¿Necesitamos otra comedia española de viajes?

De perdidos a Río es otra comedia española de viajes estrenada con el objetivo de amenizar el verano fílmico. Un hombre recibe la noticia de que un antiguo amigo ha muerto en Brasil y viaja para repatriar el cadáver acompañado de dos compañeros con ganas de playa. Pablo Chiapella, Carlos Santos y Fran Perea interpretan a tres arquetipos con patas: un protagonista miedoso y correctísimo, un amante de las fiestas y un tercer hombre que teme el compromiso. El personaje principal es policía, así que se introducen elementos de investigación o de acción concebidos desde una lógica lúdica e inverosímil: se puede sobrevivir a un tiroteo con bandas criminales si se agacha la cabeza y se bromea.

El realizador Joaquín Mazón (Cuerpo de élite) firma una película diseñada y ejecutada con competencia pero bajo un manual muy básico de la comicidad y su materialización visual. Se emplea el propio vocabulario del cine comercial de Hollywood, se aplica una mirada turística y publicitaria a las localizaciones, pero las imágenes captadas con drones no disimulan que el fondo de la propuesta es algo rudimentario. No falta el humor sobre las infidelidades de pareja o el tratamiento de la homosexualidad como una realidad más o menos normalizada que, a su vez, es algo ridícula y ridiculizable. Todo esto puede servir para pasar el rato, pero transmite una cierta sensación de rutina. Y esto se aleja de la atmósfera de diversión alocada que se quería conjurar.