Cada familia, un mundo

La familia de Marc Pastor y Eva Narvaez: "Nos hemos encontrado más racismo de lo que esperábamos"

Marc y Eva adoptaron a Lando en Madagascar y forman, con Doctor, su perro, una familia muy "casera" que disfruta de la vida de barrio

4 min
Nando y Eva con su hijo Lando

BarcelonaEl escritor y policía científico de los Mossos d'Esquadra Marc Pastor me recibe en su casa de Sant Andreu. En este barrio de Barcelona ha formado una familia junto a Eva Narvaez, que es trabajadora social, su hijo Lando, que ha terminado quinto de primaria, y Doctor, un perro pequeñito de edad avanzada. Pero han vuelto bastante. "Yo soy de Sant Andreu de toda la vida, pero Eva y yo vivimos diez años en Nou Barris, por cuestiones económicas. Y en el 2014 fuimos a Madagascar a buscar al Lando".

Hacen mucha vida de barrio. “Los sábados son para comprar y pasear, porque entre semana no nos vemos. Yo trabajo por la tarde y Eva por la mañana. Yo llevo a Lando a la escuela y ella lo recoge. Nosotros dos coincidimos a las 7 de la mañana ya las 11 de la noche”. Eva explica que Sant Andreu “es muy pueblo. Hace años que estamos aquí. Ves a uno, ves al otro, y charlas”. Y Lando puntualiza: “Los que hablan sois vosotros, sobre todo tú [dirigiéndose a Marc], que si te encuentras al policía no paras”.

Les pregunto qué hacen para desconectar cuando alguien no viene a hacerles una entrevista. Marc confiesa: “Intento arrastrarlos a los juegos de mesa o jugamos a Nintendo; somos muy caseros”. Eva añade: “También vamos al cine y nos gusta hacer excursiones, pero nunca coincidimos por horarios. Los domingos Lando baja a la comunidad a jugar, yo charlo con las vecinas, Marc se queda leyendo o viene algún vecino. Hagamos mucha vida en la comunidad. Ah, y Marc y Lando hacen esgrima”.

Marc es fan de Star Wars y hay una pregunta obligada a hacerle a Lando, que lleva el nombre de uno de los personajes de la saga. "¿Te gusta?" El niño se ríe. Papá responde: "No le desagrada, pero no le dice nada. Yo también estoy saliendo ya del universo, hay demasiado y es malo. Lando es un buen nombre. No era sólo para Star Wars". Eva matiza: “Bueno, si hubieran sido gemelos serían Luke y Leia. Y niña sería Leia... Pero a Lando su nombre le gusta. También existe en Madagascar y es nombre tanto de niño como de niña, porque ahí no diferencian”.

Marc con su hijo Lando

Viaje a Madagascar

Madagascar es el escenario de su última novela, Río de zafiros (Ediciones 62), y Marc conoce bien la isla. Este octubre, él y Eva celebrarán que llevan 25 años pareja. En el 2014 fueron a buscar a Lando. Me explican el proceso de adopción: “Lo empezamos en el 2010 y elegimos Etiopía, pero se cierran las adopciones internacionales y entonces decidimos Madagascar, que acababa de abrirlas. Nos dicen que debemos casarnos. Hacemos la boda en 2011 y empezamos con los papeles oficiales”. Pero se encontraron varios obstáculos. “Se rompió el único ordenador que tenían en Madagascar y se detuvo todo. Despidieron al cónsul de Madagascar en Barcelona que nos había firmado todos los papeles y nos dijo «no se preocupe, siempre me despiden por bajarme el sueldo y volver a contratarme». Pues no fue así y los papeles firmados ya no valían y tuvimos que quintuplicarlos para enviarlos a la embajada en París”.

Finalmente, en septiembre de 2014 recibieron buenas noticias. “Nos hicieron la asignación, y no lo esperábamos. Esperábamos a un niño mayor, de 5 años”. Marc recuerda: "En Madagascar estuvimos tres meses y me habría estado más". Eva reflexiona: "Pero al principio fue difícil. De repente tienes un niño de año y medio que está aprendiendo a andar".

El choque cultural

El aterrizaje en Madagascar fue duro: “Eva, que es fuerte, el primer mes lo pasó fatal, con una deshidratación importante. No tienes hospitales cerca. No existen farmacias. Llevábamos nosotros medicación. Estábamos en una casa que tiene la ONG, a 20 km de Antananarivo. Es una de las ciudades con mayor miseria del mundo y el choque cultural es muy fuerte. La primera semana nos dijeron que había brote de peste bubónica en el barrio por el que pasábamos cada día. Sólo veíamos todo lo malo. Aparte, te das cuenta del privilegio blanco. Madre mía, ¡la suerte que tenemos!”.

Eva me cuenta que se adaptaron. "Cambiamos el chip cuando nos hicimos a la idea de que si haces algo al día, ya está, ya podemos estar contentos". Marc continúa: “Hoy debemos poner un sello en el pueblo de al lado. ¿Tú piensas «un sello? Voy con media hora y vuelvo». Pero ahí es toda una aventura. También estaba bien porque estábamos los tres solos y no había nadie diciéndonos que lo estábamos haciendo mal”.

Al final, se sentían como en casa. “En el pueblo nos conocía a todo el mundo porque hacíamos lo que hacemos aquí: íbamos a charlar. Te veían con el niño y les hacía gracia. No veían mal el tema de la adopción”, explica Eva. Y Marc añade: “Yo quiero volver. La idea es pasar una temporada”. Lando también quiere ir y me muestra un bote de tierra roja de Vontovorona y uno de arena blanca de las playas de Ifaty.

La familia en una librería de Sant Andreu. Les gusta hacer vida de barrio.

"Tuve depresión postparto"

La vuelta a Barcelona fue complicada. Marc lo recuerda: “Tuve depresión posparto. Allí estaba todo calma y aquí intentas hacer la vida que tenías antes, y esa vida ya no existe”. Eva añade: “Lando se puso enfermo. Veníamos de estar a 40 grados y aquí estábamos con ola de frío. Se le cortó toda la cara”.

Ya llevan años los tres integrados en Barcelona, ​​pero les pregunto si quedan temas pendientes. “En Sant Andreu no, pero si sales del barrio te miran. Y aún le dicen «qué bien habla el catalán». Y se le dirigen en español. Y racismo nos lo hemos encontrado más de lo que esperábamos. Comentarios muy desagradables. Al Lando le afecta mucho. Él dice «cuando vayamos a Madagascar os mirarán a vosotros y no a mí». Hablamos mucho de la adopción, del racismo, pero, sin embargo...” Eva continúa: "Hay trabajo. En la escuela, por ejemplo, dicen color carne. ¿Pero cuál es? Él nos decía: «Yo no tengo color carne»".

Marc explica que el entorno familiar es favorable: “Tenemos suerte. Sus primos tienen todo el Pantone: paquistanís, dominicanos, rubios... Cuando se' juntan todos hay mucha diversidad. No lo vive como si fuera el único oscuro, porque no lo es. En el barrio le conocen todos. se le quieren”.

stats