'Los Tortuga': salir adelante después de la muerte del padre y del esposo

La cuñada andaluza de Delia (Antonia Zegers) le explica el significado de una foto que cuelga en su habitación: las personas que aparecen son "los Tortuga", los emigrantes que se marchaban de Jaén hacia Catalunya con todo cargado encima. De hecho, Delia, de origen chileno, se casó con Julián, un andaluz que conoció en Barcelona y con quien tuvo una hija, Anabel (Elvira Lara). Pero, pese a que el segundo largometraje de Belén Funes arranque en Andalucía, con toda la familia reunida para la fiesta del aceite y para recordar a Julián, fallecido recientemente, esta no es una película que reconstruya una de tantas historias aún inexplicadas de los exilios del sur de España hacia Catalunya.

La directora de La hija de un ladrón actualiza el imaginario de la inmigración en nuestro país sin dejar de trazar una línea de continuidad con la que llegó hace décadas. Escenario complicado para encontrar un piso de alquiler que redibuja el horizonte de futuro de las protagonistas. Los Tortuga, sin embargo, no quiere definirse solo por las coordenadas del cine social. El filme perfila un retrato complejo de las circunstancias que afectan a tantas personas en nuestro país, sobre todo cuando arrastran factores que dificultan su arraigo. Pero también se adentra en el vínculo materno-filial entre las protagonistas. Con la cámara siempre cerca de los personajes, Funes evita el sentimentalismo fácil e incluso exhibe cierta sequedad tonal a través del talante de Delia. Un registro que se justifica mediante un recurso dramático final que puede parecer ya visto pero guarda plena coherencia con todo el planteamiento de la película.