El consultorio

Si muere un familiar, ¿los niños deben ver su cuerpo?

Primero hay que hablar con la criatura para averiguar qué se piensa que verá y si se hace un acompañamiento como es debido, la muerte no tiene por qué ser una experiencia traumática

GeronaLa pérdida de un familiar es un momento que rasga y hace tambalear las estructuras internas. Aunque remueva o que la situación sea incómoda, las criaturas y los adolescentes necesitan encontrar respuestas a sus inquietudes sobre la muerte. En la familia, es la hora de la conversación: que afloren las creencias que se tienen y se pueda hablar de ella repuesta y abiertamente. ¿El abuelo ha ido al cielo? ¿O la vida se acaba y ya está? Lo que hacemos y digamos, marcará, en gran medida, cómo niños –y de paso también nosotros– transitan por este duelo. ¿Ver el cuerpo inerte le ayudará a darse cuenta de que el abuelo ya no volverá a estar allí como antes? Ésta y otras cuestiones en torno a cómo viven la muerte niños y jóvenes las responde Marta Butjosa, educadora y terapeuta.

¿Cuál es el punto de partida?

"Una pérdida, de entrada, hay que digerirla y elaborarla. Es un proceso lento y cada uno tiene su ritmo", concreta esta experta, profesora de instituto. La prioridad es el acompañamiento. "Es decir, que los hijos puedan preguntar y expresar todas sus dudas y miedos. En definitiva, estar por ellos creando momentos exclusivos de intimidad por lo que necesiten", recalca. Hacer un dibujo puede ayudar a encauzar las emociones. ¿Pero es necesario pedirle que haga uno? No siempre. "Los niños tienen ganas de complacer al adulto, por eso debemos tener cuidado de que no lo acabe haciendo porque le hemos dicho nosotros. Podría ser una manipulación y el gesto debe ser honesto", subraya Butjosa.

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¿Cuál es el sistema familiar de creencias?

La forma en que se vive la muerte es un tema cultural y familiar. "¿Qué pensamos de la muerte? ¿Volvemos a la Tierra o vamos al cielo?", se pregunta Butjosa, que recomienda hacer una reflexión desde una perspectiva familiar y conjuntamente con el niño. Tampoco es necesario que le respondamos todas las cuestiones que nos haga. No tenemos por qué saberlo todo. "La muerte es un misterio. A veces, nos asustan las preguntas que pueden hacernos los hijos. Si alguna no la comprendemos, entonces, repreguntamos por entender qué le está pasando y en qué momento se encuentra para acompañarle mejor".

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Cuando el niño tiene tres años, empieza a tener conciencia de la muerte, pero lo vive más de forma fantasiosa y simbólica. Por tanto, las respuestas no deben ser de manual de biología. A partir de los seis años, suelen empezar a entender el concepto de la muerte; y los adolescentes necesitan ya respuestas más racionales. A su juicio, es bueno introducir el concepto de la muerte desde que son pequeños. "Si hemos aplastado sin querer un caracol o hemos encontrado una golondrina atropellada es importante hacer algo. Que no desaparezca y ya está. Le explicamos que ya no respira y que no volverá a respirar, comentar las preguntas que surjan y hacerle un rinconcito, donde descansará", describe.

¿Le hará bien ver a la persona sin vida?

Antes, es prioritario "investigar y descubrir qué es lo que piensa, sabe o sospecha sobre la muerte. En qué punto se encuentra" Quizás ha visto alguna película o se ha quedado con alguna imagen. –en un momento de intimidad, eso sí, lejos de las multitudes, y que podamos estar sólo por él y que se sienta escuchado– hasta que se le acabe la curiosidad y las preguntas. junto le permitirá entender que la muerte forma parte de la vida. "Si se hace un acompañamiento como es debido, no tiene por qué ser una experiencia traumática", subraya Butjosa. Ahora bien, "si esta muerte nos crea dolor a nosotros, lo que le impactará no será la muerte sino nuestro dolor.

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