No tengo ganas de jugar con mi hijo
Es absolutamente humano tener ese sentimiento
SabadellMuchos adultos, cuando llegan a casa después de un día de trabajo agotador, se encuentran con sus hijos que tienen ganas de jugar. Los progenitores, por el contrario, prefieren silencio, relax o soledad. ¿Es normal? ¿Es comprensible? ¿Eres un mal padre o madre por sentirte así? Lo analizamos con Sara Tarrés, psicóloga infantil y familiar con más de 15 años de experiencia, miembro del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC) y autora de Mi hijo me cae mal (Plataforma Actual) y Mis emociones al descubierto (Salvatella). Tarrés también es creadora del blog Mamá Psicóloga Infantil.
¿Es normal no tener ganas de jugar con los hijos?
"Es mucho más habitual de lo que pensamos y es absolutamente humano", ese sentimiento, deja claro la experta. "Hay momentos de la vida –explica Tarrés– en los que el agotamiento, la sobrecarga o simplemente la necesidad de tener un momento para nosotros mismos y respirar hacen que nos cueste encontrar el momento para jugar con las criaturas. El problema no es oírlo, sino vivirlo con culpa". La psicóloga deja claro que los padres no deben jugar todo el día con los niños, porque tampoco es saludable para ellos.
¿Por qué es tabú y no se habla abiertamente?
Según Tarrés, aunque es una situación que viven muchos padres y madres, pocos lo reconocen en voz alta por miedo a ser juzgados. "Vivimos en una sociedad que idealiza la crianza y que espera una disponibilidad constante, sobre todo de las madres, y eso todavía se acentúa si miramos las redes sociales. Pero la realidad es otra: las familias no somos máquinas, no tenemos tiempo para todo, ni ganas, ni energía para jugar siempre que los hijos lo deseen", explica la psicóloga. Además, algunos adultos no saben encajar con el juego infantil. "Le viven como una pérdida de tiempo, se sienten incómodos o no saben bajar al nivel de sus hijos y eso les genera desconexión emocional y, a menudo, sentimientos de culpa o frustración.
¿Cómo gestionarlo?
"Escucharnos, a veces es sólo una necesidad puntual de descanso, otras, una señal de que algo no va bien emocionalmente", deja claro. Ante esta situación propone que, cuando no nos apetezca jugar con los hijos, buscamos alternativas como leer o pasear. "Para jugar y disfrutar, hay que estar de verdad, no basta con estar físicamente. Ellos notan cuando estamos y cuando no y, a veces, es mejor decir con calma: «Ahora no puedo, pero jugaré contigo después de merendar», que forzarnos y acabar estallando", apunta.
¿Debemos sentirnos culpables o malos padres o madres?
De ninguna forma. "El amor no es estar disponibles a todas horas, sino cómo nos relacionamos con ellos, cómo cuidamos, cómo acompañamos, cómo ayudamos a crecer. También se muestra en la constancia de los pequeños gestos, en cómo escuchamos, en cómo sostenemos, en cómo estamos, incluso, cuando no todo es fácil. "ahora no".
¿La crianza idealizada nos ayuda mucho?
Es, para Tarrés, una trampa emocional. "Nos aleja de la realidad y nos hace sentir insuficientes. Cuando asumimos que criar también es equivocarse, cansarse, dudar y volver a empezar, podemos empezar a vivirlo con mayor serenidad", afirma la psicóloga, que también recomienda alejarse de un "uso rígido" de una etiqueta de crianza, si deja de etiqueta.