¿Hay sitio para la empatía en el deporte de élite?

A medio camino entre el drama intimista y el thriller psicológico, Caída libre sitúa su reflexión sobre el deseo de control y la gestión del poder en el ámbito de la gimnasia rítmica de élite. En este universo, marcado por una feroz competitividad, destaca la altiva figura de Marisol (intensa Belén Rueda), una entrenadora que impone su búsqueda de la excelencia con un talante despótico. Sin embargo, Marisol vive atrapada en una flagrante paradoja, dado que la autoridad que ejerce sobre sus discípulos –entre las que destaca una gimnasta de origen ucraniano (Maria Netavrovana)– contrasta con la incapacidad para mantener bajo control su vida matrimonial.

Para perfilar la turbia personalidad de la protagonista, la cineasta barcelonesa Laura Jou despliega una puesta en escena impregnada de una precisión casi enfermiza. Los milimétricos movimientos de cámara remiten al perfeccionismo de David Fincher, mientras que el film guiña el ojo al cine de Brian De Palma cuando pone en juego la idea de una perversidad enmascarada –la primera imagen del film muestra a Marisol aplicando- maquillaje como si fuera camuflaje de guerra–. El ejemplar energía visual de Caída libre se tropieza a veces con unos diálogos de carácter didáctico, y los giros finales de la trama parecen escapar a la lógica del relato, pero en conjunto la película consigue reflejar la violencia de un mundo golpeado por el autoritarismo y la carencia de empatía.