Cine

¿Sabes de dónde salieron las ideas de 'As bestas' y 'Argo'? La intensa (y no siempre acreditada) relación entre periodismo y cine

'Al descubierto' es la última de una larga serie de films inspirados en trabajos periodísticos

BarcelonaEs casi un tópico que directores y guionistas encuentren historias leyendo el diario. Así descubrió Rodrigo Sorogoyen el caso real que inspira As bestas, o Isabel Coixet la investigación del ARA que traslada al documental El techo amarillo. Y esta misma semana se ha estrenado una película, Al descubierto (She said), que relata precisamente cómo se escribió el artículo del New York Times que sacó a la luz los abusos de Harvey Weinstein y sirvió como detonante del Me Too. Pero la intensa relación entre periodismo y cine viene de lejos, puesto que los artículos de diarios y revistas han servido desde hace décadas como materia prima de la ficción.

Y parece que cada vez más: la fatiga de parte del público con la fantasía y los superhéroes y la demanda constante de contenido para las plataformas han hecho revivir el interés de Hollywood por las historias de no-ficción. El director Todd Phillips, que en 2016 dirigió Juego de armas a partir de un artículo de Rolling Stone sobre dos jóvenes sin experiencia que consiguieron 300 millones del Pentágono para armar a las tropas en Afganistán, explicaba en 2018 al Wall Street Journal que en casos como el suyo “el artículo funciona como un tratamiento, no es una propiedad intelectual que millones de personas han leído y están esperando la película, pero es valiosa porque marca el tono y sirve para que el estudio lo lea y diga: «De acuerdo, ya lo veo»”.

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Un punto de inflexión en el interés de Hollywood por el periodismo como banco de ideas llegó en 2012 cuando Argo ganó el Oscar a mejor película. El guion de Chris Terrio (también oscarizado) no adaptaba un libro o una novela, sino un artículo de Joshuah Bearman publicado en 2007 en la revista Wired:Cómo la CIA utilizó una falsa película de ciencia-ficción para rescatar a americanos de Teherán. Bearman explicaba en 2018 que ese artículo fue el primero del que le compraron los derechos audiovisuales, pero que a raíz del éxito de Argo también le compraron los derechos de sus diez artículos siguientes.

No suele tratarse, claro, de noticias meramente informativas, sino de investigaciones o reportajes de largo formato como el de Jessica Pressler en el New York Magazine sobre un grupo de strippers que desplumaron a sus clientes ricos, adaptado en el cine en 2019 como Estafadores de Wall Street con Jennifer Lopez de protagonista. Otra pieza de Pressler sobre una falsa millonaria que engañó a las élites de Nueva York se ha convertido este año en una serie de Netflix, ¿Quién es Anna?. Y una de las series más vistas del año, Pam & Tommy, se basa en el artículo de Amanda Chicago LewisPalm and Tommy: la historia no explicada del vídeo sexual más famoso del mundo, publicado en 2014 en Rolling Stone.

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La lista de films de los últimos años basados de alguna manera en artículos es extensa e incluye dos títulos de Clint Eastwood (La mula y Richard Jewell), la oscarizada Dallas Buyer's Club y el thriller de Todd Haynes Aguas oscurasoscuras, entre otras muchas, pero también clásicos como Más poderoso que la vida, de Nicholas Ray; La ley del silencio, de Elia Kazan, o Fiebre del sábado noche, que se basaba en un artículo del 1976 sobre los hábitos de los jóvenes aficionados a la música disco y que, veinte años después de publicarlo, el autor (el periodista musical Nick Cohn) confesó que era una obra de ficción.

También hay, por supuesto, películas de acción inspiradas en artículos: nada más y nada menos que la primera entrega de Fast & Furious, la cuarta entrega de Jungla de cristal 4 –¡basada en un artículo del periodista inglés John Carlin!– o el Top Gun original. De hecho, los herederos del autor del artículo que inspiraba el film de Tony Scott han demandado al estudio Paramount por incumplimiento de copyright, puesto que Top Gun: Maverick se rodó después de que expirara la cesión de los derechos del artículo. Si el juez les da la razón y se llevan un pellizco de los 1.400 millones de euros recaudados por el film, será el artículo más provechoso de la historia. Pero, en general, los beneficios de vender los derechos audiovisuales de un artículo son moderados: según The Guardian, la mayoría se venden por cifras entre los 5.000 y los 75.000 euros, a pesar de que algunos superan de lejos los 100.000 euros. Y, en cualquier caso, lo que más se vende no son los derechos definitivos, sino una opción que bloquea los derechos durante un tiempo mientras se busca financiación.

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El caso europeo: ¿inspiración o fuente documental?

Mientras que en el mercado norteamericano la adaptación de un texto periodístico es una práctica normalizada, aquí no suelen adquirirse nunca los derechos de un artículo que inspira una película y ni siquiera aparece mencionado en los créditos. Lo que en Hollywood se considera una obra susceptible de ser adaptada, en el mercado español es solo una fuente documental que pone a los creadores sobre la pista de una historia. No es cuestión de mala fe, sino de inercia y costumbre.

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Un ejemplo: el drama del 2020 Uno para todos, protagonizado por David Verdaguer, nació como idea cuando la productora Valérie Delpierre leyó el artículo Los 22 maestros de Guillem, publicado por Pedro Simón en El Mundo. “Se lo envié al director David Ilundain porque creía que ahí había potencial para una película”, explica Delpierre. Ilundain contactó con los protagonistas del artículo, pero no con Simón. Su nombre tampoco aparece en los créditos. “No se me ocurrió ponerlo –admite con sinceridad la productora–, pero no por desprecio a su trabajo, sino porque no se acostumbra a hacer nunca”.

¿Por qué son tan diferentes las costumbres y criterios de un mercado y otro? Cristina Calvet, abogada especialista en derechos audiovisuales, asegura que no es una cuestión de legislación, a pesar de que Estados Unidos y los países anglosajones funcionan por copyright y Europa por derechos de autor. Pero, según Calvet, la discrepancia de funcionamiento tiene más que ver con la cultura empresarial norteamericana: “Ahí cualquier acción tiene una lectura económica y transaccional, así que todo el mundo tiene muy asumido que un artículo puede tener interés para una productora o estudio, sobre todo los periodistas”.

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El hábito norteamericano de poner litigios a diestro y siniestro por cualquier cosa también puede influir en el hecho de que los estudios prefieran curarse en salud y comprar los derechos de los artículos para evitar futuras demandas. Pero aquí reclamar no es tan fácil. “Habría que demostrar que el artículo no es una pieza informativa sino interpretativa; es decir, que hay concurrencia de novedad, originalidad y creatividad –opina Calvet–. Entonces puede ser considerada una obra literaria y generar derechos. Pero el convenio de Berna deja fuera de la protección de los derechos de autor las piezas que son meras transmisoras de información o sucesos”.

Los expertos consultados no conocen ninguna reclamación en el Estado por el uso incorrecto de un trabajo periodístico en una obra audiovisual. Al contrario, se considera un reconocimiento en sí mismo que un artículo atraiga la atención del mundo audiovisual. También hay que decir que algunos directores buscan colaborar con los autores de los artículos, como hizo Isabel Coixet en El techo amarillo con los periodistas del ARA Núria Juanico y Albert Llimós. Otros lo intentan, pero sin éxito: Koldo Zuazua, productor de Maixabel, descubrió los encuentros restaurativos entre víctimas de ETA y sus verdugos gracias a los artículos de Mónica Ceberio en El País. “Quería hacer un documental sobre el tema y contacté con ella, pero no me contestó”, explica Zuazua.