Crítica de cine

Denzel Washington, el arma definitiva contra la Camorra en 'The equalizer 3'

Antoine Fuqua cierra la trilogía cinematográfica dedicada al justiciero Robert McCall

2 min
Denzel Washington en la película 'The Equalizer 3'.
  • Dirección: Antoine Fuqua
  • Guión: Richard Wenk
  • 108 minutos
  • Estados Unidos (2023)
  • Con Denzel Washington, Dakota Fanning, David Denman y Eugenio Mastrandrea

Puede parecer un detalle banal, pero no lo es. El primer The equalizer duraba 132 minutos; la segunda parte, 121, y The equalizer 3 acorta el metraje hasta los 108 minutos. Esto invierte la lógica de las secuelas (todo debe ser más grande y estrepitoso que lo ocurrido antes) y sitúa la tercera (y última, dicen) entrega de la zaga que protagoniza Denzel Washington en el lugar que más le corresponde, el de un producto discreto y que va al tajo. Casi una serie B, como lo era el serial televisivo de los ochenta en que se basa, hinchada por la presencia de una de las auténticas grandes estrellas del Hollywood contemporáneo, que parece haber encontrado en el personaje del justiciero a Robert McCall una figura recreativa (y posiblemente lucrativa) para coger aire entre asuntos más serios.

Conscientes que en el universo de The equalizer no le quedaban más cosas que decir, Washington y el director Antoine Fuqua optan por ir a Italia, emprendiendo el viaje que ha seguido siempre el cine popular cuando entra en aparente decadencia. Allí, McCall se recupera en un pequeño pueblo napolitano de las heridas que le ha dejado una de sus cruzadas unipersonales, y no tarda en detectar cómo la Camorra hace la vida imposible a sus nuevos vecinos. Por momentos, parece que Fuqua haya querido hacer su propia versión de Gomorra, pero perdiendo todo rastro de fatalismo sociológico para entregarse al placer de ver cómo Washington tirotea, empala y trincha mafiosos entre imágenes de la Virgen María y estatuas clásicas. En paralelo, hay una trama que reúne al actor con Dakota Fanning, su partenaire en El fuego de la venganza (Tony Scott, 2004), uno de los títulos que le reinventaron como hombre de acción. No obstante, el encuentro no es emotivo ni enriquecedor dramáticamente, sino que distrae el filme del único estímulo auténtico que nos puede ofrecer: el de la violencia maximalista explicada a pequeña escala.

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