Cada familia, un mundo

Marta Pontnou y Cesc Gomà: una familia moderna de toda la vida

Marta y Cesc han creado un hogar donde conviven velas, moda, escalivada y calor familiar

SabadellMarta Pontnou es asesora de imagen, comunicadora y divulgadora de la lucha contra la presión estética, pero también es una de las mujeres juntadoras de mi vida. Mujeres que disfrutan formando grupos de mujeres para que nos ayudemos y nos mostremos en el mundo haciéndonos mayores en lugar de empequeñecernos. El grupo de Marta se llama Lentejuela's Party y nació a raíz de las ganas que había durante la pandemia de poder volver a salir de fiesta con normalidad. Yo entré hace relativamente poco. Con Marta nos conocemos de esa manera cómplice, divertida pero todavía no muy profunda. La cena de hoy es una oportunidad para verla entre bambalinas y tengo muchas ganas. Admiro su forma de comunicar, ya sea con artículos sin pelos en la lengua en Nube, reivindicando que nos sacudimos de encima la presión estética con conferencias y reeles fabulosos o con su propia forma de presentarse al mundo con una estética glamurosa y por encima de todo poderosa y desacomplejada.

Busco el número de su casa en una calle tranquila de Sabadell y acierto cuando veo una estelada en una ventana y también una chica de catorce años entrando. Es la Constanza. La saludo y le explico que soy la amiga de la madre que hoy les viene a conocer. Marta y Cesc Gomà, su pareja, me reciben y me cuentan que la casa es una edificación inglesa tradicional de la ciudad. No tardan en servirme una copa de vino tinto de la Baixa Segarra, lugar de origen de Marta, nacida en Santa Coloma de Queralt, y ella enseguida me dice que el vino es áspero como ella. Yo añado un "y bueno, igual que tú", porque Marta es de formas contundentes pero con un muy buen fondo.

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Marchar a estudiar fuera

Y de repente nos damos cuenta de que no hemos hecho ni caso a Hivi, Hivernia, de ocho años, que juega en el sofá con una tableta digital. Hivi es una barriga contenta y no se enfada cuando le digo que he traído libros míos para su hermana pero que me he dejado los que tenía preparados para ella. Y, cuando le pregunto si será un gran descalabro que el próximo curso su hermana se marche unos meses a estudiar fuera, ella me devuelve una sonrisa pícara. No, no le pesa nada, al contrario, ya se ve con la atención de una hija única, y eso le hace ilusión.

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Cuando le pregunto a Constanza, la respuesta es más madura. Tiene muchas ganas aunque sabe que al principio le va a costar. Al igual que admite que si no hubiera sido porque sus padres le han animado a ir, ella sola no habría dado el paso. Le ocurrió lo mismo cuando cambió de instituto y dejó atrás sus amistades de la pequeña escuela a la que iba para entrar en un centro público de cinco líneas. Fue un cambio bestia, pero está muy contenta con la experiencia.

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Los padres le escuchan y no pueden dejar de admirarse de su madurez ni de reprocharse con remordimientos que tanto sentido común ha hecho que se aprovecharan de ellos para pedirle unas responsabilidades que quizás no le habrían tocado. Como buena peor madre del mundo oficial que soy, les pregunto a qué se refieren. Y, al fin y al cabo, se trata de que le pidan que haga de canguro de su hermana. ¡Y que encima le pagan en especias, con ropa que ella elige de las tiendas que le recomienda la madre! Me río de sus remordimientos y les digo que me parecen unos padres presentes (siempre son ellos los que llevan y recogen a las hijas de la escuela y donde toque) que cenan con velas cada día de la vida. El detalle me lo hace notar Marta, que me dice que las dos velas de la mesa no son un hecho extraordinario y que siempre están aquí para dar luz y calor a las cenas.

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Dos nacimientos, dos cambios

Sus remordimientos de presuntos malos padres hacen que Constanza explique su estancia en Suecia, donde los jóvenes como ella espabilan el triple que aquí y los padres no tienen ningún problema en dejarlos solos en casa un fin de semana con una confianza y una tranquilidad total. Marta y Cesc le escuchan y me parece que parte de los refotudos remordimientos se han marchado y sonríen diciendo que las hijas, realmente, se lo ponen muy fácil. Y Marta se las mira con orgullo y recuerda cómo el nacimiento de cada una le ha traído un cambio importante. Con Constanza hizo como Britney Spears y se rapó el pelo con el corte que la hace tan reconocible. Y con Hivi vino la decisión de dedicarse a la asesoría de imagen.

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En la casa se respira un ambiente tranquilo y el conflicto de los padres con sus hijas es de tan baja intensidad que se limita al cansancio de Marta para que cada mañana las hijas le pidan qué se ponen. Y, cuando pregunto a Constanza y Hivi si tener una madre que no se corta a la hora de hablar es un problema, no dudan en responder que al contrario. Es un modelo que están adoptando cada una de ellas, especialmente Constanza, de una manera más tranquila pero igualmente firme.

Me gusta el contraste entre la modernor radical en la estética, la forma de ver la vida de Marta y la paz que se respira en la mesa. Son una familia acogedora a la que le gusta recibir gente. Me cuentan con orgullo que son los anfitriones de la comida de Navidad familiar, que cocinan ellos mismos. Pero no quieren que nadie piense que son perfectos. Y yo tampoco lo pienso. Son una familia terrenal y bonita, con cansancios y tira y aflojas como todo el mundo. Y, cuando me dicen que puedo volver siempre que quiera, me los creo y les cojo la palabra.

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