Oportunidad perdida para trazar el oscuro mapa del abuso y de quienes lo encubren

Hay dos películas diferentes en Verano en rojo, adaptación de la primera novela protagonizada por la comisaria de policía María Ruiz (Marta Nieto, tan efectiva como siempre) y escrita por la periodista Berna González Harbour. Una, la que privilegia a la directora Belén Macías, es un thriller policial ambientado entre Madrid y Pamplona en el verano de 2010 que investiga la muerte de dos alumnas adolescentes de diferentes escuelas de una misma institución religiosa. La otra, de la que sólo se vislumbra el pálido reflejo de lo que pudo haber sido, es un Spotlight a la española: un film de investigación periodística en el que un veterano reportero (un José Coronado de larga melena plateada y de actitud de vuelta de todo más activada que nunca) descubre una red de pederastia en el seno de la Iglesia y su encubrimiento por parte de las altas instancias eclesiásticas.

Hay que aplaudir que Verano en rojo aborde un tema, el de los abusos infantiles en colegios religiosos, que ha tenido recorrido en documentales –Shootball– pero ha sido escasamente tratado en la ficción española. Sin embargo, esto no quiere decir que el filme lo trate de la manera que debería, no sólo por el evidente y frustrante desequilibrio entre las dos líneas narrativas ni por la problemática descripción del asesino, que parece estigmatizar a las víctimas, sino también por la sensación de oportunidad perdida a la hora de trazar el oscuro mapa del abuso y de quienes lo encubren, tema predilecto de la negrísima ficción criminal.