Una exposición pionera sobre el arte medieval contra judíos y conversos
'El espejo perdido' analiza con unas 70 obras cómo la pintura sirvió para señalar a estos dos colectivos
BarcelonaLa profanación de las hostias por parte de los judíos fue una acusación antijudía muy extendida durante la Edad Media. La historia del milagro eucarístico de 1290 en París, conocido como el milagro de la capilla de las Billettes, recoge cómo la forma consagrada se mantuvo intacta después de que un judío le hubiera pinchado con un cuchillo y una lanza, le hubiera clavado clavos, lo hubiera golpeado con un martillo y lo hubiera echado en una olla de agua hirviendo. El judío habría logrado la hostia de una mujer cristiana que quería recuperar un traje empeño. Y no sólo la hostia habría quedado intacta, sino que también sangría y se habría convertido en un crucifijo. El Retablo de la Eucaristía de Vilafermosa (Alt Millars), atribuido a Llorenç Zaragoza, recoge esta historia ya partir de este viernes se puede ver en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC).
El Retablo de la Eucaristía es una de las piezas destacadas de la exposición El espejo perdido. Judíos y conversos en la Edad Media, una muestra del Museo del Prado y el propio MNAC que analiza por primera vez el papel del arte en la forma en que los cristianos definieron su imagen a partir de la que ellos mismos tenían de los judíos y los conversos entre finales del siglo XIV y 1492. "El cristianismo construyó todo un repertorio visual a partir del antijudaísmo, y así poder ratificar toda una serie de dogmas, creencias y devociones", afirma Joan Molina, conservador de pintura gótica y española del Museo del Prado y comisario de la muestra. Además de profanar hostias, a los judíos les acusaron de profanar imágenes y ceguera, es decir, de no querer ver. A menudo aparecían vestidos de amarillos, que es el color de la infamia y la mentira, y podían tener rasgos islamizantes.
"La diferencia existe, pero la alteridad se construye, y esta exposición habla de la construcción de la alteridad a finales de la Edad Media en los reinos de Castellano y Aragón, y cómo la mirada cristiana, el espejo cristiano, sobre judíos y conversos definió esa alteridad", afirma Molina. "En el tema de los judíos, la exposición puede tener muchas coincidencias en otros territorios –añade Molina–, pero en el terreno de los conversos esta exposición es muy particular y muy especial porque afecta a la historia de España y Catalunya hasta hace cuatro días , en cuanto a la estigmatización visual y social que sufrieron los nuevos cristianos". "Es una exposición importante y necesaria", subraya Miguel Falomir, director del Museo del Prado, donde la exposición fue un éxito con unos 100.000 visitantes entre octubre del pasado año y enero de este año; de hecho tuvieron que reimprimir el catálogo.
El proyecto fue arriesgado. Molina recuerda que fue recibido con "muy escepticismo" entre colegas del mundo anglosajón porque se trata de un tema "extremadamente sensible" en Norteamérica y Europa. Aún así, en la Universidad de Princeton dedicaron una jornada de estudio al catálogo. "Si se hace con cuidado y con rigor, se puede plantear cualquier tema. Si no abrimos debates, nos estamos matando intelectualmente", dice Molina.
Bermejo, Berruguete, Gallego, Martorell
La exposición incluye unos setenta obras, de las cuales ocho son del MNAC. Algunas son de pintores conocidos como Bartolomé Bermejo, Pedro Berruguete, Fernando Gallego y Bernat Martorell, provenientes de unos treinta fondos públicos y privados nacionales e internacionales. De todas, muy pocas son judías. Hay tres manuscritos muy lujosos con los que las élites judías quisieron equipararse a los códices cristianos: la hagadá Rylands, la Dorada y la de Barcelona, que muy pronto salieron de Catalunya y hoy se conservan en Reino Unido. También está el collar con amuletos apotropaicos de Les Roquetes, conservado en el Museo Comarcal del Urgell-Tàrrega. Lo llevaba una niña con una malformación que fue asesinada durante el asalto a la judería de Tàrrega en 1348. Más adelante, en 1391 se produjeron los pogromos de las principales juderías de los reinos de Castilla y Aragón. Los estragos fueron terribles: la judería de Barcelona quedó reducida a un 10% o un 15%, y se produjeron conversiones masivas, algo que no ocurrió en otros países como Francia, Italia e Inglaterra.
En el MNAC, El espejo perdido se despliega dentro de las salas de Gòtic, y está previsto que la exposición deje huella en la futura remodelación de la colección. "La colección gótica es troncal. No se toca desde la presentación que se hizo en el 2009, y cuando acabe la exposición deberemos renovar estas salas y algunas otras. Será uno de los proyectos importantes del 2025", afirma el director del museo, Pepe Serra.
El recorrido está dividido en cinco ámbitos temáticos: Transferencias e intercambios, De precursores a ciegos, Antijudaísmo e imágenes mediáticas, Imágenes para conversos, imágenes de conversos y Escenografías de la Inquisición. Las obras expuestas reflejan cómo el arte servía para salvar o condenar a un judío converso que mantenía sus creencias a escondidas, y para hacer propaganda de la Inquisición, como puede verse en la pintura terrible de Pedro Berruguete con dos judíos ardiendo en una hoguera: Acto de fe presidido por san Domingo de Guzmán. Y como es el caso del escapulario llamado gramalita o sambenet, para mantener el estigma contra los judíos a lo largo de los siglos. "Con la Inquisición pasamos del antijudaísmo al racismo, porque estamos hablando de la sangre: los judíos son perseguidos porque su sangre está sucia, porque son descendientes de judíos", concluye Molina.