Cómo disfrutar de una película que no tiene ni pies ni pies

En 2017, el cineasta francés Xavier Legrand se hizo un hueco en el panorama del cine de autor europeo con Custodia compartida, una cruda aproximación al drama de la violencia machista que transitaba entre la sensibilidad de los hermanos Dardenne y la truculencia de Michael Haneke. Ahora, con El sucesor, Legrand se consolida como autor de pleno derecho reincidiendo tanto en la idea de destapar lo que se oculta detrás de una aparente normalidad como en el interés por combinar diferentes estilos y tonalidades fílmicas.

El sucesor comienza adentrándose en el universo de la alta costura parisina, donde el diseñador Ellias Barnès (un inspirado Marc-André Grondin) se presenta como la nueva estrella de la moda. Pero las cosas empiezan a torcerse cuando las molestias cardíacas de Barnès encuentran una inquietante resonancia en la noticia de la muerte de su padre. Esto llevará el filme desde la Francia cosmopolita, que Legrand filma con una frialdad kubrickiana, hasta un pueblo de Quebec, donde estallará una sórdida espiral de dolor y perversidad.

Inspirado por los códigos de la tragedia griega, Legrand convierte la segunda mitad deEl sucesor en una delirante mezcla de thriller, terror doméstico y melodrama familiar, con un protagonista que, en su incapacidad para escapar del callejón sin salida existencial, acaba remitiendo a las pobres criaturas de las comedias negras de los hermanos Coen. La película no tiene ni pies ni cabeza... y en eso reside su encanto.