Cine

Atom Egoyan: "Algunos directores son monstruos que abusan de su poder"

Cineasta, estreno en Filmin 'Seven veils'

BarcelonaElegante y de una amabilidad exquisita, Atom Egoyan es también uno de los grandes directores canadienses –nacido en El Cairo en 1960– de las últimas décadas, responsable de obras fascinantes como Exótica (1994), El dulce porvenir (1997) y Ararat (2002). Con Seven veiles, que estrenará la plataforma Filmin el 11 de julio, Egoyan firma su película más redonda de la última década, una meditación sobre el convulso proceso de crear una obra de arte en la que Amanda Seyfried interpreta a la directora de la nueva versión de un montaje de la ópera Salomé en la que ella misma trabajó de joven. Heredado de su mentor, el proyecto es un regalo envenenado que remueve traumas familiares y colisiona con la nueva sensibilidad de una sociedad post Me Too.

El escenario en el que transcurre Seven veiles es un montaje de la ópera Salomé. Usted ya dirigió esa ópera hace tres décadas.

— El teatro es mi primera pasión. Empecé escribiendo y dirigiendo teatro cuando era pequeño, y en 1996 el director artístico de la compañía de ópera de Canadá vio mi filme Exótica (1994) y pensó: "A la persona que ha dirigido este filme le fascinaría SaloméNo comprendí lo que quería decir hasta que exploré en profundidad el libreto y me di cuenta de que compartía muchas ideas sobre el peligro de mirar algo con deseo y distanciarse de uno mismo, que es una de las obsesiones que recorren mi filmografía.

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¿Fue fácil de dirigir, pues?

— No, es una ópera muy difícil, porque no funciona como pieza de teatro tradicional. Soy un gran lector de Oscar Wilde y para mí De profundis es la mejor carta de amor escrita en lengua inglesa, pero no estaba familiarizado con Salomé, que no es como sus obras más populares. En cierto sentido está sobreescrita y utiliza un lenguaje muy florido, pero es lo que hace que sea un librito fantástico. La obra se inscribe en la tradición literaria del deseo reprimido y sus consecuencias y explora la violencia de no tener algo que sientes que te mereces. Evidentemente, Wilde está hablando de su propia sexualidad. La escribió justo antes de ese juicio demencial que lo destruyó.

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Cómo fue volver a abordar aquellos temas y motivos deExótica treinta años después en una película tan distinta?

— Fue una oportunidad única. La primera vez que dirigí. Salomé lo hice entre Exótica (1994) y El dulce porvenir (1997), que abordan el tema del abuso de una forma muy discreta. Y en la ópera aproveché la oportunidad para mostrar el acto del abuso en toda su violencia. Pero tres décadas después, al volver a aquellos temas, me di cuenta de que la cultura había cambiado mucho a causa del Me Too, y que era mejor que el protagonista del filme fuera una mujer. Era como la fantasía de coger a la persona que yo estaba a los 36 años y reinterpretarla de modo que tenga sentido en nuestro presente. Y me apetecía mucho reencontrarme con Amanda [Seyfried], con quien ya había trabajado en Chloe (2009).

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Usted fue el primer director en mostrar el talento de Seyfried más allá de los papeles que suele hacer en Hollywood.

— Nunca olvidaré el casting que hizo para Chloe. Fue antes del estreno de ¡Mamma mia! (2008), y pensé: "Dios mío, es increíble, una estrella". No había visto nada suyo antes y tuve una sensación que no tenía desde mis primeros filmes, cuando iba al teatro y descubría a un actor nuevo con el que resultaba muy excitante trabajar. Amanda y yo nos prometimos volver a colaborar después de Chloe, y hemos tardado quince años pero lo hemos conseguido. Me encanta su habilidad para expresar emociones. Lo que la hace muy interesante como actriz es su disponibilidad para todo tipo de proyectos. Y ha tomado decisiones interesantes en su carrera, participa en una serie muy buena llamada The dropout.

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La protagonista de Seven veiles es una directora debe dirigir un montaje de Salomé que remueve su pasado mientras vive un momento familiar complicado. ¿Cuánto hay de usted en ella?

— Algunas de las decisiones que toma Janine son, de hecho, decisiones que yo también tomé. Pero en la película son sólo opciones que ella elige, no quiero decir en ningún caso que sean decisiones válidas o artísticamente exitosas. Una de las cosas que me interesa del personaje es que no intento presentarla como una directora brillante. La compañía de ópera espera que ella se limite a reproducir el montaje precedente y que no aporte ideas nuevas, lo que la deja en una posición vulnerable. En la versión Hollywood de esta historia ella triunfaría, subiría al escenario y todo el mundo le aplaudiría. Pero aquí da un paso atrás. Y quizás la mejor decisión de dirección que toma durante la película es pedir al amante de su marido que gire un cuadro, porque eso permite obtener la confesión de su madre. Es una escena muy privada y personal, pero perfecta en términos de catarsis emocional.

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Ésta es claramente una película post Me Too, y se habla de los coordinadores de intimidad con cierto humor y distancia irónica. ¿Qué piensa de esta figura?

— Creo que son necesarios porque hay directores que han abusado de su poder. Sin embargo, yo he dirigido un montón de escenas eróticas y siempre he cuidado mucho a los actores, y creo que ellos te dirían lo mismo. Así que la idea de que otra persona hable con mis actores me resulta nueva y extraña. De hecho, la primera vez que trabajé con coordinación de intimidad fue en el remontaje de Salomé que hicimos en el 2023. Pero sé que algunos directores son monstruos que abusan de su poder. Conozco demasiadas historias de directores que se aprovechan de la situación. Sea como fuere, ahora es obligatorio rodar con coordinador de intimidad. Y para algunos directores es una figura muy útil, como el coordinador de especialistas, y les permite dedicarse a otras cosas. El problema es que en muchas de las escenas eróticas que he rodado, en películas como El dulce porvenir o El liquidador, el conflicto dramático está en el acto sexual, así que no sé cómo podría dirigir estas escenas con una figura así a mi lado. Además, el cine y el arte nunca son, por su naturaleza, espacios seguros. Pero no sé si podemos permitirnos juzgar estas cosas, porque, como decía, hay muchas víctimas de los abusos de poder.

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¿Cree que la implantación de estas buenas prácticas puede haber provocado cierto miedo a abordar el erotismo y la sexualidad en el cine actual?

— En el caso de las películas independientes y de bajo presupuesto, no creo que sea así. Dicho esto, muchos de los abusos han ocurrido en producciones de este tipo, así que todo ello es paradójico. No sé lo que habría hecho en el pasado si yo hubiera topado con la obligación de trabajar con coordinador de intimidad. En Exótica rodamos en Ontario, donde es ilegal mostrar a alguien menor de edad –o que simule serlo– en un acto sexual. Y en esa película Christina llevaba un uniforme escolar en un club de striptease, así que, en cierto modo, representaba a una persona menor de edad. Para mí era un detalle importante y necesario, pero había una norma y la estábamos desafiando. La frontera está siempre en el límite de qué es aceptable y qué no. Pero también entiendo que lo que Bertolucci hizo en El último tango en París no estuvo bien. No puedes sorprender a un actor de esta manera. No se puede utilizar el choque de un actor como parte de tu material dramático.

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Uno de los temas de Seven veiles es cómo hacerse personal una obra. ¿Cómo se plantea usted esta cuestión después de casi cuatro décadas de trayectoria?

— Los filmes que he escrito, dirigido y producido vienen todos de un sitio muy personal. Pero incluso en las películas que he dirigido a partir de guiones de otras personas hay personajes que me interpelan de alguna forma profunda. Por ejemplo, en Chloe (2009) hay elementos muy personales, y también en Remember. Pero Condenados, a pesar de haber cosas personales como cierta sensibilidad o la manera de poner en escena, quizá sea mi película menos interesante, porque la podría haber dirigido otro director. En cambio, en Chloe y en Remember reconozco mi temperamento y mi curiosidad por los seres humanos, es evidente en cómo filmo la historia.

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Trailer de 'Seven veils'