto Carme deja claro que un docente debe ofrecer un nivel y que de entrada ya hay un mal planteamiento: "Cuando Educación dijo que los estudios pasarían de 3 a 4 años pensé «Perfecto, porque este cuarto año será de prácticas, y así verán lo que es realmente ser maestro», pero no, es un cuarto curso para seguir en la universidad". Es en las prácticas, coincide Mar, donde te das cuenta de si esta profesión te gusta o no. Las suyas se resumen en nueve días el primer curso, dos semanas el segundo, poco más de un mes el tercero y cuatro meses el cuarto. "Pero, al estar confinados, mis prácticas durante el último curso fueron delante de un ordenador", lamenta.

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El actual contexto laboral con sueldos bajos y precarización, coinciden las dos maestras, también es un llamamiento para decantarse por la educación aunque no haya vocación. "Cuando acabas bachillerato, muchos no saben qué hacer y piensan "Pues maestro: tienes dos meses de vacaciones y un sueldo más o menos arreglado", apunta Mar.

El papel del interino

"Valoro muy positivamente haber estado en muchos centros. Muchas veces, cuando llegas a una escuela vas muy perdido y te sientes solo porque no sabes qué debes hacer hasta que pides ayuda", apunta Mar. Carme interviene: "Es importante acogerlos aunque sólo vengan por tres días, porque es necesario ese aire fresco en las escuelas. Son jóvenes que llegan con nuevas ideas y se les debe tratar igual que cualquier maestro". Como casi todo el mundo cuando ha tenido un mal día, Mar se ha cuestionado si aquella profesión era para ella, pero también tiene claro que no quiere caer en la negatividad y que las cosas positivas se imponen: "Me llevo buenos compañeros , y la energía que te transmiten los niños es brutal".

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Pruebas de evaluación

Ambas maestras ven con buenos ojos que se hagan pruebas como las PISA o las de evaluación en cuarto o sexto de primaria, aunque este curso los resultados hayan sido nefastos. "Son pruebas de que deben mover el sistema educativo y que ayudan a cuestionarse cosas", aseguran. Ahora bien, también dejan claro que deben tomarse como una herramienta más para mirar el nivel de cada centro. "Si una materia tiene unos resultados bajos varios años, quiere decir que algo no funciona y hay que hacer cambios. Ahora bien, quien debe asumir los resultados generales es Educació", afirma Carme.

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El papel de Educación y las vacaciones

"Desde que empecé ha mejorado el trabajo del departamento de Educació, pero no sabe percibir suficientemente nuestras necesidades. Cada partido que entra nos hace cambiar cosas", asegura Carme. "Con sólo tres años ya he vivido dos currículos", añade Mar. Ambas coinciden en que el último está bien pensado pero su formación no. "El departamento debería obligar a hacer la formación en julio, no después de la jornada laboral, cuando todo el mundo está cansado y cuesta concentrarse, y hacerla con buenos expertos. Julio no son vacaciones. Es un mes en el que los claustros deberían seguir trabajando para hacer formaciones como estas y preparar el nuevo curso", deja claro Carme.

Su futuro

Aunque los contextos que se han encontrado son muy diferentes, ni Carmen ni Mar pueden esconder que lo que tienen es pasión por su profesión. Ahora a Carme le toca buscar otros caminos donde invertir esa vitalidad. Tiene claro que seguirá haciendo algo relacionado con las escuelas, largas caminatas para disfrutar de la naturaleza y, sobre todo, que reanudará las clases de cerámica que dejó durante la adolescencia. En su memoria perdurará el pasillo de agradecimiento que le hicieron a finales del curso pasado toda la comunidad educativa: "Llovía y los niños me decían que no me preocupara, que así si lloraba no se vería. Por esos momentos que te dan los niños yo soy maestra", dice. Mientras, Mar seguirá haciendo su camino en el mundo de la educación mientras se "hace amiga" de esta incertidumbre laboral con la que lleva más de tres años conviviendo.