Una impresionante ovación para las emotivas y viscerales coreografías de la Sydney Dance Company
Grandes jornadas en el Mercat de les Flors con la compañía de Rafael Bonachela
'Ascent' e 'Impermanence'
- Sydney Dance Company, dirigida por Rafael Bonachela
La Sydney Dance Company, dirigida por Rafael Bonachela, ha permanecido en el Mercat de les Flors con dos espectáculos extraordinarios. El primero, Ascent, consta de tres coreógrafos muy diferentes que demuestran la versatilidad de unos bailarines de técnica soberbia a la vez que es un retrato excelente de las distintas formas de la danza actual. Mientras Y am-ness, de Bonachela, es una pieza íntima y emocional de estilo neoclásico que destaca por su emotividad, belleza y elegancia exquisita, The shell, en ghost, the host & the lyrebird, de la coreógrafa valenciana Marina Mascarell, es más teatral ya partir de una escenografía de telas que mueven a los bailarines colgándose de largas cuerdas para construir imágenes evocadoras muestra la esencia de la naturaleza australiana.
Por último, Forever & ever, de Antoni Hamilton y ganadora del premio Helpmann, es la perla del programa, radicalmente actual, atrevida, con los dieciséis bailarines en el escenario en una explosión salvaje de danza, tecno, moda y luz creando efectos extremadamente vívidos e hipnóticos, de una fuerza plástica impactante. La partitura de Julian Hamilton, del dúo The Presets, es estimulante, repetitiva y de ritmos contundentes, mientras que el juego de vestuario es divertido: primero todos en blanco y negro como monjes en procesión para irse sacando capas y pasar a vestir de los chándales llamativos de estética pop en la desnudez conceptual. Los bailarines se sumergen en el hip hop y el body popping en movimientos secuenciados trepidantes que hicieron estallar al público en aplausos.
La semana siguiente fue el turno deImpermanence, una prenda de Bonachela que, más allá de ser una reflexión sobre la volatilidad de las cosas y las personas, es una auténtica exhibición de habilidad danza, estilo y técnica de la compañía. El conjunto demuestra una energía poderosa, casi visceral, los cuerpos se utilizan unos a otros para crear un movimiento que no se detiene en la hora y pico que dura la prenda y que se nos hace corta. Sin abandonar el neoclasicismo, el lenguaje coreográfico es complejo. Bonachela extrae de sus bailarines movimientos nuevos y originales a una velocidad frenética en un crescendo imposible. Solos, dúos y escenas grupales bailan poseídos por la música de Bryce Dessner interpretada directo por el Cuarteto Zaide. La intensidad visual es abrumadora y el placer de verlos bailar, infinito. Un placer que hizo levantar al público en una ovación impresionante.