Así hace de madre

Elisenda Solsona: "Pensaba que si no podía ser madre, no sería feliz"

Escritora, profesora de historia en un instituto y madre de Arcadi y Julieta, de 6 y 2 años. Acaba de publicar una novela que ya se ha convertido en un auténtico fenómeno, 'Mammalia' (Males Herbes), un 'thriller' hábilmente escrito sobre los miedos y las paradojas de ser madre. Hace unos años publicó la recopilación de narraciones 'Satèl·lits'

BarcelonaCon el primer aborto que sufrí, cuando estaba de seis semanas, nació el miedo a no poder ser madre. Fue en el 2014, hace diez años, y no existía la visibilidad que existe ahora de los procesos de infertilidad. Dicen que la emoción más antigua y fuerte es el miedo, y el miedo más potente es el miedo a lo desconocido. Para mí lo desconocido, en ese momento, era la incógnita de si podría llegar a ser madre o no. Sentía tanta presión de la sociedad que pensaba que si no podía serlo no sería feliz.

En Mammalia exploras esta angustia. Pero también dices que si no eres madre no pasa nada.

— Si hubiera vivido ahora el proceso no me hubiera sentido tan sola. Ahora se empieza a hablar sobre el no ser madre, tanto por circunstancias como por decisión propia, y es fundamental tener un círculo en el que te sientas acompañada, y conocer la experiencia de mujeres que no han podido ser madres y que, después de hacer un duelo, te cuenten que han tenido una vida hermosa.

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¿Cómo es tener dos hijos pequeños que llevan cuatro años?

— Ahora que tienen seis y dos veo que ya empiezan a jugar juntos, que se entretienen uno con otro. Ahora que se buscan, ya va desapareciendo el caos inicial de tener una criatura pequeña y un bebé. Esto no impide que existan varios puntos de caos en el día a día.

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¿Cuál es todavía el momento más caótico?

— El rato entre el desayuno y el salir de casa para ir a la escuela es un festival de correderas, pedir mil veces que vayan al recibidor a buscar los zapatos, poner fiambreras en las mochilas. Y el sentimiento de culpa de hacerles correr. La tarde es más calmada.

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¿Y cuál es un momento del día que te encanta?

— De camino a la escuela o de regreso siempre nos inventamos aventuras, encontramos pistas, creamos una historia. Otro momento precioso es el de la lectura de antes de acostarse. Cuando acabamos, el mayor siempre me pide la historia inventada. Yo a esa hora ya tengo muy poca capacidad de imaginación, y siempre le propongo que me diga cinco palabras ya partir de ahí empiezo a crear una historia. Ahora, de todos, el momento más feliz es cuando los despierto. Están muy, muy unidos, y sólo despertarse se buscan y abrazan. Me emociona muchísimo.

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¿Eres feliz pero sufridora, verdad?

— Tengo muchos pensamientos intrusivos. Nada más llegar al piso donde estamos ahora hice enrizar los balcones. Me imagino los escenarios más terribles. Siempre digo que soy pesimista y con pensamientos oscuros por el futuro, pero positiva en el día a día. Cuando existe un imprevisto sé buscar soluciones rápidamente. También me he dado cuenta de que hay mucha diferencia con mi hijo mayor y mi hija pequeña.

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¿En qué sentido?

— Con la segunda he descubierto otra maternidad, más serena, más confiada. Aunque la pequeña a veces puede sorprenderme con cosas que no había hecho el mayor, pero es como si ya supiera un poco más de qué va todo esto.

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Leer Mamalía hace pensar que madres y padres tendemos a ver a la infancia como un lugar más bonito de lo que realmente es.

— La infancia se construye con el recuerdo que te queda. Tanto puede ser un lugar al que querer volver como también un lugar lleno de vacíos que te pueden asustar. Lo desconocido nos provoca miedo pero a la vez mucha curiosidad y necesidad de saber. Quizás nos estamos acercando a un monstruo. Esto es lo que le ocurre a la Cora, la protagonista, que para poder reconstruir su identidad necesita hacer esta búsqueda, aunque le dé miedo descubrir la verdad.

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¿Qué recordarán nuestros hijos de su infancia?

— Tengo obsesión en construir recuerdos con mis hijos, en crearles imágenes, escenas que les queden retenidas en la retina y sean lugares a los que querer volver cuando sean mayores. A veces pienso que me cabe demasiado y que seguramente las escenas bonitas que recordarán serán otras que ni puedo imaginar.

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Querer construir los recuerdos de sus hijos, qué más peculiar...

Yo tengo muy poca memoria y muchas cosas que recuerdo son a partir de los olores, de la música y, sobre todo, de las fotografías, por eso creo que también intento tener con ellos muchos momentos bonitos y especiales, aunque sean cotidianos. Tengo mucha curiosidad por saber qué será lo que les marcará. Con lo que se quedarán.