El consultorio

¿Cómo y cuándo se pueden reducir las siestas en los niños?

El sueño diurno es esencial hasta que el niño tiene cuatro años

Niño echando una siesta.
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Las siestas son esenciales para el bienestar y el desarrollo de los niños desde que nacen hasta que tienen cuatro años. Después, explica el responsable de la unidad de sueño del Hospital San Juan de Dios, Òscar Sans, cada niño, "de forma independiente, las irá dejando a medida que consolide el sueño nocturno". A grandes rasgos, los lactantes de entre cero y doce meses deberían dormir entre 14 y 17 horas diarias, entre día y noche. Hasta los dos meses suelen hacer entre cuatro y ocho siestas y, después, hasta los 18 meses, llevan dos o tres. El patrón, afirma Sans, suele ser una después de desayunar y una después de comer, que deberían durar entre una y dos horas, "sobre todo la segunda, que es la única que suelen hacer a partir de los 18 meses".

¿Es necesario que hasta los 18 meses realicen la tercera siesta que recogen las tablas de referencia?

Esta tercera siesta irá en función de las necesidades de cada niño, aunque, a juicio de Sans, “haciendo dos buenas ya es suficiente”. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que lo que buscamos básicamente en las siestas "es que no estorben el momento de empezar el sueño nocturno", por tanto, en este sentido forzar una tercera bien entrada la tarde podría llegar a ser contraproducente. "Tampoco hay que obsesionarnos con que hagan tres siestas si después por la noche se duermen enseguida y se están unas horas seguidas durmiendo", destaca.

¿Las rutinas también son necesarias en el sueño diurno?

Para el responsable de la unidad de sueño de San Juan de Dios es, de hecho, "lo más importante". Cuando hablamos de rutinas de sueño, subraya, “hablamos de rutinas durante las 24 horas del día” y aquí se incluyen las siestas, pero también las comidas: “Debemos intentar que todo venga cuando toca y, si por edad les toca hacer una siesta a media mañana, después del desayuno, debemos intentar que el desayuno sea todos los días a la misma hora. Y lo mismo con el almuerzo y la siesta posterior.”

¿Cómo saber que ha llegado el momento de pasar de dos siestas a una?

En opinión de Sans, “cuando hay resistencia para dormir la primera siesta de la mañana y por las noches hay menos de tres despertares”. "Sobre todo no debemos luchar con este niño para que se duerma", insiste. Y es que, si el sueño nocturno es de buena calidad, lo que irá pasando "de manera espontánea y porque toca" es que la siesta de la mañana cada vez la pedirá menos. Es cierto que habrá una fase de transición en la que habrá días que la hará y días que no, pero poco a poco los días que no la necesite serán los más numerosos. "Lo que pasará también es que la criatura comerá y después será mucho más fácil iniciar la siesta posterior, que a la vez será más larga", añade Sans.

¿Es cierto que si no duerme la siesta, por la noche dormirá mejor?

A grandes rasgos, las personas dormimos por dos procesos: el proceso C, de ritmo circadiario, que hace que aproximadamente cada 24 horas se repita la necesidad de dormir, y el proceso S, relacionado con el cansancio. Dicho esto, a veces pensamos que si la criatura no duerme la siesta, por la noche se dormirá más rápidamente. Puede que pase, pero será por el cansancio. La calidad del sueño, sin embargo, "será peor y habrá más despertares nocturnos", alerta Sans. Llegarán más cansados ​​por la noche, claro, pero “también se asustarán, se pasarán de vueltas y será más complicado dormirles”. Y es que, apunta Sans, “cuanto más hiperactivo y cansado está el cerebro de las criaturas, más se activan ellos físicamente”.

¿Por qué hacia los cuatro años la siesta acaba desapareciendo? ¿Qué lo explica a nivel madurativo o de desarrollo?

Sobre todo la capacidad de soportar el proceso S (sueño que responde al cansancio), del que hablábamos anteriormente. “Siendo pequeños no tienen tanta capacidad de soportar el cansancio acumulado durante el día y necesitan pequeñas siestas”, explica Sans, quien a su vez destaca “la plasticidad neuronal y el aprendizaje diario que se produce en estas edades, los cuales implican un gran desgaste de 'energía”. Debemos saber que una de las grandes funciones del sueño es reparar la actividad llevada a cabo durante el día. Por tanto, si la criatura tiene un sueño de calidad y duerme una media de 10-12 h en la noche y va haciendo sin problemas a lo largo del día, sin mostrarse irritable por la tarde, ya será el momento de dejar esta última siesta , lo que suele ocurrir entre los cuatro y cinco años.

¿Cómo deben ayudar las escuelas, a I3, I4 e I5, a realizar esta última transición?

Para Sans, "es clave favorecer que hagan la siesta cuando la necesiten", porque si no, nos encontraremos "con criaturas muy irritables o que se duermen en clase". El problema, continúa, “es que intentamos estandarizarlo todo y parece que después de I3 ya no necesitan la siesta, pero debe permitirse que ese porcentaje de niños de entre 4 y 5 años que madurativamente la necesiten, la hagan ”. Comprobando siempre, sin embargo, "que la calidad y las horas de sueño por la noche son las correctas".

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