Infancia

La infancia y la vejez: los dos momentos vitales en los que más nos sorprende todo

Conversamos con Miguel Salas, autor del libro 'Crecer en el asombro'

BarcelonaVer una estrella fugaz, observar el aleteo de una mariposa, crear pompas de jabón, subir a un barco... Cuando somos pequeños, son muchas las cosas que nos sorprenden. Cada primera experiencia es única e irrepetible y la capacidad de asombro y fascinación parecen no tener fin. El problema es que, a medida que nos vayamos haciendo mayores, esta capacidad se va atrofiando, como si se nos hubiera terminado ese "depósito de sorpresa" con el que un día llegamos al mundo. Y nadie nos enseña cómo y dónde podemos volver a recargarlo.

De todo esto se habla en el libro Crecer en el asombro (Plataforma Editorial, 2025), escrito por Miguel Salas, profesor y doctor en teoría de la literatura y literatura comparada, en el que apuesta por redescubrir y educar esta capacidad de sorprendernos para volver a conectarnos con la belleza y el misterio del mundo. es", explica Sala.

Cargando
No hay anuncios

Puede que nos sorprenda algo de grandes dimensiones, como el océano, pero también otros elementos pequeños, como una hoja o un insecto, a través de los cuales nos damos cuenta del perfecto funcionamiento de la naturaleza. En cualquier caso, la sensación de sorpresa "es una emoción que nos sobreviene, que no podemos controlar y que nos revela la verdadera naturaleza de algo, lo que nos deja tan perplejos que hace que tengamos que ajustar o modificar nuestra percepción de la vida", aclara Salas.

Los beneficios de dejarse sorprender

Lo curioso, según el autor, es que varios estudios demuestran que el hecho de sorprendernos tiene dos edades de oro: la infancia y la vejez. "Esto descarta la posibilidad de que la sorpresa sólo se pueda dar gracias a situaciones nuevas, sino también en el sentido de que seamos capaces de percibir lo que nos rodea como algo nuevo —matiza.— Durante la vejez reevaluamos nuestra vida y, de repente, hacemos un esfuerzo por detenernos y volver a ver las cosas con una nueva luz", continúa Salas.

Cargando
No hay anuncios

Lo que ocurre es que, en medio de la infancia y la vejez, las personas estamos inmersas en un mundo acelerado y con rutinas que nos alejan de este factor sorpresa. Y no sólo eso, sino que debido a las nuevas tecnologías, cada vez se llega más temprano y cuesta más salir de ella. Una lástima, teniendo en cuenta que sorprendernos aporta muchos beneficios. Desde el punto de vista físico, Salas asegura ser beneficioso para la desinflamación del organismo y la calma física. Por lo que respecta a la salud mental, Salas explica que la sorpresa es buena para la gestión del estrés porque necesita cierta calma, observación y silencio. "Para ver la verdadera naturaleza de lo que nos rodea, sea a través del arte, la música o la naturaleza, necesitamos que el tiempo se detenga y vaya más lento", continúa. Además, el autor también cree que la sorpresa es una emoción muy relacionada con la certeza espiritual: "Son momentos en los que comprendemos el sentido de la existencia o de lo que hacemos. Son espacios de gratitud, alegría y de vivir la vida de una forma constructiva", remarca.

Saber ver y mirar

La sorpresa también se relaciona con la concentración y capacidad de aprender de forma positiva. Por todo ello, Salas considera importante "educar en la sorpresa". Para ello, hay que tener en cuenta que en una sorpresa hay cuatro movimientos: "Dos de ellos tienen que ver con ver, y dos en mirar", explica. No podemos obligarnos a sorprendernos por algo, ni podemos escogerlo, "si no nos sorprendemos, tampoco nos podremos ver a nosotros mismos bajo esta luz", continúa.

Cargando
No hay anuncios

Los momentos que tienen que ver con mirar son el de la preparación y el de la confirmación: "Nos podemos preparar para sorprendernos y conseguir que su efecto se alargue", dice Salas, que asegura que esto se logra si nos paramos y abrimos todos los sentidos hacia el mundo. "Debemos abandonar esta forma vicaria de vivir en la que estamos siempre existiendo a través de una pantalla, porque la sorpresa siempre será de forma directa", explica.

Hay diferentes caminos que pueden llevarnos hacia la sorpresa: la naturaleza y las artes son una fuente constante de sorpresa y enseñanza. Y, de hecho, según Salas, todos estos caminos nos devuelven a Platón ya su mito de la caverna. "Existe la luz que proviene del mundo exterior y que es la que ilumina las figuras de las paredes. Pues la sorpresa es como un rayo de esa luz que nos permite ver toda su naturaleza más trascendente", pone de ejemplo. Para el autor, debemos intentar buscar siempre esa conexión entre la cotidianidad y la trascendencia, y esto se logra haciendo un ejercicio de silencio, de lentitud, de gratitud e incluso de soledad. "Es como limpiar los cristales de casa, si los tienes sucios, el sol no puede entrar, pero si los hemos limpiado, el sol, al igual que la sorpresa, llegará en un momento u otro", concluye.