En el cine de Nanni Moretti la felicidad es una canción de Battiato

En un momento de El sol del futuro, un arrogante director de cine de acción está a punto de rodar una escena en la que su protagonista es ejecutado. De repente, Giovanni, el más reciente alter ego de Nanni Moretti, interrumpe el rodaje para intentar explicar al equipo la banalidad con la que están tratando la violencia. Pese a su insistencia, nadie le hace caso, y Giovanni acaba yéndose mientras, en el fondo del plan, se consuma el asesinato gratuito y todo el mundo celebra el fin del rodaje. No es la primera vez que el firmante de La habitación del hijo utiliza sus películas como altavoz para expresar el disgusto con ciertas modas y derivas del audiovisual, pero nunca había plasmado de forma tan gráfica y resignada la distancia que le separa del cine actual. Es en esta toma de conciencia donde encontramos la clave de un filme que se nos presenta como el regreso de Moretti a la metaficción que le hizo célebre en los ochenta y noventa. Una operación que, a pesar de las autocitas (vemos al cineasta tapándose con la misma manta que utilizaba en Sogni d'oro, y el cartel del film actualiza el de Caro diario), no resulta nostálgica.

El director sabe que su mirada ya no es la de un joven revolucionario y vehemente, sino la de un veterano que no ha logrado salvar a Italia de la decadencia cinematográfica y política. Por eso Giovanni resulta un avatar cargado de puñetas (también, a veces, de razón) que exaspera su entorno mientras se afana por rodar un deprimente drama político sobre la crisis de un comunista en los años cincuenta… Pero en realidad sueña con hacer un film lleno de canciones. Como el propio Moretti en El sol del futuro, que cuando se deja de chistes privados y dardos torpes contra Netflix y se pone a bailar al ritmo de Franco Battiato recupera la fe en el cine y la música para conjurar utopías colectivas, y también el pulso para filmar instantes de pura felicidad.