Festival de San Sebastián

Gustavo Zerbino, superviviente del accidente de los Andes: "No quería irme de la montaña"

El exmiembro del equipo de rugby estrellado en 1972 y JA Bayona presentan en San Sebastián 'La sociedad de la nieve'

San SebastiánGustavo Zerbino (Montevideo, 1953), que en 1972 sobrevivió 71 días en la cordillera de los Andes después de que se estrellara el avión que transportaba a su equipo de rugby, lleva un trébol verde bordado en la camisa. “Es el símbolo del Old Chistians –explica–. Siempre lo llevo cuando voy a sitios para hablar de la montaña, porque no vengo a hablar de mí, sino como miembro de un equipo de rugby”. La historia de Zerbino y sus compañeros la ha llevado al cine Juan Antonio Bayona en La sociedad de la nieve, que se ha presentado este sábado en el Festival de San Sebastián. No es la primera adaptación de la historia –ya existían ¡Viven! (1993) y la menos conocida Supervivientes de los Andes (1976)– pero sí la que cuenta con el apoyo total de los supervivientes. "Sentí que necesitaban seguir contando la historia, y que nunca se había puesto el valor el rol fundamental de los que se quedaron en la montaña, los que no volvieron", dice el director barcelonés.

Para Zerbino, los fallecidos fueron también una obsesión cuando estaban en la montaña, y recogió un objeto de cada una de las personas que morían para entregarlo después a las familias. “Me salió de dentro, me lo impuse a mí mismo y me mantuvo vivo en muchas ocasiones –explica–. Cuando la realidad se volvía imposible, recordaba que le había prometido a Gustavo Nicolich que le daría a su madre la carta que él escribió antes de morir, y eso me daba fuerzas”. En esa carta, Nicolich escribía: "Si llega el día que yo puedo ayudar a mis amigos con mi cuerpo, lo haría con mucha alegría".

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La odisea de Zerbino y compañía, que tuvieron que alimentarse de la carne de sus compañeros fallecidos, se había explorado siempre como una cuestión moral o de supervivencia, pero La sociedad de la nieve ofrece también una dimensión espiritual y el punto de vista de quien entrega el cuerpo a sus amigos. “Es la gran aportación del libro de Pablo Vierci, otro superviviente –explica Bayona–. Y fue esa visión humanista, no el morbo de los hechos, lo que más me impactó de la historia”. “Fue todo un pacto de amor –apunta Zerbino–. La muerte era lo único que nos esperaba si no hacíamos nada. Para vivir era necesario hacer cosas que nadie había hecho nunca, y decidimos vivir”.

Fidelidad obsesiva

Bayona también hace cosas en La sociedad de la nieve que nunca había hecho, como contar una historia coral sin protagonistas ni estrellas. Para obtener la máxima fidelidad a los hechos grabó horas y más horas de entrevistas con los supervivientes, tantas que “la información era abrumadora”, dice Bayona, que se topó con otro problema: “Todo el mundo tenía versiones distintas del mismo evento, así que tuvimos que contrastar y discriminar para aproximarnos todo lo posible a la verdad”. Curiosamente, la película ha servido como punto de consenso. "Reaccionaron muy bien y, por primera vez, se pusieron todos de acuerdo", apunta el director.

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Zerbino lo corrobora: "La película es increíble, muy diferente a las demás, donde se relataba la experiencia que habíamos vivido pero las emociones no te atravesaban como aquí, donde se ve que éramos un grupo de amigos, de hermanos". Según el superviviente, “la dimensión humana” es lo que mejor captura la película: “Cómo se miran, cómo se abrazan, cómo se tocan... Nos tocábamos mucho, en la nieve. Las personas son una pequeña estufa de 37 grados, y si descienden de 35 grados, hipotermia. Los cuerpos, si se golpean y se rozan, se mantienen vivos. Y nosotros jugábamos a rugby, no teníamos miedo al contacto, darnos golpes formaba parte de nuestra relación”.

Zerbino, por cierto, fue el último superviviente en subirse al helicóptero de rescate. “No quería irme de la montaña –confiesa–. Fui el último porque tenía una sensación agridulce, no quería abandonar ese lugar donde habíamos aprendido tantas cosas. El mundo nos había abandonado y dado por muertos, pero nosotros construimos un sitio, una sociedad de la nieve donde vivir un día más, una semana, un mes, un segundo”.