Netflix celebra el 8-M con un anti cuento de hadas que hermana doncellas y dragones

La aún corta trayectoria de Millie Bobby Brown le ha convertido en especialista en encarnar doncellas que no necesitan a nadie para salirse solas de los problemas, sea Eleven de Stranger things o la hermana adolescente de Sherlock Holmes. En Damsel esto es del todo literal, ya que la actriz interpreta a la heredera de una casa noble en decadencia que acepta la propuesta de un matrimonio de conveniencia. Cuando llega a su nuevo hogar todo luce con una perfección casi ramplona: el palacio es fastuoso; el príncipe azul, encantador, y la reina, de una belleza gélida y altiva. Pero esto no es más que un regalo envenenado, puesto que el objetivo de la familia política de la joven es ofrecerla como sacrificio a la dragona que ronda sus tierras.

El cuento de hadas se derrumba y, en este punto, el director canario Juan Carlos Fresnadillo saca músculo para convertir el bloque central de Damsel en un filme de acción físico y claustrofóbico, donde la protagonista reta y se arrastra por una cueva laberíntica, con el traje desparracándole (todo un símbolo de su tránsito de princesa a heroína) mientras huye del fuego y de las garras de un monstruo con quien tiene más cosas en común de lo que parece, tal y como explicita una conclusión que funciona más como guindilla conceptual que como giro dramático. He aquí el talón de Aquiles de la película: un guión que envuelve en algoritmos rutinarios una idea motriz subversiva.