Flexiones, sudor y lágrimas de una 'fitness influencer'

Magnus von Horn retrata sin prejuicios em 'Sweat' el día a día de una monitora de fitness hiperactiva en las redes sociales

Barcelona“¿Quién necesita amigos cuando tienes más de 600.000 seguidores?” es la inspirada frase promocional de Sweat, un drama polaco sobre una popular influencer de fitness, Sylvia, una Patry Jordán de cabellos rubios, sonrisa expansiva y cuerpo perfecto que, además de sus vídeos de training, comparte su intimidad con una naturalidad que desmenuza la frontera entre la esfera pública y la privada: cómo sube las escaleras de casa, el batido de frutas que se prepara, un sing-along de Roxette en el coche, vídeos y vídeos de su perro... “Solo quiero inspirar a los otros a ser la mejor versión de ellos mismos”, dice tanto en los vídeos como fuera de cámara, como si no fuera una frase sudada de manual de autoayuda. La única nota en falso de este espectáculo de felicidad es un vídeo que publicó un día llorando porque se sentía sola y desgraciada, una rendija de vulnerabilidad por la que se introduce en su vida un acosador feo, trastornado y, en el fondo, tan solitario y perdido como ella misma.

Tráiler de 'Sweat'
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El origen de Sweat, que se estrena este viernes, está en la fascinación del director Magnus von Horn por una monitora de fitness a la que seguía en Snapchat y que no paraba de subir contenido a internet. “No entendía por qué lo hacía, era tan exagerado que incluso me hacía enfadar –explica–. Después me pregunté por qué me afectaba, si ella parecía tan feliz. Y creo que es porque me sentía celoso de su espontaneidad. A mí me cuesta muchísimo publicar cualquier cosa, antes le doy mil vueltas, pero para ella era tan natural...” Este fue el detonante para empezar a escribir un guion en el que Horn no quería caer en la trampa de utilizar al personaje para juzgar las redes sociales. “Todo el mundo tiene su opinión sobre las redes, no veo que tenga sentido que la película añada otra –dice el director–. Los influencers se han convertido en una especie de proyección de nuestro amor u odio a las redes, como si fueran objetos, pero yo sentía la necesidad de tener una mirada más humana y positiva hacia ellos”.

No son las redes, son las personas

Lo más interesante de Sweat es cómo su mirada limpia de prejuicios provoca que el espectador viva una experiencia parecida a la de Horn, una mezcla de extrañeza, fascinación y empatía por un personaje al que seguimos por eufóricas sesiones multitudinarias de fitness, disfuncionales celebraciones familiares y un encuentro inesperado con una fan en el que se impone la lógica de las redes: es más fácil vomitar la intimidad más profunda de uno mismo que escuchar realmente los problemas del otro. “El problema no son las redes, es el ser humano. Hay gente que tiene problemas de intimidad para conectar en la vida real que no se solucionan lanzando el móvil –dice Horn–. De hecho, sin el móvil sus vidas serían peores”. Pero entonces, ¿por qué genera tanto odio y amor que alguien comparta su intimidad sin filtros? El director cree que, precisamente, porque no hay tanta gente que lo lleve al extremo de Sylvia. “Pasa lo mismo en las artes. Cuando alguien se entrega al público de este modo las reacciones se polarizan, quizás porque nos vemos reflejados en ella –apunta Horn–. También le pasa a un escritor como Karl Ove Knausgård, que expone su vida en sus libros de manera absoluta. Y no hay promedio: lo aprecias o lo odias”.

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Menos dudas genera el intenso trabajo interpretativo de Magdalena Kolesnik. Ella es el auténtico motor de la película y se entrega al personaje de Sylvia en cuerpo y alma, dos aspectos que la actriz descubrió durante la preparación que iban más ligados de lo que pensaba. “El entrenamiento no fue solo un proceso físico –dice la actriz–. Durante las sesiones de fitness lloré mucho. Hay emociones que viven en tu cuerpo y que recoges cuando lo movilizas. Y me di cuenta de que el entrenamiento intenso no tiene que ver solo con la fuerza, sino con la ambición”. Recuperando en parte el discurso de Sylvia, Kolesnik asegura que la preparación física la convirtió en “una versión diferente” de ella misma, más abierta y decidida. “Puede llegar a cambiar tu manera de aproximarte a la gente y de sentirte respecto a ti misma”. Lo recuerda como “una gran aventura”, pero admite que llegó un momento en el que solo tenía ganas de ponerle punto final. “En el fondo, el fitness es muy aburrido porque tienes que repetir muchas veces pequeños movimientos, y tienes que estar concentrado para hacerlo bien y no hacerte daño. He seguido entrenando, pero ahora hago pool dance y exotic: me pegan más”.