Año Català-Roca

El amigo de Miró

Es casi imposible no encontrar ninguna fotografía de Francesc Català-Roca en una monografía sobre Joan Miró. Le hizo miles de fotografías a lo largo de los treinta años que duró su colaboración y amistad. Era el único a quien, por su carácter silencioso, le permitía entrar en el estudio mientras trabajaba, y gracias a esto hoy tenemos el testigo de la manera de hacer del artista. Solo por eso, por la serie magnífica de fotografías del artista montando un mural en Osaka, haciendo cerámicas en Gallifa o pintando en el suelo de su estudio de Son Abrines, en Mallorca, ya habría entrado en la historia. Pero esta relación de Català-Roca y Miró, iniciada en 1953 y continuada hasta la muerte del artista, en 1993, es en realidad solo una parte pequeña de la inmensa obra de Català-Roca y, también, una parte, a pesar de que relevante, de los muchos retratos de artistas y personajes de la cultura que hizo el fotógrafo.

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A pesar de que no tenía estudios, el ambiente familiar de Català-Roca fue siempre muy culto y, en la biblioteca de su padre, Pere Català i Pic, se podían encontrar libros y revistas a las que pocos jóvenes de su tiempo, en pleno franquismo, tenían acceso. Interesado por las vanguardias y amigo de los arquitectos del GATCPAC o del ADLAN, dos grupos de vanguardia de antes de la guerra, Català i Pic también era escritor, historiador, filósofo y psicólogo. Català-Roca explicaba que en su casa ya había escuchado hablar de Freud o Jung cuando era adolescente, que la Bauhaus era tema de conversación y que el libro de Man Ray que tenía en casa lo tenía fascinado porque lo horrorizaba y tenía clar que aquello era, precisamente, lo que él no quería hacer.

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Sin embargo, el arte y la cultura lo atraían y se fue relacionando de manera natural, como dice su hijo Andreu Català Pedersen. Primero a través de Revista, una publicación de arte y cultura surgida a principios de los años 50, impulsada en parte por Salvador Dalí -de quien también se hizo amigo y a quien también hizo fotografías memorables-, con la que colaboraba. Allí, por ejemplo, cubría la parte gráfica de los artículos de Cesáreo Rodríguez Aguilera, centrados muchas veces en artistas reconocidos. Además, a través del arquitecto Antoni de Moragas, que lo había ido a buscar intrigado por las fotografías con las que había ganado en varias ocasiones el Ciutat de Barcelona, se puso en contacto con el grupo de arquitectos modernos del Grup R y muy pronto formó parte y fotografió mucha de la arquitectura racionalista que se hacía en Barcelona en aquel momento. Con Moragas, por cierto, hizo una colaboración a la que se conoce como la Casa dels Braus, en la Gran Via de Barcelona, puesto que el arquitecto puso fotografías de gran formato de Català-Roca en el techo de los balcones que representaban las diversas partes de una corrida de toros, a las que los dos eran muy aficionados.

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La fotografía crea mitos, fija la imagen de los iconos de la cultura de una manera que a veces supera su obra. Català-Roca hizo muchas imágenes icónicas de estas, sea de Josep Pla -con quienes también hizo muchos libros ilustrados para Destino-, Antoni Tàpies, Josep Lluís Sert, Marcel Duchamp, Ernest Hemingway o LaChunga. Pero, más allá del mundo cultural, donde también destacaba Català-Roca era en el retrato de gente anónima que se iba encontrando en sus viajes y que él captaba con toda su humanidad, respeto y humildad. Fuera el 'carboneret' de Cádiz o Doña Dolores, en blanco y negro o en color, su mirada sobre la gente siempre era generosa; buscaba dignificarlos para sacar, como hacía con todo, la luz que tenían dentro.