Crítica de danza

Inmenso, impactante, fascinante, Sidi Larbi Cherkaoui en el Liceu

El coreógrafo flamenco crea una impactante fusión de movimiento, música y conceptos filosóficos en 'Faun/Noetic'

BarcelonaSiempre asombroso, la producción Faun/Noetic de Sidi Larbi Cherkaoui, presentada ayer en el Liceu por el Ballet del Gran Teatro de Ginebra, cautivó al público por su impactante fusión de movimiento, música y conceptos filosóficos.

Noetic, la pieza estrella de la noche, ofrece una experiencia visual, estética y filosófica inaudita. Un fantástico redoble de taiko (tambor japonés) tocado en directo por Shogo Yoshii inicia una danza plástica y misteriosa que evoca la atmósfera de las oficinas y el dinero, en blanco reluciente, vestidos negros elegantes y stilettos de charol. Estéticamente impecable. Las evoluciones de la veintena de bailarines, excelentes, parecen surgidos de una obra de Anne Teresa De Keersmaeker, dibujando líneas y formas geométricas, pero su vivacidad nos remite al lirismo de John Neumeier y la flexibilidad de los cuerpos que se entrelazan y se desmiembran en cada gesto. Su fuerza física y una ductilidad inmensas beben de William Forsythe. El resultado es de una fluidez y belleza impactantes.

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La primera parte de Noetic es amable, danza pura marca Cherkaoui, con todos los elementos que le son habituales: la ductilidad del neoclásico, la acrobacia del breakdance y la espiritualidad de los movimientos orientales, envuelto en la música de Szymon Brzóska (grabada), los taiko, shinobue (flauta de bambú) y kokyu (violín japonés) y la voz monódica de Ana Vieira Leite. Y de repente, el coreógrafo belga nos sorprende con una voz en off hablándonos de física y matemáticas. "Nada en el mundo es recto", nos dice la voz. Y los bailarines convierten unas largas tiras de fibra de carbono diseñadas por el escultor Antony Gormley en arcos, aros, puentes y nubes metálicas, en una animación hipnótica y fascinante. En contraste, la danza se torna matemática, de movimientos angulosos, perfiles egipcios y evoluciones geométricas y precisas.

Cherkaoui nos ofrece una profunda reflexión sobre nuestra interconexión con la naturaleza, explora la evolución de la vida y del conocimiento, nos plantea un futuro abierto, culminado con la imagen del modelo atómico o de la esfera armilar, donde la comprensión debe conectarnos con el círculo de la vida.

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Visto Noetic, Faun, la pieza que abrió la velada, toma una nueva dimensión. Creada como un homenaje a los Ballets Rusos de Diáguilev, basándose en el clásico de Debussy y Nijinski, en contraposición a Noetic deviene trascendental. El dúo del fauno y la mujer, dos seres salvajes y sinuosos uniéndose en un bosque idílico, es un prólogo, un inicio, un canto en la naturaleza y en el origen de la vida. Faun, convertida en un clásico y que hace un año vimos en Terrassa con el Ballet de Carlos Acosta, es una joya coreográfica. Madeline Wong y Óscar Comesaña estuvieron excepcionales en esta prenda lenta y serpenteante, de gestos imposibles y cuerpos que se entrelazan creando seres insólitos y que requiere una técnica no apta para cualquier bailarín.

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Una velada de danza de altísimo nivel, con un cuerpo de baile excepcional y una profunda reflexión filosófica sobre nuestra conexión con el mundo que nos rodea.