El fascinante inventario de las cosas perdidas

Judith Schalansky reúne en un libro recuerdos de edificios, películas, libros y animales que han desaparecido

Barcelona"Lo ausente está muy presente en nuestras vidas", asegura la alemana Judith Schalansky (Greifswald, 1980), que en Inventario de algunas cosas perdidas (Acantilado / Més Llibres) se adentra en la historia de una docena de desapariciones, recientes o no, con el objetivo de reivindicar su importancia: están desde la romana Villa Sacchetti hasta los poemas de Safo –de los cuales han sobrevivido solo algunos fragmentos–, una película perdida de Friedrich W. Murnau y el peludo tigre del Caspio. "Soy de aquellas personas que se pueden considerar melancólicas: lo que ya no está me atrae más que lo que existe –continúa–. Cuando una cosa desaparece va a parar a un lugar de nuestra mente entre la realidad y la leyenda".

Schalansky no hace distinciones entre obras de arte, biodiversidad y geografía. Tan pronto puede recordar un palacio que acabó hundiéndose como una isla: en 1843, Tuanaki, que formaba parte de las Islas Cook meridionales, se hundió en el mar debido a un maremoto. "Uno de los objetivos que me marqué a la hora de escribir el libro era no hacer divisiones entre lo que los humanos hemos creado y lo que forma parte de la naturaleza –recuerda–. Tenemos que hablar de todo este patrimonio natural que ha desaparecido, en muchos casos por culpa de nuestra acción". La autora explica que hace poco leyó en un reportaje que "actualmente, en la Tierra hay más cosas hechas por los humanos que biomasa": problemas como "la crisis climática y las especies en peligro de extinción tendrían que hacernos replantear el presente". "Es urgente que aprendamos a ponernos límites", advierte la escritora alemana, que anteriormente ha publicado novelas como El cuello de la jirafa (Literatura Random House, 2013) y el libro ilustrado Atlas de islas remotas (Capitán Swing / Nórdica, 2021), un recorrido por 50 islas de difícil acceso esparcidas por todo el planeta, la mayor parte de las cuales están deshabitadas.

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La destrucción continúa activa

Inventario de algunas cosas perdidas diluye las fronteras entre ficción y ensayo. La importancia de la autobiografía de la autora es tan significativa como la búsqueda que ha hecho durante años para trazar la historia de algunas desapariciones y encontrar una forma narrativa singular de explicarlas. "El punto de partida de cada capítulo es personal –admite–. Mis padres se separaron cuando era muy pequeña y me crié sin ver a mi padre biológico. Además, mi madre y mi padrastro nunca me hablaban de mi padre. A veces, los temas que se dejan fuera de una conversación acaban llamándote la atención". Schalansky considera que la ausencia de su padre le permitió "crear un mundo de fantasía y de imaginación a su alrededor" que la ha "marcado" hasta ahora: "No tenemos que olvidar que la imaginación es mucho más amplia que la realidad. Esto, para alguien que acabaría siendo escritora, era un detalle crucial".

"Un libro como este Inventario de algunas cosas perdidas no se acaba nunca –dice la autora–. Una vez publicado, no dejo de encontrar noticias que me hablan de nuevas desapariciones. A finales de enero me enteré de que la casa Geller, una de las mansiones modernistas más conocidas del arquitecto Marcel Breuer, acababa de ser demolida en Estados Unidos. En su lugar construirán una pista de tenis". Judith Schalansky recuerda los destrozos que los talibanes hicieron a principios de siglo, o la destrucción de Palmira en 2016 por parte del Estado Islámico, que hasta entonces eran las ruinas romanas mejor conservadas de Oriente. "El caso de la mansión Geller nos recuerda que no solo hay destrucción por parte de extremistas y en situaciones de guerra, sino también en el corazón del mundo capitalista", afirma Schalansky.

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Si piensa en el nacimiento de su melancolia, la autora destaca, además de la añoranza por el padre ausente, que en su casa nunca guardaron prácticamente nada. "Desde hace unos años, para conservar parte de mi vida me dedico a conservar recuerdos en cajas –dice–. Encapsulo un año por caja". Schalansky comenta que no las abre ni las mira nunca. "Son como una especie de limbos, un lugar que se mueve entre la vida y la muerte. Necesito saber que aquellas cajas existen y, a la vez, mantenerme lejos", asegura.

Contra la perfección de la muerte

Mientras crecía, Judith Schalansky fue testigo de cómo se esfumaba todo un país, la República Democrática Alemana (RDA), y poco después una transformación similar se empezaba a dar en la Rusia soviética. Una de las desapariciones físicas y con un alto valor simbólico de la RDA fue el Palacio de la República de Berlín, "centro neurálgico del gobierno y de la dirección del Partido Socialista, sede de la Cámara del Pueblo, espacio donde se hacían congresos nacionales e internacionales y centro de ocio y cultura". El palacio tuvo una vida breve: se inauguró el 23 de abril de 1973 y solo diecinueve años después el Bundestag se pronunció a favor de la demolición del edificio porque contenía "cinco mil toneladas de amianto". "Cuando acabaron de extraer ese material cancerígeno se concluyó que la rehabilitación del edificio era tan factible como el derribo", recuerda. Se acabó destruyendo pese a las numerosas protestas ciudadanas. "La mayor parte del acero sueco de la estructura se fundió y se vendió en Dubái para la construcción del rascacielos Burj Khalifa. El resto se reutilizó en la industria automovilística para construir motores", dice Schalansky.

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La autora también recuerda El chico de azul, primera película de Friedrich W. Murnau. "A día de hoy –escribe en el libro– todavía no se ha podido demostrar que se llegara a estrenar". Uno de los capítulos que más le costó escribir fue el que dedica a Mani: "Fundó una religión oscura y secreta en el siglo III dC, el maniqueísmo. Él mismo escribió los textos sagrados en arameo oriental, que fueron perseguidos y destruidos durante siglos. También sus traducciones". Judith Schalansky asegura que escribiendo sobre este profeta encontró algunos rasgos de carácter que comparte: "Él se quería ocupar personalmente de todo lo que tuviera que ver con su religión. Yo también tengo esa necesidad de controlarlo todo, de intentar llegar a la perfección. Además de escritora soy diseñadora editorial. Una amiga una vez me dijo que lo único perfecto que hay es la muerte. ¡Tenemos que vivir vidas imperfectas!".

"Solo es cuestión de tiempo que todo desaparezca, que se desgaste y se hunda, que se destruya y sea arrasado", explica la autora. Y añade: "La desaparición de toda vida y obra es la condición inherente a su existencia". Aun así, Judith Schalansky recuerda en el prólogo del libro que mientras lo escribía la sociedad no solo continuó perdiendo cosas: se encontraron, entre otros tesoros, una novela inédita de Walt Whitman, el disco extraviado de John Coltrane Both directions at once, cien dibujos de Piranesi, se descubrieron las ruinas de la ciudad de Mahendraparvata, primera capital del imperio Khmer, y se localizó, en un almanaque del 1793, en la Biblioteca Schaffer de Nueva York, un sobre que contendía unos cuántos cabellos grises de George Washington.

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Cinco desapariciones catalanas

1.
'La miel es más dulce que la sangre', de Salvador Dalí

Pintado en 1926, la surrealista tela al óleo de Salvador Dalí que lleva por título La miel es más dulce que la sangre solo se ha visto expuesta en tres ocasiones: en la Sala Parés de Barcelona (1927), en el Casino de Figueres (1928) y en el Jardín Botánico de Figueres (1929). Desde entonces, la obra pasó a ser propiedad de la condesa de Lerma y, posteriormente, de Coco Chanel, pero nunca más no se ha sabido nada. La Fundación Gala Salvador Dalí compró un estudio preparatorio en Christie's por casi 5 cinco millones de euros, y se puede ver en el museo de Figueres desde el 2011.

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2.
El 'Hotel Internacional' de Lluís Domènech i Montaner

El arquitecto Lluís Domènech i Montaner construyó para la Exposición Universal del 1888 un gran hotel en Barcelona, de 5.000 metros cuadrados, en solo 53 días. Se levantó en un terreno del paseo de Colom, delante de la Capitanía General, y fue concebido como instalación temporal para acoger a los visitantes de la exposición. Cuando se acabó, el Hotel Internacional fue derribado.

3.
El taller de Gaudí de la Sagrada Familia

Antoni Gaudí pasó los últimos años de su vida trabajando en la cripta de la Sagrada Familia. Era allí, en aquel taller, que tenía los esbozos, maquetas y planos del templo, en los cuales trabajaba todavía cuando murió en junio del 1926, poco después de que un tranvía lo atropellara. La cripta de la Sagrada Familia fue incendiada y saqueada durante los primeros días de la Guerra Civil. Todo lo que allí había se perdió.

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4.
La novela perdida de Manuel de Pedrolo

El editorial Fonoll ha publicado este febrero una de las tres novelas inéditas de Manuel de Pedrolo, Visita a la senyora Soler, que no pasó la censura franquista porque "defendía la libertad sexual de la mujer". Escrita a principios de los 70, no fue el único libro que el escritor dejó sin publicar cuando murió: Edicions 62 encontró en su despacho Tants interlocutors a Basera (1960) y la dio a conocer en 1992. De Els còdols trenquen l'aigua, en cambio, escrita el 1950 y presentada a censura el 1959 por la editorial Aymà, no se ha encontrado ningún manuscrito. Continúa siendo, a estas alturas, la novela perdida de Manuel de Pedrolo.

5.
El gran tapiz de Miró destruido el 11 de septiembre del 2001

Los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York acabaron con la vida de casi 3.000 personas e hirieron 25.000 más. En la recepción de una de las dos torres gemelas del World Trade Center había un gran tapiz diseñado en 1974 por Joan Miró y Josep Royo. Quedó completamente destruido debido a las llamas, junto a obras de Picasso, Roy Lichtenstein, Paul Klee, Auguste Rodin y Alexander Calder.

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