'El Cristo' de Salvador Dalí ya se puede ver en Figueres
La pintura es el eje de una exposición en el Teatro-Museo y de un libro sobre su creación
BarcelonaEl Teatro-Museo Dalí de Figueres muestra por primera vez Cristo de San Juan de la Cruz, de Dalí, una de las obras más icónicas del pintor surrealista. Pintada en 1951, a finales de ese mismo año el galerista Tom Honeyman, entonces director de los museos de Glasgow, la vio en una galería de Londres. Quedó tan impresionado por la inquietante belleza de la obra que decidió comprarla. Hoy el ayuntamiento de la ciudad escocesa aún conserva sus derechos y la expone de forma permanente en el Museo Kelvingrove como una de sus adquisiciones más preciadas.
Este cuadro de Cristo suspendido sobre la bahía de Portlligat es una imponente pintura de 204,8 x 115,9 cm quese expuso en la bienal hispanoamericana de arte que se celebró en Madrid y en Barcelona en los años 1951 y 1952, y ha viajado de forma temporal a exposiciones itinerantes de todo el mundo, pero nunca se había visto en Figueres. Hasta ahora, que es el punto central de la exposición Dalí. El Cristo de Portlligat, que se puede visitar hasta el 30 de abril. El museo hace dialogar este espectacular óleo con otra pintura de Dalí, La cesta de pan (1945). "Cuando Dalí pintó La cesta de pan, ya tenía en la cabeza Cristo", asegura la directora de los museos Dalí y comisaria de la exposición, Montse Aguer.
La Fundación Gala-Salvador Dalí había previsto que la exposición fuera uno de los grandes reclamos para visitar el museo figuerense en 2020, pero la pandemia de coronavirus lo impidió. Además de las dos obras, existen también fotografías y dibujos del proceso creativo, la mayoría de ellos inéditos, y han permitido determinar que Dalí se inspiró en el canon de belleza de los actores de Hollywood. Con motivo de la exposición, se ha publicado el libro ¿Por qué, Dalí?, editado por Planeta, que profundiza en el proceso de creación de esta obra maestra de pintura.
“En esta obra Dalí habla de pintura, busca crear una obra maestra y trabaja la técnica, la textura, la luz. Es casi un cuadro hiperrealista sin serlo”, añade Aguer. El Cristo fue creado en un momento vital de transformación personal y artística de Dalí, que, a finales de los años 40, sin abandonar nunca los postulados surrealistas, buscaba volver a los sólidos principios del clasicismo para dar respuesta a los grandes interrogantes sobre la existencia humana. Los desastres de la Segunda Guerra Mundial, sumados a las tragedias atómicas de Hiroshima y Nagasaki, desestabilizaron su gusto por las vanguardias e hicieron virar al pintor hacia los planteamientos místicos y renacentistas. Los avances científicos de la física cuántica, además, también le hicieron interesar por teorías más próximas a las matemáticas que al psicoanálisis de Freud.
Todo este bagaje se traduce en la creación del Cristo, que plantea el icono religioso de la cruz a través de una composición simétrica, una inclinación sobrenatural y una perspectiva cenital innovadora, con el cuerpo bello e ideal, sin la sangre, la corona de espinas, los clavos ni el sufrimiento del Barroco. Tampoco se le ve la cara, que mira al suelo, donde se extiende, al pie de la imagen, la bahía de Portlligat, con una barca y dos pescadores, como escenario mítico del sacrificio.