'Spermageddon': la educación sexual como no la habías visto nunca

En todos los años que llevo en el mundo de la crítica, nunca habría imaginado que escribiría la reseña de una comedia musical de animación protagonizada por espermatozoides que deben realizar una larga travesía para ir de los testículos de un adolescente al óvulo de su primera novia. Pero, vetelo aquí, el día ha llegado. Codirigida por Rasmus A. Sivertsen y Tommy Wirkola, especializado en producciones de concepto claro y contundente (como Zombis nazis o el Santa Claus exterminador de Noche de paz), Spermageddon se plantea como una parodia del esquema narrativo preferido de Pixar: dar características antropomórficas y sentimientos a organismos inanimados, y convertir los procesos físicos y mentales en estructuras corporativas. De hecho, se puede entender como una réplica de Del revés, que abre la puerta de par en par a la libido juvenil que Disney erradica de su imaginario. Si bien es cierto que Spermageddon raramente consigue que los gags bienhumorados y groseros que desfilan por la pantalla estén a la altura de su planteamiento, y que debe hacer malabarismos para conciliar la hazaña fértil de sus personajes con una moraleja a favor del sexo seguro y la planificación familiar, hay que reconocer a sus responsables un mérito tan poco posible: han realizado una película productoras y más poderes fácticos de la industria del cine como sus protagonistas de no acabar aplastados en un preservativo o pañuelo.