Cuando morirse es una fiesta
Tim Burton resucita a su personaje más memorable en 'Beetlejuice Beetlejuice'
'Beetlejuice Beetlejuice'
- Dirección: Tim Burton. Guión: Alfred Gough y Miles Millar
- 101 minutos
- Estados Unidos (2024)
- Con Michael Keaton, Winona Ryder, Catherine O'Hara y Jenna Ortega
Beetlejuice no fue la primera película dirigida por Tim Burton (antes hubo La gran aventura de Pee-Wee), pero quizás sí que fue la primera película de Tim Burton, esa que descubrió al público un cineasta con una afinidad por el macabro y el estrafalario. Así pues, tiene toda la lógica del mundo que el director haya vuelto a este espacio feliz justo en el momento en que estaba a punto de desfallecer bajo el peso de encargos corporativos, como por ejemplo la versión en imagen real de Dumbo que realizó con Disney en 2019, y que no duda en tachar de experiencia traumática. El dardo que la gran factoría de la animación (y de las propiedades intelectuales) recibe en una escena de Beetlejuice Beetlejuice es sólo una de las señales que nos indican que Burton necesitaba desahogarse, razón por la que ha invocado al demonio brincando encarnado por Michael Keaton, que todavía se deshace por una Winona Ryder que ya no es la adolescente gótica del primer filme, sino una médium de popularidad televisiva que se afana por reconectar con su hija (Jenna Ortega) y que no ha terminado de limar la relación con su madrastra, la egocéntrica artista interpretada con el punto justo de divismo por Catherine O'Hara.
No hace falta estar al caso de las desventuras recientes de Burton para darse cuenta de que el director se lo ha pasado en grande rodando Beetlejuice Beetlejuice. Se nota en la forma en que se pasea por decorados de arquitectura trapezoidal, en los festivos estallidos de fluidos y violencia soplo (en el cine del autor deEduard Manstisores la sangre es siempre feliz), y en sus ganas de proclamar su amor por Monica Bellucci, a quien se deleita filmando como novia cadáver. Sin embargo, esta fiesta tiene un reverso desencantador: la evidencia, a medida que avanza el metraje, de que Burton no está ampliando el terreno de su juego sino que, simplemente, revisita hitos ya conquistados. Basta con fijarse en cómo el clímax replica y agota la posesión musical que constituía uno de los puntos álgidos del primer filme. Por último, no podemos sino sentir cierta lástima por el insalubre Beetlejuice, que ya no sabemos si es antagonista o antihéroe y al que todos los personajes (y también Burton) reclaman interesadamente para subvertir las normas; algo como quien se junta con la oveja negra del grupo de juventud para una noche de excesos y al amanecer abandona a la deriva para continuar con su vida de orden. O, en el caso que nos ocupa, para realizar la segunda temporada de una serie de Netflix.
[Las proyecciones en catalán de Beetlejuice Beetlejuice se pueden consultar en este enlace]