Caída drástica de las bibliotecas escolares en toda Catalunya
Bibliotecarios y docentes alertan de su desaparición y el departamento de Educación lo atribuye a los cambios pedagógicos, la carencia de espacio y los recortes
BarcelonaCatalunya ha perdido una cuarta parte de las bibliotecas escolares en los últimos cinco años: según los últimos datos publicados por el departamento de Educación, ha pasado de tener un 78,1% de centros educativos con biblioteca escolar a un 56,8%. La disminución de bibliotecas a las escuelas e institutos ha sido generalizada, tanto en centros de educación primaria como de secundaria y tanto en públicos como privados o concertados. También han caído las actividades dedicadas al fomento de la lectura (del 83,1% el 2015 al 59,4% el 2020) y las horas semanales en horario lectivo dedicadas a las bibliotecas (de 14 horas a 9,4). Los maestros y bibliotecarios consultados por el ARA atribuyen este retroceso a "la poca cura del departamento de Educación" hacia esta cuestión y lo acusan de promover "políticas de abandono" hacia las bibliotecas de centro.
Por su parte, la Generalitat dice que han influido los "cambio pedagógicos", que han modificado "el concepto que enmarcaba la biblioteca como el espacio exclusivo de acceso a la lectura" y "han influenciado en la forma de hacer uso de los libros o trabajar la lectura". El departamento de Educación explica que "las nuevas orientaciones pedagógicas hacen que muchos centros trabajen la lectura desde espacios diferentes, como rincones de lectura en los pasillos y bibliocarros", y subraya que el hecho de no tener biblioteca "no quiere decir que no promuevan la lectura". También atribuye la caída a la "falta de espacio" de algunos centros, al hecho de que "no pueden mantener el fondo actualizado" y a los recortes del programa "puntedu". "Esperamos poder revertirlo", dice el departamento.
La ley de educación catalana (LEC 12/2009) establece que "todos los centros educativos tienen que disponer de una biblioteca escolar", pero a la hora de aplicarla, la responsabilidad recae en cada centro. Cada equipo directivo decide qué parte del presupuesto se destina a la biblioteca, que a menudo también obtiene dinero de las Asociaciones de Familias de Alumnos (AFA). De hecho, los centros no pueden contratar directamente personal para las bibliotecas, sino que lo tienen que hacer a través de la AFA. "Es un proyecto de centro, cada escuela decide si sacarla adelante o no. Hay muchas desigualdades", explica Júlia Baena, que asesora 23 bibliotecas escolares y es profesora en la facultad de Educación de la Universitat de Barcelona (UB).
Las bibliotecas de aula como sustituto
El 59,9% de los centros que no tienen biblioteca de centro justifican la ausencia porque dicen que ya tienen bibliotecas en las aulas. "Me encuentro con que si no hay una biblioteca central, la colección de cada clase es ridícula. Hablamos de uno o dos libros por alumno en lugar de los 10 recomendados", alerta Baena. "Una biblioteca de aula no es una biblioteca de centro, que ofrece un fondo y unos servicios, resuelve dudas, recomienda libros y es un espacio para hacer trabajos. Hay un discurso perverso por parte del departamento de Educación, que habla cada vez menos de bibliotecas escolares y cada vez más de bibliotecas de aula", añade el bibliotecario Carlos Ortiz, que desde hace más de 13 años trabaja en centros públicos de secundaria de Barcelona y es miembro del Grupo Bibliomèdia, dedicado al impulso de las bibliotecas escolares y que forma parte de la Federación de Movimientos de Renovación Pedagógica.
"El departamento no las impulsa porque le traen conflictos. La gente quiere más dinero para comprar libros y más horas para gestionarlas. Esta sustitución de la biblioteca de centro por la de aula elimina la necesidad de dedicar una persona a la biblioteca y de destinar recursos para material", destaca la profesora de la facultad de Información y Medios Audiovisuales de la UB Mònica Baró, especializada en bibliotecas escolares. El presidente del Colegio Oficial de Bibliotecarios y Documentalistas de Catalunya (COBDC), Francesc Xavier González Cuadra, dice que "el departamento de Educación hace trampa" porque "denomina bibliotecas de aula a un cajón de entre 20 y 40 libros" y "si de un cajón de libros inferimos que es una biblioteca, entonces un botiquín es un hospital".
La reducción de las bibliotecas escolares va ligada a un tema de presupuesto. Los bibliotecarios explican que se han encontrado con centros que destinan menos de 400 euros al curso y alguno que, incluso, no dedica ni un euro. El dinero provienen del presupuesto de cada centro y, en algunas ocasiones, de las AFA y de los ayuntamientos. En Girona, por ejemplo, el consistorio dedica casi 50.000 euros de subvenciones directas a las escuelas para comprar fondos y equipaciones cada año. "Hemos conseguido que todas las escuelas tengan biblioteca escolar y un responsable con, como mínimo, una hora a la semana de dedicación", destaca la coordinadora del programa de bibliotecas escolares del Ayuntamiento de Girona, Dolors Madeo.
Otra de las luchas es conseguir que se valore el uso de este espacio. Solo un 25% de los centros tienen una biblioteca de uso exclusivo, según datos del ministerio de Educación. Baró considera que "es un problema que sea un espacio compartido" porque "se utiliza para las reuniones con las familias, de comedor; son situaciones surrealistas". Así mismo, dotar de valor las bibliotecas de centro va ligado a la necesidad que se las vea como un espacio clave para la digitalización. "Aún prevalece una visión obsoleta que solo valora los libros como material de biblioteca. Muy pocas bibliotecas tienen una página web, no se hace curación de contenidos con recursos digitales", señala Baena, que añade que también se encuentra con "mucha reticencia del profesorado" a la hora de tirar libros. "Llega un momento en el que no tienen espacio, les cuesta mucho esporgar porque se enfrentan a críticas del personal docente. A los bibliotecarios no nos cuesta, he llegado a tirar libros que tenían 40 años", dice.
La falta de personal y las dificultades de contratación
Bibliotecarios y maestros también ponen el foco en la necesidad de disponer de personal para las bibliotecas. "Tendría que haber una persona a todas horas, porque en cualquier momento un alumno pueda bajar a la biblioteca y haya alguien que lo pueda atender", subraya Sílvia Solé, que es maestra jubilada, forma parte del Grupo Bibliomèdia y durante dos días a la semana se encarga de la biblioteca de la escuela Torrent d'en Melis de Barcelona. Ana María Navarro, maestra de sexto de primaria y encargada de la biblioteca de la escuela Pla de les Vinyes de Santa Coloma de Cervelló, echa de menos "más reconocimiento" por parte del departamento de Educación. "Ahora funcionan por la buena voluntad y las horas que dedicamos los maestros", añade.
En la educación primaria, a menudo quien se hace cargo de la biblioteca es un docente con formación bibliotecaria. De hecho, el departamento de Educación destaca que uno de los puntos fuertes de las bibliotecas escolares son precisamente las formaciones. "El curso pasado se dieron cerca de 300 certificaciones. Han aumentado el número de seminarios y grupos de trabajo de bibliotecas escolares", dice el departamento. Pero los desdoblamientos de clases a raíz de la pandemia han impactado en la figura de los docentes a cargo de las bibliotecas, porque con las bajas y los confinamientos muchos han saltado a las aulas. Así se evidencia otro de los problemas, el hecho de que la biblioteca dependa solo de una persona. "Con la rotación de personal, vemos que constantemente empiezan proyectos nuevos. Haría falta exclusividad laboral y una persona fija para que le pueda dar continuidad", afirma Carlos Ortiz.
Cuando el encargado de la biblioteca es un bibliotecario, y no un maestro del claustro, es el AFA del centro quien lo tiene que contratar. Esto pasa más habitualmente en secundaria, pero "no todas las AFA pueden –o no quieren– contratar, y se crean diferencias", subraya Ortiz. Disponer de un bibliotecario en cada centro sería "la solución ideal", y desde el Colegio Oficial de Bibliotecarios piden que Educación "ponga un profesional para cada centro igual que se hace con psicólogos, logopedas y psicopedagogos". Pero Mònica Baró dice que esto "es imposible, no hay suficientes titulados", y pide que se sumen esfuerzos para que "los profesores vean que la biblioteca es útil, una buena herramienta pedagógica, y tengan ganas de trabajar".
Sea como fuere, tanto maestros como bibliotecarios piden "una voluntad política clara" para revertir la caída de las bibliotecas escolares. El departamento de Educación dice que "trabajará conjuntamente con el departamento de Cultura para dar un nuevo impulso a las bibliotecas" y ampliar los usos. "El objetivo es que sea un espacio de libros, de consulta y de trabajo, de incorporar elementos como los juegos de mesa como herramienta de aprendizaje, para reformular el concepto de biblioteca escolar y para promover la cultura, no solo la lectura", subraya el departamento. Bibliotecarios y docentes reclaman con urgencia una intervención política por parte de todas las administraciones. "Durante cuatro años hemos perdido hasta la camisa –dice el presidente del Colegio–. Las bibliotecas son un elemento capital para la alfabetización y fomento de la lectura de los niños".
En Galicia, el porcentaje de centros educativos con biblioteca escolar es del 94,7%. Esta comunidad autónoma es líder en el sector y se ha convertido en el referente para bibliotecarios y maestros catalanes. Para entender su caso de éxito hay que ir hasta 2004, cuando el gobierno español, liderado por el PSOE, decidió invertir en las bibliotecas escolares. Las comunidades autónomas que aceptaron la subvención se comprometían a duplicar el dinero que venía de Madrid. "Catalunya decidió gastarse el dinero en liberar a una persona del claustro para que dedicara media jornada diaria a la biblioteca escolar. Fue una opción valiente, pero a la larga se demostró que no era efectiva", explica Mònica Baró, que recuerda que aquella medida "provocó un salto cualitativo bestial en las bibliotecas, las dinamizó y las hizo útiles".
Pero cuando las ayudas estatales desaparecieron con la entrada del PP al gobierno español, estas horas de personal dedicado a las bibliotecas también se eliminaron. "Fue un arranque de caballo y parada de burro. Cada centro se lo tenía que hacer venir bien para seguir ofreciendo estas horas, para muchos era inviable", señala Baró. En Galicia, en cambio, aquel dinero público se destinó a mejorar los espacios y las colecciones. "Transformaron las bibliotecas gallegas en verdaderos centros de recursos. Tienen mesas de mezclas, estaciones de radio, cromas, cámaras de vídeo, impresoras 3D. Se han convertido en espacios de experimentación de medios, y esto las ha hecho golosas e imprescindibles", dice Barón, que considera que hay que avanzar en esta dirección: "En Catalunya tenemos unas bibliotecas que no se usan y que requieren una inversión continuada. Hace falta que tengan un efecto transformador en la escuela, que sean motor de cambio".