Talento arquitectónico catalán para revitalizar un pedazo de la historia gallega
Carme Pinós y Carles Enrich ganan el concurso para rehabilitar la finca y el pazo de Lourizán
BarcelonaA la hora de desarrollar sus proyectos, la arquitecta Carme Pinós (Barcelona, 1954) siempre ha puesto mucha atención en el lugar en el que debe intervenir. Cuando hace unos años recibió el encargo de ampliar el hotel mallorquín de Son Brull, Pinós lo tomó como un ejercicio de paisajismo e integró cuatro nuevas villas en el entorno del hotel con unos muros de piedra que tienen un aire agrícola. Actualmente tiene en obras una bodega en Burgos que está parcialmente enterrada para fusionarla con el sitio. Por su parte, su colega Carles Enrich (Barcelona, 1980) es conocido por obras como la sensible adecuación del recinto amurallado y la capilla del castillo de Jorba.
Pinós es una decana del sector en Cataluña e internacionalmente, y el de Enrich es uno de los despachos jóvenes más destacados. Hace pocas semanas ganaron juntos el concurso para rehabilitar la finca y el pazo de Lourizán, en Pontevedra. "Éramos los únicos catalanes, el resto eran sobre todo gallegos. Todo el mundo nos felicitó, y es como si les hubiésemos ganado el concurso del Parc Güell", afirma Enrich. De forma unánime, el jurado destacó que la propuesta de Pinós y Enrich, por encima de los otros siete participantes, es muy respetuosa con el sitio y permite conseguir "el equilibrio necesario entre naturaleza y arquitectura". El jurado considera que "la forma de actuar sensible, silente y meticulosa, que se extiende a todo el ámbito de la finca y el resto de los edificios", "se aproxima a la actuación mínima e imprescindible para alcanzar los objetivos fijados en las bases del concurso".
"Con Carles nos une, sobre todo, que apostemos fuerte", afirma Pinós. "Y que nos arriesguemos", subraya Enric. "Tenemos visiones distintas de la arquitectura, pero como nos respetamos mucho, sumamos", remacha Pinós. La envergadura y complejidad del proyecto hacían casi imprescindible que las propuestas de concurso fueran por equipos, y contar con colaboradores locales como biólogos e ingenieros forestales. A Pinós le gusta recordar que la colaboración con Enrich surgió de dos hermanos gemelos, uno de ellos trabaja con ella y el otro con Enrich, que les pusieron en contacto. Y la alianza ha continuado con otro concurso del que no pueden dar detalle alguno porque está en curso.
Una recuperación muy reclamada por los vecinos
La historia del pazo de Lourizán se remonta al siglo XV, y se hizo famoso porque en el siglo XIX fue la residencia estival del político gallego Eugenio Montero Ríos, conocido por su papel negociador en el Tratado de París entre España y Estados Unidos, después de las derrotas españolas en las colonias de Filipinas y Cuba. El área de actuación del proyecto es de 24,4 hectáreas, y la superficie construida. de unos 3.303 m2. Actualmente el pazo está muy deteriorado y la rehabilitación es también una demanda reiterada de los vecinos. El complejo incluye el Centro de Investigaciones Forestales, y después de la rehabilitación habrá también un hotel, salas de exposiciones y un pabellón multiuso, éste último muy integrado en la topografía y con una cubierta inclinada fotovoltaica. El presupuesto de la restauración es de 17,3 millones de euros, y está previsto que las obras estén terminadas el 2027.
"Uno de los puntos fuertes en los que nos entendimos mucho desde el principio es que hicimos una reprogramación, o una redistribución crítica del programa. Ellos hacían propuestas como derribar el interior de un edificio, pero después de las visitas que hicimos llegamos a la conclusión de que adaptando mejor el programa a los edificios existentes podíamos optimizar recursos y reinvertir el dinero que nos ahorrábamos en la construcción de un nuevo pabellón", explica Enrich. "La propuesta que nos hacían implicaba convertir un invernadero del siglo XIX en un espacio polivalente, y nosotros nos negamos", explica Pinós. Así que, después de una intervención mínima, servirá como espacio de exposiciones. "Ha ganado el sentido común", subraya la arquitecta. pazo acogerá el centro de recepción de visitantes, las salas de exposiciones, un hotel con veinte habitaciones y un restaurante. "La parte del hotel que nos presentaban como un semisótano casi la convertimos en la parte más noble del hotel: entramos por esta parte de abajo, y hacemos un espacio de doble altura para que entre la luz. pazo, pero realmente es un palacio; tiene una escalinata magnífica que mide casi cinco metros", dice Pinós.
La antigua escuela acogerá talleres y oficinas en la planta baja, y una residencia de investigadores en la primera. El edificio de la antigua almazara se mantiene como edificio de oficinas y recibirá nuevas empresas del sector forestal Asimismo, el proyecto implica la recuperación del llamado camino del Capellà, donde estará el nuevo edificio polivalente. El conjunto de la era de batir,hórreo y el sequí será un nuevo espacio público, y también habrá una cantina para los trabajadores. "Hemos mezclado los usos y hemos conseguido que haya más espacios visitables que antes", explica Enrich. "Queremos respetar la memoria del lugar y, al mismo tiempo, que las diferentes circulaciones no se crucen unas con otras", dice Pinós.
Otro de los puntales del proyecto de Pinós y Enrich es que separan la circulación rodada de la de los peatones. "Así hemos conseguido que el pazo se convierta realmente en un jardín", dice Pinós. Así, la vía central que conecta los edificios será peatonal. También intervendrán en el pavimento para que el suelo drene, después de que toda la zona se impermeabilizara con asfalto hace décadas para acceder- mejor en coche: "Vamos a romper el pavimento, aunque sea muy discretamente, para que el agua penetre", asegura Pinós.