Crítica de cine

¿Qué pasaría si hubieras conocido el amor de tu vida a los 12 años?

La película 'Vidas pasadas', de Celine Song, activa la creencia desmedida, incluso insensata, en el sentimiento amoroso como motor de la vida

Una imagen la película 'Vidas pasadas'.
2 min
  • Dirección y guión: Celine Song. EE.UU., 2023,
  • 106 minutos. Estados Unidos y Corea del Sur (2023)
  • Con Greta Lee, Yoo Teo y John Magaro

Debe haber visto Celine Song Breve encuentro? El desenlace de Vidas pasadas, donde un Uber sustituye el tren del doloroso final de la obra maestra de David Lean, permite intuirlo. Lo que comparten estas películas tan distintas es más profundo, y tiene que ver con una creencia desmedida, diríamos incluso que insensata, en el sentimiento amoroso como motor de la vida y, por tanto, como eje central de todo relato que realmente importa. Tiene Vidas pasadas, con su aproximación sin ironías a las emociones de los protagonistas, un aire de cine de otra época –al fin y al cabo, Breve encuentro tiene ya ocho décadas–, aunque sea una película que habla en un idioma netamente contemporáneo. Esto se percibe en el rigor de su montaje elíptico –es un filme que sintetiza doce años de matrimonio en el corte que va del primer beso en el momento en que, en un aeropuerto, preguntan a la pareja por su estado civil– y que conecta esta historia de amor desincronizada entre dos amigos de la infancia, Nora y Hae Sung, separados por el traslado de la familia de ella de Corea del Sur a Canadá, con Pequeño mamá, de Céline Sciamma. También se intuye en la estructura tripartita (que aborda los diversos estadios de la vida: infancia, juventud y edad adulta) de esa conexión amorosa que, como si fuera un eclipse solar, se manifiesta una vez cada doce años y que convierte el filme en una versión sintetizada de la famosa trilogía Antes de… de Richard Linklater.

Buceando en su propia historia (el dolor de la emigración está muy presente), Song lanza un complejo y sensible discurso sobre cómo dos fuerzas antitéticas –por un lado, el azar, por el otro, una especie de “divina providencia”– pueden moldear nuestra existencia, y sorprende, en el último tercio del filme, por la forma en que aborda, con idéntica delicadeza y empatía, tanto los vaivenes del amor romántico como su opuesto, la monotonía y la naturaleza reiterativa del amor conyugal.

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