Cinema

Carmen Machi: “Es mentira que no haya buenos papeles para actrices de más de 50 años”

Actriz, estrena la película 'La voluntaria'

BarcelonaCaso singular del cine español, la actriz Carmen Machi (Madrid, 1963) ha conseguido navegar con éxito y naturalidad por el cine popular de Ocho apellidos vascos, por montajes teatrales de prestigio como Prostitución, la comedia televisiva de Aída y los proyectos de cine independiente. A este último ámbito pertenece La voluntaria, que este jueves llega a los cines: la segunda película de Nely Reguera es un drama realista e incómodo en que Machi es una médica catalana jubilada que no se adapta a las reglas del campo de refugiados donde trabaja como voluntaria de una ONG.

Tráiler de 'La voluntaria'
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Marisa tiene algo que cuesta de encontrar en el cine español: ambigüedad moral. Es básicamente una buena persona, pero comete errores que pueden hacer mucho daño.

— En la primera versión del guion, muy diferente de la que se acabó filmando, pero que me ayudó mucho a entender el personaje, se explicaba la vida de esta mujer en Barcelona, acabada de jubilar, y era una mujer estupenda que se había pasado la vida dedicada a los otros, a la sanidad pública, con un gran compromiso y amor a la profesión y una actitud éticamente impecable. De repente, se ve con los brazos cruzados. La jubilación puede ser muy triste para alguien que se ha dedicado siempre a ayudar la gente. La decisión de ir al campo de refugiados tiene que ver con la necesidad de llenar un vacío, pero también con la necesidad de hacer el bien.

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El camino al infierno puede estar sembrado de las mejores intenciones.

— Sin duda. El problema de Marisa es que desconoce la realidad de los campos y de las ONG. Se desespera con la burocracia y acaba haciendo las cosas a su manera, y esto hace que a veces estés de su lado y otros pienses “madre mía, que alguien la pare”. Yo no fui consciente de ello hasta que vi cómo era estar en un campo con aquella distancia de poder volver a casa a dormir a tu cama cuando quieras. Marisa somos todos nosotros sentados en el sofá y criticando los problemas del mundo ante la pantalla de plasma pero sin saber cómo resolverlos en una situación real. Si me hubiera pasado a mí, quizás habría ido más lejos que ella.

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El cine también tiene a veces esta vocación de solucionar los problemas del mundo y lavar las conciencias sin ensuciarse las manos.

— Sí, es cierto. Me pasó rodando Thi Mai, rumbo a Vietnam (2017), que hablaba de las adopciones en el Vietnam. Lo que yo veía allí era muy feo y frío. Muchas personas que iban a adoptar solo pensaban en ellas mismas, en su necesidad de ser padres y que el niño les dijera enseguida "papá y mamá", sin entender que allí había niños con muchos traumas que necesitan un tiempo. El hotel donde nos alojábamos era el mismo donde se hospedaban muchos españoles que iban a adoptar, y veíamos situaciones muy feas. Pero yo tenía que interpretar a una mujer que todo aquello no lo veía y, por lo tanto, me lo tenía que borrar de la cabeza. Aun así, no dejaba de pensar: “esto no es lo que tendríamos que estar explicando”.

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¿De alguna manera es lo que intenta hacer La voluntaria, no? Explicar la cara más oscura de estas historias épicas de voluntarismo.

— Un poco sí. Hay mucha gente que va a hacer de voluntaria a los campos de refugiados y al cabo de una semana vuelve diciendo: “¿Pero quéhago aquí, dónde me he metido?” Para hacer esta tarea tienes que estar preparado a muchos niveles. En realidad, para ser voluntario hay que ser muy profesional.

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El gran error de Marisa es, seguramente, que no escucha. ¿A usted, que ha sido tan aclamada y reconocida, le cuesta pararse a escuchar y preguntar lo que no sabe?

— No, porque el oficio de actor va precisamente de escuchar. Si no lo haces, mal. Piensa que trabajas constantemente con gente diferente, que tiene miradas diferentes y objetivos diferentes. En cada proyecto empiezas de cero. Además, los proyectos no son tuyos, sino de un director o una productora. Tú, como actor, eres una pieza más del engranaje. Y si te empecinas en ir a la tuya, trabajarás poco. Esto no quiere decir que no discrepes en algún aspecto y discutas alguna vez. Cuando el personaje se instala en tu cuerpo, también tienes algo que decir.

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Rodaron en campos reales de refugiados en Grecia durante la pandemia. ¿Cómo fue la experiencia?

— Dura. Yo he rodado mucho durante la pandemia, pero cuando es fuera de casa se te hace difícil. Y en un campo de refugiados, siempre con mascarilla... Cada día que ruedas y cada toma que se da por buena es un triunfo, porque nunca sabes cuándo se parará aquello por un caso positivo o cualquier otra cosa.

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Los refugiados que aparecen en la película no son actores. ¿Cómo lo hace un actor profesional para estar al nivel de verdad que exige actuar junto a una persona que se interpreta a ella misma?

— Tú nunca te puedes poner al nivel de la gente como ellos, que no son actores. Hay algo en su mirada que no se puede dirigir ni interpretar, y es la propia vida. Esto es impagable, una fuente de inspiración. Pero tienes que saber que, a pesar de que eran refugiados reales, no eran los del campo donde rodábamos. El protocolo de los campos no nos permitía pagar a los refugiados y Nely no quería que nadie trabajara en la película sin cobrar, así que buscamos refugiados que ya no estaban en campos. Esto quiere decir que ellos estaban representando su pasado, uno no muy lejano.

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Durante la pandemia tuvo otro rodaje, el de Amor de madre, que acabó siendo un poco su Apocalypse now.

— [Ríe] Sí, fue tremendo. El rodaje en Mauricio empezó en febrero del 2020, así que nos pilló el primer confinamiento fuerte y nos quedamos tirados en la isla. Al final pudimos irnos en un avión, pero cuando volvimos nos confinaron otra vez y el rodaje acabó durando más de un año. Además, sufrí una lesión, un principio de hernia en el nervio ciático que me dejó la pierna inútil y tuve que tomar mucha morfina para el dolor. Un cuadro, todo ello. De hecho, llegué coja al rodaje de La voluntaria, pero esto le iba bien al personaje, porque en teoría la acaban de operar de la cadera. ¡Pero ahora ya estoy bien, ya puedo volver a hacer cine de acción!

Cada vez trabaja con más directoras: Nely Reguera, Carlota Pereda, Leticia Dolera, Manuela Burló, Marina Seresesky... ¿Qué ha cambiado en el cine español con la llegada de las directoras?

— Trabajo con más directoras porque ahora hay más mujeres dirigiendo, pero tampoco he notado gran diferencia. El talento del director no depende de si es hombre o mujer. Pero sí que hay ciertos personajes, sobre todo las mujeres de más de 50 años, que pueden ser más interesantes si los escribe o dirige una mujer. De hecho, el gran cambio es que ahora se explican más historias de mujeres de mediana edad con una profundidad mayor. Y probablemente es gracias a la llegada de las directoras.

¿El reto de encontrar buenos papeles para actrices de más de 50 años ha pasado a la historia?

— Es que es mentira que sea tan difícil, solo tienes que mirar los papeles que me están dando, y ya voy hacia los 60 años. Yo reivindico lo contrario, que hay mucha gente que sí que está haciendo películas con papeles interesantes para mujeres maduras. Yo he trabajado desde muy joven, pero los mejores papeles los he hecho a partir de los 40. Las compañeras que dicen que esto pasa seguro que tienen motivos para decirlo y seguramente con razón. Pero sería injusto que yo también lo dijera, porque a mí me han regalado personajes extraordinarios de mujeres maduras.